La mediocridad justifica los medios

La mediocridad justifica los medios

Con una formación publicitaria y una enorme devoción futbolística, llevo alrededor de 15 años consumiendo medios en España. Da igual de donde vengo, lo importante es a donde voy… así que, te propongo que vayamos juntos.

Durante muchos años me pregunté, ¿Por qué el periódico que más ejemplares vende en el país, no le habla al grueso de la población? Pero aún más sorprendente a mi juicio, ¿por qué teniendo tal cobertura, ni siquiera muestra interés en hacerlo?

Vamos a ponerle nombres propios… Estoy hablando de Marca. El diario deportivo que se merienda a las tiradas de información generalista como “El País” o “El Mundo” entre otros. Un diario con una editorial determinada y declarada públicamente, resumida en una sola palabra… ‘madridistas’. Volvamos a la pregunta, pues... ¿Por qué a Marca no le interesa ocupar un lugar que orgánicamente se ha ganado, con mucho mayor calado e influencia en la sociedad? ¿Por qué deja pasar ese tren de hacerse mayor y opta por vivir en la tierra de nunca jamás de Peter pan? En castellano, ¿Por qué no le habla a todos los aficionados en vez de dirigirse únicamente a los de un equipo?

La primera respuesta que me daba a mi mismo, inducida probablemente por el entorno, es que obviamente Marca tiene base en Madrid al igual que el As, así como el Sport y Mundo Deportivo en Barcelona, por lo que cada uno defiende sus intereses regionales declarados e intencionados. Pero ese es un análisis muy poco profundo, ¿no? Como en la propia publicidad, si una idea se te ocurre muy rápido, descártala. Probablemente, sea el primer pensamiento al que cualquiera llegue sin darle muchas vueltas al ‘coco’. Cuánto más tiempo le dedicaba, más me costaba entender por qué el Marca, que ha sabido desligarse de sus competidores regionales por origen, historia, coberturas, inmediatez, exclusividad y otras muchas capacidades, no aprovecha la oportunidad de convertirse en el único portal nacional de deportes de interés popular. Por qué sigue ‘emperrado’ en defender una bandera y en empatar con los de abajo en vez de ganarles por goleada. ¿No es una postura mediocre?

Hasta entonces, todas mis conjeturas eran erróneas.

Cometía un gran error al buscar una explicación futbolística, o incluso de negocio.

Creo, y sobre todo opino, -lo cual puede teñir las próximas palabras de cierta subjetividad personal- que me acerque a una posible comprensión, al abordarlo desde un tema social. Desde un prisma histórico, de carácter nacional. De una idiosincracia completamente española.

¿Cuántas películas de la guerra civil española se han hecho? ¿Y cuántas se siguen haciendo? Por qué, incluso “El País” todavía se escribe con la mano izquierda, y “El Mundo” con la mano derecha. ¿Es casualidad, que en programas de debate televisivo como “El chiringuito” o “La Sexta Noche” se sienten en dos bandos, en vez de todos del mismo?

Podría seguir con miles de ejemplos, pasados y actuales, pero redundar no lo va a hacer más evidente. La iglesia, lo fue. Los medios de comunicación lo son… grandes herramientas de educación ciudadana (dicho con palabras positivas). Y la moraleja es muy clara, estás de un bando o de otro. Puede sonar fuerte, pero a mi me retumba a realismo. Ahí estaba la explicación a una pregunta que se asemejaba tan obvia, pero tan compleja a la vez. Marca, o mejor dicho, la gente que sujeta el timón del diario, no tienen la oportunidad de alejarse de la mediocridad de la división obligada y el consecuente empequeñecimiento. Ya tienen un bando asignado, ¿la clave de la supervivencia? Defenderlo a muerte. Ya sea con la objetividad normal o con la ‘objetividad intencionada’ (también llamada subjetividad). Pero como decía antes, no es un mal de ‘Marca’, ni mucho menos. En mi caso, fue el que despertó la curiosidad y el análisis. Pero la misma mediocridad es dueña de El País, El Mundo, El Chiringuito, y otros miles de millones más.

Como seres individuales tenemos una serie de inseguridades, que se borran con el sentimiento de pertenencia a un grupo, por lo que formar parte de uno, nos hace más fuertes. O eso creemos. Voy a hilar aún más fino… o eso nos hacen creer. Es genial ver cómo otros opinan igual que nosotros y defienden lo mismo, aún mejor, ver cómo eso elimina nuestros miedos de soledad o exclusión. Incluso, nos hace ver las cosas con mayor claridad… “¡es obvio! cómo alguien puede verlo de otra forma! mira todos los que somos opinando así”.

Pero ¿Qué pasa cuando ese grupo se choca con otro, igual de grande, con una opinión unificada e igual de seguros en sus convicciones?¿Cómo es posible que lleguen a un acuerdo? ¿Cómo es posible que alguno ‘de su brazo a torcer’ siendo tantos y tan convencidos? Acordémonos de las elecciones presidenciales pasadas, verán reflejada esta consecuencia. Tras 2 elecciones sin solución y casi una tercera, no hubo manera de que los grandes grupos políticos puedan llegar a un acuerdo, incluso compartiendo una supuesta ideología. Estuvimos más de medio año sin presidente.

Ahora sí, tras 15 años, me aventuro a decirlo… es simple. No estamos diseñados para llegar a acuerdos.

A su diferencia, si lo estamos para movernos en masa, y por ende, a que nos muevan en masa. Ojo, pero no como una gran masa, sino como una masa siempre enfrentada y dividida en dos. Da igual, si de lo que estemos hablando es de fútbol, política, cocina o farándula, pertenecemos a un bando de la masa.

Machistas o feministas, madridistas o anti-madridistas, rojos o fachas, peperos o podemitas, pijos o hippies, Messi o Cristiano, Eduardo Inda o Pablo Iglesias.

Voy apagando la luz, pero antes de cerrar la puerta, déjame confirmar que ha quedado claro que no es otra teoría de cómo los medios mueven las masas… en este caso, hay una pequeña diferencia, los medios dividen la masa.

Y esa mediocridad, es la que justifica nuestros medios.

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Federico Khaski

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