La paradoja de la inflación con pobreza

La paradoja de la inflación con pobreza

Observando la inocencia de los niños, que creen que cuantos más billetes tienen más cosas pueden comprar, podremos entender la falsa lógica de quienes promueven políticas inflacionarias..

 

Sin analizar el poder adquisitivo del dinero, identificar la capacidad que tienen los billetes para satisfacer necesidades y deseos es una cuestión abstracta.

 

Los que sabemos qué es vivir con inflación conocemos lo efímero del valor del dinero por sí solo. 

 

Es una regla básica de la economía y los negocios que quienes ofrecen bienes o servicios traten de obtener el mayor precio por ellos. 

 

Es natural que se busque ganar más, tanto a través del aumento en la ganancia por unidad como por el incremento en el volúmen en las ventas, estos conceptos se conocen como utilidad y escala, que, en conjunto, definen  la rentabilidad de un negocio.

 

Por ejemplo, si un empresario ofrece un producto a 100 pesos y vende todos los que produce, puede tomar dos decisiones para ganar más dinero:

 

  1. Producir más para aumentar su participación en el mercado y bajar sus costos por ahorros relacionados con la escala o,
  2. Subir el precio para ver hasta donde sus clientes lo convalidan. 

 

En el primer caso, deberá hacer inversiones, agrandar la planta, contratar más personal, comprar más materia prima, en resúmen invertir y ampliar su capital de trabajo. 

 

En la otra alternativa, sólo tiene que tocar la lista de precios y esperar la respuesta de sus clientes. 

 

Es aquí en donde las condiciones de entorno son definitorias.

 

Si existen trabas o inseguridades a la hora de tomar decisiones de inversión es seguro que optará por la variante de maximizar la rentabilidad por precio en lugar que por escala.

 

Entonces, llevará su producto de 100 a 200 y de ahí a 500 y quizás a 1000. Hasta que algún día el mercado diga basta. 

 

En este modelo quienes ostentan un lugar de privilegio son los oferentes de bienes y servicios de primera necesidad y de consumo masivo, en grandes rasgos, alimentos, artículos de limpieza, perfumería y farmacia. Esas cosas que “siempre” debemos comprar. 

 

Cuando nos encontramos dentro de una economía inflacionaria la principal herramienta para  hacer bajar los precios es dejar de consumir. 

 

Quienes reducen el diagnóstico de las causas de la inflación al fenómeno monetario atribuyen sólo al circulante la responsabilidad del aumento de precios, sin embargo hay otros factores que determinan estos procesos.

 

Analicemos diferentes escenarios:

 

  1. El banco central emite dinero para acumularlo en sus cuentas.  Ese incremento no se traslada a precios pues los consumidores tendrían los mismos pesos en su sistema para gastar.
  2. El dinero emitido se  “asigna discrecionalmente” a una empresa. En este caso, el poder adquisitivo de esta  compañía la pondría en ventaja con las otras volviéndola “más competitiva”, de esta forma se quedaría con su competencia. Sin embargo, sólo podrían subir los precios de las cosas que esta empresa adquiera
  3. Ahora bien, si el dinero se distribuye entre la mayoría de los habitantes, fundamentalmente, entre quienes menos tienen, el consumo se orientará, principalmente en los productos de primera necesidad, en consecuencia, estas empresas serán quienes acumulen mayor stock de pesos. 

 

A partir de aquí, es claro que el fenómeno monetario empieza a tener mayor presencia. Al ser los pesos superabundantes, las compañías saben que los volverán a tener, incluso subiendo los precios, por eso los desprecian. Esto lleva a que, para mantenerlos, demanden premios mayores (tasas de interés) o directamente se deshagan para pasarse a otras alternativas menos ofrecidas (en nuestra economía, dólares).

 

Entonces nos encontramos frente a la paradoja de la inflación con pobreza. 

 

Sabemos que la expansión monetaria que se produce para financiar políticas de asistencia directas como puede ser la AUH o indirectas como son las nóminas interminables de empleados públicos, sirven para que la pobreza e indigencia sean menores. 

 

Por otro lado, también sabemos que si la emisión monetaria se destina principalmente a sostener el consumo de bienes y servicios básicos será inflacionaria.

 

Tal vez, utilizar a nuestro cuerpo humano como ejemplo sea de utilidad.

 

Imaginemos que nuestro aparato circulatorio se asemeja al sistema monetario.

 

Las arterias y venas tendrían su paralelo en los medios y sistemas de procesamiento de pagos y la sangre en el dinero.

 

Supongamos que, por alguna razón, existe una arteria por la que sale del sistema un gran caudal de sangre. 

 

Por más transfusiones que se hagan siempre será insuficiente. Mientras que algunas partes del organismo recibe la sangre donada, el sector que se encuentra luego de la arteria ulcerada carece de irrigación, es decir que por más que se haga el esfuerzo de conseguir nuevos y más dadores, hay partes del sistema que se quedan sin el vital fluido. 

 

Lo mismo ocurre con la economía luego de largos procesos de emisión que derivan en escenarios inflacionarios. 

 

La ortodoxia se queda sin herramientas. 

 

Los pobres deberían ser tan pobres como para dejar de consumir los productos básicos, son esas partes del cuerpo humano que carecen de irrigación. Mientras tanto, los ricos acumulan tantos pesos que los desprecian, representados por esas fugas arteriales. 

 

Sin embargo, existe una solución. 

 

La tecnología del dinero digital permite segmentar al aparato circulatorio en circuitos independientes y descentralizados, es decir generar ecosistemas transaccionales de pagos de manera tal que la emisión monetaria tenga un correlato en incrementos en la oferta de bienes y servicios y en la generación de empleo. 

 

Parte del gasto y la inversión pública puede destinarse a la reserva de mercado para comercios de proximidad y productores de economías regionales y pequeñas y medianas empresas. 

 

La trazabilidad de las monedas digitales y la posibilidad de su direccionamiento revolucionarán los modelos monetarios, fiscales y tributarios.

 

Más allá de qué candidato a presidente enarbole la bandera del peso digital, los sistemas de procesamientos de pagos soberanos basados en blockchain serán necesarios para cualquiera de ellos para salir de esta crisis que agotó las herramientas para salir de la pobreza sin sacarla de ella y que, a pesar de tener una economía que decrece sigue siendo inflacionaria.

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