LA MIRADA DE EXPERTO
Por Lola Lopez
Ir experimentando y viviendo las cosas, nos va convirtiendo en expertos.
Hacernos expertos, nos sirve para resolver situaciones, para tomarnos las cosas con cierta tranquilidad, para enfrentar los problemas con más seguridad, para entender. Sin duda, la mirada del experto sirve para mucho.
¿Pero qué ocurre con el factor sorpresa?, con el milagro del primer descubrimiento? ¿Con lo excitante de darse cuenta por primera vez de lo que nos pasa? ¿Con la sensación de ver algo desconocido, o de vivirlo?
Al ir creciendo, desgraciadamente nos ocurre, que las cosas vividas, ya no tienen tanto aliciente, porque son sabidas.
Se ven como parte del escenario de la vida. Un escenario que no plantea descubrir nuevas cosas, sino observar las de siempre. Y así, las cosas ordinarias, van perdiendo su valor extraordinario de ser vistas por primera vez.
Vamos perdiendo la capacidad de disfrutar de lo que nos rodea, porque vamos olvidando el interés de mirar las cosas, como el que mira por primera vez.
Los niños poseen intacta esta capacidad. Solo les importa el presente. Viven sus experiencias, sienten curiosidad por todo, y pasan de una vivencia a otra con facilidad.
Dejan su mente libre de lo que han vivido anteriormente, para experimentar lo que tienen delante de sus ojos, en ese momento.
No se ocupan de nada más. Saben SER y ESTAR. No importa mucho más que estar simplemente viviendo. Sin más objetivo que vivir dándose cuenta de lo que viven. Sin ningún otro planteamiento.
Sentarse simplemente a mirar la naturaleza, comer una fruta y experimentar su olor y su sabor. En el plano estético, la belleza que hay en la sencillez de lo que nos rodea, alucinaría a cualquier ser que viniera de otro planeta, y lo viera por primera vez. Una gota de lluvia, una planta, el sol cuando sale y se esconde…
En cuanto a lo rutinario que vivimos día a día… una simple ducha caliente, un café con un amigo hablando de cosas banales, la reunión de trabajo….
Una infinidad de cosas, nos pasan desapercibidas a diario, porque ya las hemos probado una y otra vez. Ya no son interesantes por ser conocidas.
Ocurre a veces, todo lo contrario. En vez de como un privilegio, lo vemos como una tortura. Y es porque descartamos automáticamente el hecho, de que cada momento es irrepetible. De que cada cosa encierra una potencialidad de cambio en sí misma, que la hace diferente e interesante.
Lo conocido, parece haber perdido progresivamente el placer de poder ser disfrutado. Aunque lo hayamos vivido positivamente con anterioridad.
A su vez, lo que no conocemos ni dominamos, nos infunde temor, precisamente por desconocido. Y el temor, también lo incorporamos como parte de nuestra experiencia.
Intentar reconquistar nuestra mente de principiante, con todo lo que ello implica, no es algo que nos planteemos, sin embargo, nos hará poder disfrutar mejor de las cosas.
¿Y si nos damos cuenta de que cada cosa y cada acontecimiento son únicos? ¿De todo lo bueno y novedoso que encierra? ¿De la oportunidad que tenemos de “ser”, de “estar” en el mundo como lo que somos: personas en continuo crecimiento que experimentan, que se dan cuenta, que viven y son? ¿Y que tienen la fortuna de vivir, cambiar y madurar?
No solo la novedad es interesante, también lo repetido lo es, si lo vivimos con consciencia, y no desaprovechamos la experiencia.
Nos anclamos fuertemente a nuestras experiencias del pasado, y a nuestras preocupaciones del futuro, como si fueran lo real, cuando nos alejan de lo verdaderamente real, que es nuestro presente.
Esto es lo que desafortunadamente ocupa nuestra mente, y nos impide ver con claridad todo aquello que tenemos delante.
Porque la experiencia nos hace ir perdiendo la capacidad de sorprendernos y nos va acrecentando la capacidad de preocuparnos.
Renunciar a vivir plenamente la realidad por ser temida o reconocida, nos avoca a “no vivir verdaderamente”.
Esta es la “mirada del experto”. La que nos sirve para gestionar la vida y nos protege. Pero también la que reduce nuestra perspectiva, no dejándonos disfrutar de lo más básico.
Para experimentar y vivir, es bueno “desempolvar” nuestra mente original de principiantes.
Esto es lo que plantea Mindfulness. Y es lo que propone con su práctica.
La esencia de las cosas sigue siendo la misma. La podemos redescubrir de una nueva forma, si somos capaces de no hacerlo todo con nuestra mirada contaminada de experto.
Sin duda, desde la sabiduría que nos da la “mente de experto”, deberíamos darnos cuenta, de que, si tratáramos de ver, con la mirada de quien ve las buenas experiencias por primera vez, seriamos más felices.
Pero nos olvidamos de intentar otros planteamientos, porque estamos insensibilizados a las cosas más básicas. Ocupados en vagar sin recapacitar, en vez de caminar con certeza.
Por puro egoísmo. Aunque solo sea, para reconquistar la experiencia primera de todo lo que la vida nos ofrece, merece la pena convertir nuevamente lo ordinario en extraordinario.
Dar la oportunidad, a todo lo bueno conocido, de ser vivido de nuevo como si fuera la única vez.
Haz la prueba con algo que realices a diario. Tomarte un café, conducir, cepillarte el pelo. Conversar con un amigo, con tu colega, con tu pareja, con tus hijos.
Intenta ver momento a momento, todo lo que encierra, y disfruta al máximo de la experiencia, saboreando cada instante, dándote cuenta de cada una de las sensaciones que despiertan en ti. Ya sean buenas o no tan buenas.
Todo lo que a priori es bueno, como un agradable aroma, una buena vista, una sensación táctil, un sonido… Cualquier cosa, desmenúzala y vívela como si fuera una experiencia que estas a punto de descubrir.
Ralentiza y observa la experiencia, y date cuenta del cambio que se produce. De la capacidad que tienes para aprovechar esa vivencia. Porque la capacidad de disfrutarla, sigue estando en ti. Basta con redescubrirla.
Esto es darse cuenta de tu propia capacidad de ser Mindfulness. Mindfulness es vivir con plenitud el presente.
Porque no debemos dejar de sorprendernos y buscar nuevos rincones. En el “gran escenario de la vida”, sigue habiendo mucho en estado virgen por descubrir. Mejor volver a disfrutarlo con nuestra mente de principiante.
No solo hay nuevos rincones, también los rincones de siempre, siguen ahí con toda su potencialidad para sorprendernos de nuevo. Basta con mirarlos y fijarse bien otra vez.
Porque la capacidad que teníamos de niños, para verlos como quien ve por primera vez, es algo que siempre, de alguna manera, tendremos de adultos.
Si estas un rato viviendo y disfrutando plenamente cualquier experiencia con tu hijo, o con tu nieto, podrás comprobar que esa capacidad, en el fondo, sigue estando en ti.
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LOLA LOPEZ
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