La magia de los carruseles
Llegan las Navidades y con ellas, regresa la fantasía y la magia de unos objetos muy especiales, los carruseles, que, de alguna manera, con su sola visión, nos devuelven unos recuerdos impregnados en la ilusión de unos tiempos, muy lejanos en algunos casos, como puede ser el mío, en los que, sin saberlo todavía, comenzábamos a protagonizar esa auténtica odisea que es vivir.
Hay algo de esperanzador optimismo observar, que, después de todo, estas nuevas generaciones no se diferencian, en absoluto, de aquellas otras que las precedieron: continúan desempeñando a la perfección ese personaje de los Arcanos Mayores del Tarot, el Loco, que camina por la vida con desenfadado entusiasmo, ajenas por completo sus conciencias a las celadas del peligro.
Y lo demuestran precisamente aquí, en este comparativo círculo ritual, donde sienten el magnetismo del desafío, buscando las ilusorias tentaciones de los pisos más altos, como si de alguna manera ya llevaran implícita en su adn aquella enigmática frase del Maestro Hesse: ‘¡Qué hermosa, qué tonta, qué hechicera es esta pobre vida!’.
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