La paradoja de la globalización china: El ascenso y la caída inminente de su industria manufacturera
El pesimismo que rodea a la economía china refleja problemas reales, desde edificios de departamentos a medio construir hasta deudas incobrables, pero también refleja una creciente desconfianza hacia la información que el gobierno chino está dispuesto a divulgar. El 19 de agosto, las bolsas dejaron de publicar cifras diarias sobre la disminución de las entradas de inversión extranjera. Las estadísticas de la balanza de pagos se han vuelto tan confusas que hasta el Tesoro de Estados Unidos está desconcertado. Las cifras del desempleo juvenil, que es un problema enorme, según las autoridades habían “mejorado y optimizado” y, ¿quién lo hubiera imaginado?, han resultado más bajas.
China enfrenta una crisis de confianza donde la falta de información confiable está agravando el problema. Al dar marcha atrás en su política de décadas de liberalización parcial del flujo de información, China está poniendo en peligro su plan de reestructurar la economía en torno a nuevas industrias. El estricto control de la información por parte de Xi Jinping corre el riesgo de convertir al país en otro ejemplo de cómo el gobierno autocrático no sólo es iliberal sino también ineficiente. Algo similar ocurrió en la Unión Soviética.
La Oficina Nacional de Estadísticas de China lleva más de 30 años midiendo el estado de ánimo de los consumidores. Durante la crisis financiera asiática de 1997-98, la crisis financiera mundial de 2007-09 y las oscilaciones de la moneda china de 2015, el medidor del estado de ánimo nunca bajó mucho de 100, el punto que técnicamente separa el optimismo del pesimismo. Luego, en abril de 2022, la confianza se desplomó. Shanghai y otras grandes ciudades decretaron confinamientos en esa época para evitar la propagación del covid-19. Se puede argumentar que la moral del consumidor importa mucho menos que el espíritu de los empresarios. Incluso los pesimistas tienen que comprar alimentos.
Pero los hogares no sólo compran alimentos, sino que también compran propiedades, un activo duradero que no se considera un bien de consumo y, por lo tanto, no aparece en las cifras de consumo. La falta de confianza ha deprimido sin duda la compra de viviendas. Los potenciales compradores de viviendas temen que los promotores inmobiliarios poco confiables no puedan completar los departamentos pagados por adelantado, lo que ha socavado el modelo de negocio de muchos promotores inmobiliarios, empeorando la crisis inmobiliaria de China.
El pesimismo no se limita a los consumidores. Las empresas extranjeras llevan mucho tiempo quejándose de políticas injustas o impredecibles donde la inversión extranjera directa en el país se desplomó hasta menos 14.800 millones de dólares en el segundo trimestre del 2024, la peor cifra registrada. Incluso las propias empresas chinas no tienen una visión mucho más optimista. Cada mes, los estadísticos del gobierno encuestan a miles de gerentes de compras sobre su producción, carteras de pedidos, contrataciones y perspectivas y en la última encuesta, las expectativas empresariales cayeron en agosto 2024 a sus niveles más bajos después de la pandemia.
El problema de China refleja problemas más profundos, más allá de las circunstancias económicas actuales. La fe en la formulación de políticas de China se vio destrozada por los confinamientos de la pandemia y de las abruptas medidas regulatorias enérgicas contra algunas de las empresas más famosas de China. En ambos casos, los funcionarios dejaron de lado la prosperidad privada en pos de otros objetivos.
Los bajos tipos de interés no tentarán a la gente a endeudarse y gastar. El aumento del gasto público no atraerá el gasto privado. Los estímulos no reactivarán ni la economía ni la confianza.
No podemos cambiar el pasado, pero podemos aplicar sus lecciones para lograr un futuro mejor. En el caso de China, esto significa implementar una política fiscal y monetaria más expansiva para ayudar a reducir el exceso de capacidad a nivel macroeconómico y crear al mismo tiempo más espacio para eliminar el exceso de capacidad a nivel sectorial. En los últimos meses, el exceso de capacidad en China ha sido un tema importante de discusión y una fuente de controversia entre economistas y responsables de políticas de todo el mundo. En las últimas cuatro décadas, a medida que China pasó de una economía planificada caracterizada por la escasez a una economía de mercado que oscila entre una demanda agregada insuficiente sobrecalentada, su gobierno a menudo buscó eliminar el exceso de capacidad cuando surgió.
Después de la crisis financiera mundial de 2008, las exportaciones de China se desplomaron, lo que llevó a una desaceleración económica significativa. En el primer trimestre de 2009, el PIB chino creció apenas un 6,1%, la tasa más baja en más de una década. Para contrarrestar este shock, el gobierno chino introdujo un plan de estímulo de 560.000 millones de dólares e impulsada por inversiones en activos fijos, la economía china se recuperó con fuerza y alcanzó un crecimiento del 10,6% en 2010.
Si bien la demanda agregada también aumentó rápidamente, la oferta agregada no logró mantener el ritmo, ya que lleva tiempo que las nuevas inversiones se traduzcan en una mayor capacidad de producción. Este desajuste contribuyó a un repunte de la inflación, y el índice de precios al consumidor aumentó un 3% en 2010. Luego, el crecimiento del IPC alcanzó un máximo del 5,4% en marzo de 2011, el gobierno chino anunció como principal prioridad política para el año sería frenar la inflación. Pero la capacidad de producción asociada con las inversiones pasadas ya se estaba formando, si no se estaba volviendo operativa. En consecuencia, cuando el ajuste fiscal y monetario redujo la demanda agregada, surgió un nuevo desajuste y aumentó la sobrecapacidad en muchas industrias, entre ellas la del acero, los automóviles, el cemento, el aluminio electrolítico, los pesticidas, la energía fotovoltaica y el vidrio.
En ese momento, el crecimiento del IPC había caído por debajo del 3% y el índice de precios al productor estaba en territorio negativo. En esas circunstancias, la respuesta típica al aumento de la sobrecapacidad habría sido volver a la expansión fiscal y monetaria para estimular la economía. En cambio, el gobierno chino decidió seguir aplicando medidas restrictivas. Como resultado, el crecimiento del PIB cayó al 7,7% en 2012 y ha disminuido continuamente desde entonces. En retrospectiva, hubiese sido posible que las presiones inflacionarias se hubieran calmado si el gobierno no hubiera aplicado medidas restrictivas fiscales y monetarias en 2011, debido a la formación gradual de nuevas capacidades de producción. Si las autoridades hubieran aplicado una expansión fiscal y monetaria moderada y al mismo tiempo hubieran impulsado al mercado a desempeñar un papel decisivo en la eliminación del exceso de capacidad sectorial en 2012, China bien podría haber logrado tasas de crecimiento del PIB más elevadas en los años siguientes.
Antes de que Estados Unidos y Europa tomen represalias contra China por exportar su exceso de capacidad, es fundamental comprender la resistencia del gigante exportador chino, lo que sería útil antes que adoptar medidas proteccionistas instintivas que solo sirven para avivar tensiones donde la participación de China en las exportaciones globales ha seguido aumentando, a pesar de las respuestas comerciales más restrictivas de otros países y las medidas internas que deberían haber corregido el desequilibrio.
Desde mediados de los años ochenta hasta la crisis financiera global de 2008, la relación entre las importaciones de China y el PIB aumentó más del doble, de aproximadamente el 14% a alrededor del 33% y el saldo de cuenta corriente de China; el exceso de exportaciones sobre importaciones; se movió de un déficit del 4% del PIB a un superávit de casi el 10%. Estos resultados reflejaron la apertura de China al mundo exterior, donde su participación en las exportaciones mundiales de manufacturas aumentó de menos del 1% en 1985 al 12% en 2007, produciendo un crecimiento más rápido de la productividad del sector manufacturero en China en comparación con el resto del mundo.
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China se embarcó en un estímulo masivo en los años posteriores a la crisis financiera mundial, financiando un auge inmobiliario y de infraestructura. Este cambio en el gasto público inclinó la composición de la producción hacia los bienes no transables.
En la actualidad, el superávit de cuenta corriente de China está aumentando de nuevo y su moneda se está debilitando lo que genera un aumento de la presión sobre Estados Unidos y Europa para que tomen medidas de represalia donde el primer paso debería ser entender esta paradoja de la globalización de China y pensar que puede estar subsidiando masivamente sus exportaciones de una manera poco convencional o podría ser que las empresas chinas hayan sido muy eficientes, especialmente en el dominio de nuevas tecnologías en sectores como los vehículos eléctricos.
En lo que respecta al gasto de consumo de los hogares, es probable que China no esté tan rezagada respecto de otras grandes economías como sugieren los datos oficiales. No obstante, a medida que disminuye la importancia relativa de la acumulación de capital y los rendimientos de la inversión siguen cayendo, es necesario hacer más para aumentar el ingreso disponible de los hogares.
En definitiva, China debiese adoptar un modelo de crecimiento que apoye el aumento de los ingresos disponibles de los hogares, en lugar de seguir por el camino de la acumulación excesiva de capital. Para ello, el gobierno debería fomentar actividades económicas con salarios más altos, como las del sector de servicios, y fortalecer el entorno empresarial, en particular ampliando el papel decisivo de las fuerzas del mercado en la asignación de recursos.
China ha construido su sector manufacturero en gran medida sobre la base de una abundante fuerza laboral y una alta demanda americana. Ahora, el menor acceso al mercado americano, combinado con tendencias como el envejecimiento de la población y un cambio hacia los servicios, ha hecho que el declive de la industria manufacturera china sea inminente.
El exceso de capacidad china está generando preocupaciones en todo el mundo. China representa casi un tercio del valor agregado de la industria manufacturera mundial y una quinta parte de las exportaciones mundiales de manufacturas. Para entender lo que está sucediendo ahora en China, vale la pena recordar la historia reciente de Japón. Después de la Segunda Guerra Mundial, el sector manufacturero japonés creció rápidamente, gracias en gran medida al acceso al enorme mercado americano. Pero el Acuerdo del Plaza firmado el 22 de septiembre de 1985 en el hotel Plaza de Nueva York impulsó el valor del yen y debilitó las exportaciones japonesas qué junto con el envejecimiento de la población y la contracción de la fuerza laboral, revirtieron esta tendencia. Entre 1985 y 2022, la participación de los bienes japoneses en las importaciones americanas se redujo del 22% al 5%, y la participación de Japón en las exportaciones manufactureras mundiales se redujo del 16% al 4%. Además, la participación de Japón en el valor agregado manufacturero mundial cayó drásticamente, del 22% en 1992 al 5% en 2022. China ha seguido una trayectoria ascendente similar en las últimas décadas, pero el auge de la industria manufacturera china dependió aún más del mercado americanas. Las importaciones de Japón desde Estados Unidos equivalieron al 51% de sus exportaciones a ese país en el período 1978-84, en comparación con una participación del 23% para China en el período 2001-18.
Las políticas de planificación familiar chinas son en gran medida responsables de este desequilibrio. En general, el ingreso disponible de los hogares representaría entre el 60% y el 70% del PIB de un país para sostener un consumo familiar de alrededor del 60% del PIB. Sin embargo, en China, la política de hijo único, que estuvo vigente desde 1980 hasta 2015, limitó los ingresos de los hogares; alentó un alto nivel de ahorro y restringió la demanda interna.
Como resultado, el ingreso disponible de los hogares chinos cayó del 62% del PIB en 1983 al 44% del PIB en la actualidad, y el consumo de los hogares cayó del 53% del PIB al 37% del PIB. En Japón, en cambio, el consumo de los hogares equivale al 56% del PIB.
Además de perder el mercado americano, China está perdiendo sus propias empresas manufactureras, que están trasladando parte de su producción a países como Vietnam y México, para evitar los aranceles americanos. Esta transferencia parcial augura una retirada más amplia, muy similar a la que enfrentó el sector manufacturero de Japón cuando cayó en declive.
China se parece cada vez más a Japón por otras dos razones. En primer lugar, su fuerza laboral se está reduciendo y envejeciendo rápidamente. En segundo lugar, el sector de servicios de China está destinado a exprimir la industria manufacturera. A medida que el gobierno de China busque aumentar la participación del PIB en el ingreso disponible de los hogares, la demanda china de bienes americanos aumentará y algunos trabajadores de la industria manufacturera se trasladarán al sector de servicios, que es también donde encontrará empleo el grupo de graduados universitarios de China, que crecen rápidamente.
El declive de la industria manufacturera podría no ocurrir tan rápido como en Japón, porque China tiene un mercado interno más grande y un ecosistema industrial más completo, y porque está invirtiendo fuertemente en inteligencia artificial y robótica, que podrían generar ganancias de productividad.
Pero el declive es inevitable e irreversible.
Gestión Comercial B2B, Venta Estratégica y manejo de cuentas claves
4 mesesMuy interesantes todos los datos y análisis.. China quiere competir en un libre mercado mundial siendo un gobierno autoritario, partido único y con poco transparencia en la información.. ¿Puede sostenerse este modelo de Capitalismo en lo económico y Autoritario en lo social?