La Nueva Empresa en la Era del Capitalismo Consciente
La economía de libre mercado ha abierto un camino de progreso para la humanidad durante los últimos dos siglos. De acuerdo a autores como Matt Ridley, el crecimiento en todos los indicadores de prosperidad ha sido abrumador. Gracias a la prosperidad económica, alimentada por el desarrollo tecnológico, gran parte de la humanidad tiene acceso a niveles de bienestar que poco tiempo atrás solo estaban a disposición de minorías privilegiadas. Como demuestra el análisis de bases de datos a partir de indicadores como PIB per capita, analfabetismo, mortalidad infantil, esperanza de vida al nacer, nutrición, pobreza extrema, el progreso de la humanidad durante los últimos 200 años es incuestionable e incluye masivamente a las economías en desarrollo (ver la charla TED de Hans Rosling). Por otra parte, la masificación y abaratamiento de las tecnologías de la información, permite que hoy día una proporción creciente de la humanidad esté integrada a los flujos de información.
No obstante, la búsqueda de ganancia económica debe estar en armonía con la sostenibilidad social y ambiental. De lo contrario, la economía de libre mercado pierde legitimidad ante la ciudadanía, no cumpliendo con las expectativas y abriendo la puerta a la búsqueda de soluciones rápidas a través de gobiernos populistas.
Por una parte, existe el riesgo de crear sociedades fragmentadas, oligárquicas, con desigualdades de origen y captura de recursos por parte de la élite política y empresarial. Es decir, como sugieren Daron Acemoglu y James Robinson, la prevalencia de instituciones "extractivas", donde las masas no ven representados sus intereses en el sistema político. Los indicadores de desigualdad de ingresos y de riqueza no han hecho sino deteriorarse en gran parte del mundo, a partir de la década de 1980, incluyendo tanto a países desarrollados (Estados Unidos), como a las economías emergentes de más rápido crecimiento (como China). La desigualdad económica es un problema en la medida que se correlaciona con menores niveles de confianza social, peores indicadores de salud, mayor criminalidad y menores índices de felicidad (ver a Richard Wilkinson).
Por otro lado, el deterioro del medio ambiente está amenazando las bases mismas del crecimiento económico en el largo plazo. Se espera que el cambio climático, causado por la actividad humana, tenga consecuencias negativas sobre el crecimiento económico, perjudicando de forma desmesurada a los países en desarrollo localizados en zonas tropicales (ver artículo del World Economic Forum).
Uno de los mayores errores del siglo XX, y que está en la base de la desconfianza hacia el empresariado, es la idea de que los actores empresariales debiese tener como único norte las ganancias económicas inmediatas y el valor creado a los accionistas (el "shareholder value capitalism"), en desmedro del bienestar de sus empleados, de las comunidades, de sus proveedores, del medio ambiente, y de sus mismos clientes. Estas ideas fueron ampliamente difundidas por intelectuales como Milton Friedman. De acuerdo al economista, "en una economía libre existe una y sólo una responsabilidad social de las empresas - utilizar sus recursos e involucrarse en actividades diseñadas para incrementar sus ganancias, en la medida que operen dentro de las reglas del juego" (ver artículo). Es decir, más allá de lo que la ley obligue, según Friedman, la empresa no debiese asumir un mayor liderazgo en la resolución de problemas sociales y ambientales.
El llamado “capitalismo consciente” es un movimiento que busca revertir este enfoque restrictivo, llamando a los actores empresariales a actuar con un propósito social. La evidencia presentada por los defensores de este enfoque, apunta a que las empresas comprometidas con sus comunidades, y a quienes interesa la creación de valor en el largo plazo, tienen mayores tasas de supervivencia y crecimiento (ver artículo).
La mala reputación del empresariado en Chile (como señala un reciente artículo en The Economist, y como se ha visto reflejado en las encuestas de opinión pública), así como de forma generalizada en América Latina, es síntoma de una forma maligna de capitalismo, que trae consigo un germen de autodestrucción.
El capitalismo consciente, según John Mackey (CEO de Whole Foods) y Raj Sisodia (profesor de Babson College) en el libro "Capitalismo Consciente", se basa en cuatro principios: 1) contar con un propósito superior y valores esenciales; 2) la integración de los agentes implicados; 3) un liderazgo consciente; y 4) una cultura y dirección conscientes.
¿Qué nos enseña el movimiento del capitalismo consciente?
- Las empresas con un propósito social, que buscan generar bien en el mundo a través de sus productos y servicios, son más exitosas.
- Las empresas que se preocupan del bienestar de sus empleados, evitando la rotación, que los empoderan e invierten en su desarrollo, son más exitosas.
- Las empresas que trabajan en forma colaborativa con sus proveedores, son más exitosas.
- Las empresas que cuenta con inversores “pacientes”, cuyo compromiso con la empresa es de largo plazo, son más exitosas.
- Las empresas que cuidan que las normas con las que operan se extiendan a toda su cadena de suministro, son más exitosas.
El movimiento del capitalismo consciente va en un sentido similar al de las “empresas b”, así como al movimiento por el “valor compartido”, la contabilidad de "triple resultado", la economía circular y el énfasis creciente en la responsabilidad social corporativa. En cada uno de estos casos, lo que se impone es una visión holística de la empresa, como actores que operan de manera interdependiente en ecosistemas de valor y cadenas de suministro de alta complejidad, y donde es crítica la relación con el gobierno, las comunidades y el medio ambiente. La empresa no es un actor reactivo, sino puede asumir liderazgo. Como señalan William Eggers y Paul Macmillan en "The Solution Revolution", las empresas, trabajando en conjunto con los innovadores, inversionistas, el gobierno y las comunidades, pueden aportar recursos críticos para la solución de los grandes problemas de la humanidad.
¿Es posible que una empresa pueda responsabilizarse de manera integra de todos los efectos indirectos de su accionar? Ciertamente, es difícil hacerlo en cadenas de suministro de alta complejidad. Todas las grandes corporaciones se exponen a riesgos a tratar con sus proveedores, sobre todo si estos provienen de diversas partes del mundo, con estándares ambientales y laborales variados. Muchas trasnacionales se han visto expuestas a controversias debido a las prácticas de sus proveedores (casos como el de Nike, y de forma reciente en Apple).
Además de John Mackey, emprendedores como Elon Musk (Tesla, SpaceX, SolarCity), Jack Ma (Alibaba), Jeff Bezos (Amazon), así como de los más exitosos empresarios de nuestra era, cuentan con una motivación que nace del deseo de construir algo grande, con impacto en la humanidad. La suya no es la figura del especulador, cuyo único norte es la creación de riqueza, indistintamente de cómo se obtenga. Lo que mueve a un Elon Musk es el sueño de transformar a la humanidad, de ayudar de forma sustantiva al progreso humano. Como ha señalado en entrevistas: "No existe tal cosa como un negocio, solo la búsqueda de un objetivo - un grupo de gente persiguiendo un objetivo".
Ciertamente, es difícil que una empresa aplique de igual forma cada uno de los principios del capitalismo consciente. Las empresas de Musk, por ejemplo, son claramente empresas animadas por un propósito, avanzando proyectos radicales en los que pocos creían en sus inicios. No obstante, se ha reconocido que el trato brindado a los trabajadores (todos altamente calificados y motivados), no siempre es el mejor (como sostienen muchos de los empleados entrevistados en su reciente biografía). A pesar de ello, es evidente que trabajar en una empresa guiada por un propósito superior es una fuente de motivación mucho más efectiva que la compensación monetaria (el economista conductual Dan Ariely, presenta resultados experimentales que resaltan el valor del significado del trabajo como fuente de motivación).
¿Qué modelo de empresa prevalecerá en el siglo XXI? Es muy probable que los mayores estándares de responsabilidad social y ambiental movilicen a las empresas, sobre todo a quienes quieran ser competitivas en economías avanzadas, a incorporar los principios del capitalismo consciente. No obstante, quienes asuman un liderazgo proactivo, ganarán en adaptabilidad, evitarán conflictos sociales, tendrán un diálogo fluido con el gobierno y las entidades regulatorias, y ganarán en reputación e imagen de marca ante consumidores más exigentes.