La presencia de Dios
La presencia de Dios
Jueces 13:21-23 (LBLA)
21 “Y el ángel del SEÑOR no volvió a aparecer a Manoa ni a su mujer. Entonces Manoa supo que era el ángel del SEÑOR.
22 Y Manoa dijo a su mujer: Ciertamente moriremos, porque hemos visto a Dios.
23 Pero su mujer le dijo: Si el SEÑOR hubiera deseado matarnos, no habría aceptado el holocausto ni la ofrenda de cereal de nuestras manos; tampoco nos habría mostrado todas estas cosas, ni nos habría permitido ahora oír cosas como éstas”.
No deja de asombrarme la enorme diferencia que existe entre la respuesta a las manifestaciones divinas que encontramos en la Palabra, y las supuestas manifestaciones que nosotros experimentamos en nuestras reuniones semanales. La respuesta de Manoa, en el texto de hoy, es típica del personaje bíblico, especialmente en el Antiguo Testamento. Luego de que Dios luchó con Jacob durante toda una noche, el patriarca exclamó, asombrado: “Y Jacob le puso a aquel lugar el nombre de Peniel, porque dijo: He visto a Dios cara a cara, y ha sido preservada mi vida” (Génesis 32:30 LBLA).
De igual manera, cuando Gedeón entendió que había sido visitado por el ángel de Jehová, dijo: “22 “Al ver Gedeón que era el ángel del SEÑOR, dijo: ¡Ay de mí, Señor DIOS! Porque ahora he visto al ángel del SEÑOR cara a cara. 23 Y el SEÑOR le dijo: La paz sea contigo, no temas; no morirás. 24 Y Gedeón edificó allí un altar al SEÑOR y lo llamó El SEÑOR es Paz, el cual permanece en Ofra de los abiezeritas hasta hoy”.” (Jueces 6:22 LBLA). Así también ocurrió con el apóstol Juan, en Apocalipsis. “Cuando lo vi, caí como muerto a sus pies. Y Él puso su mano derecha sobre mí, diciendo: No temas, yo soy el primero y el último” (Apocalipsis 1:17 LBLA).
Estos no son más que algunos de los muchos ejemplos que encontramos en la Palabra de personas que tuvieron un encuentro dramático con la persona de Dios. En todos los casos, sin excepción, vemos que el terror se apoderó de ellos.
En nuestro medio prácticamente no pasa una reunión en la cual no pidamos a Dios que se manifieste, que descienda fuego del cielo o que caiga sobre nosotros el Espíritu Santo. En aquellos encuentros de alabanza donde la combinación de música y canciones es del gusto particular del que dirige, esta proclama que se “siente” la presencia de Dios, o que el Señor está en medio de nosotros. No obstante, no debemos olvidar que las visitaciones del Altísimo en la Palabra siempre fueron recibidas con profundo espanto por aquellos que estaban presentes.
¿Qué es lo que nos distingue a nosotros, para que nuestra experiencia de la presencia de Dios sea tan gratificante y placentera? Creo que podemos afirmar, sin temor a equivocarnos, que lo que nosotros llamamos “presencia” de Dios no es más que una serie de sensaciones agradables en un momento de ejercicio espiritual. El hecho de que nosotros cataloguemos de espiritual una particular experiencia en nuestras vidas no indica para nada que dicha vivencia tenga matices sobrenaturales.
Las manifestaciones sobrenaturales en la Palabra tienen un carácter enteramente diferente a las nuestras. Observamos en la Biblia que, casi sin excepción, las personas que fueron visitadas no estaban buscando una visitación por parte de Dios. Aquellos que recibieron semejante manifestación fueron profundamente conscientes, en ese momento, de su absoluta pequeñez frente a la persona de Dios. No fue una experiencia placentera sino, más bien, un encuentro traumático.
CORAM DEO (Ante la cara de Dios)
Para pensar:
¿No será apropiado, entonces, revestirnos de cierta cautela a la hora de acercarnos a Dios? ¿Quién de nosotros realmente entiende su mover? ¿De dónde surgen estos expertos que declaran con tanta confianza que Su «presencia» está en medio de nosotros? Tanta «familiaridad» con la persona de Dios siempre me deja con cierta sensación de vergüenza. ¡En cuanto a mí, prefiero que no sea tan obvia mi ignorancia!