La realidad económica de París.

La realidad económica de París.

En la escuela, los economistas aprenden que durante las crisis el sistema entero se limpia. Las empresas sin un modelo de negocio sostenible desaparecen, atacadas por las deudas en cuanto las condiciones económicas empeoran. Las empresas resilientes y con un modelo de negocio robusto aguantan y salen fortalecidas. 

Es como una especie de ley natural inevitable, las cosas se crean y se destruyen y sólo los mejores sobreviven, en una especie de genetismo económico que permite al sistema seguir siendo productivo. La teoría puede ser razonable, pero la realidad es muy diferente. La pandemia está destruyendo negocios injustamente. 

La crisis actual está destruyendo negocios perfectamente rentables que tienen que cerrar ahogados por deudas que en condiciones normales podrían pagar. La falta de clientes y la coyuntura económica es tan cruenta que ni los mejores negocios son capaces de sobrevivir. 

En París la situación es preocupante. Negocios que hace un año ganaban mucho dinero ahora están a punto de cerrar. La librería Shakespeare and Co, mítica librería situada al lado de la catedral de Notre Damme, está en apuros desde hace tiempo. Se encuentran pidiendo donaciones a sus lectores y fans, so pena de tener que cerrar asfixiados por las deudas. Es probablemente una de las librerías más famosas de París, y temen por su cierre. No quiero ni pensar cómo está el resto. 

Los estudiantes universitarios hablaban en la radio el otro día. Me costó desayunar. Están atrapados en París por sus contratos de alquiler, pero sin poder ir a clase. Suelen ser jóvenes que han venido a estudiar aquí. Sus padres no tienen dinero para pagar la renta y el resto de los gastos. Cómo resultado, jóvenes de 18 a 25 años están yendo a los bancos de aliemntos por primera vez en su vida. 

La reportera preguntaba a una de estas chicas por el mito que dice que los alumnos se estaban levantando tarde para perderse el desayuno. Ella, con toda naturalidad, contestó que sí, es cierto, pero que ella prefería saltarse la cena y no el desayuno, porque le resultaba más práctico. 

Son estudiantes de la Sorbona, la universidad más importante de Francia, que no pueden comer más de una vez al día. Sus neveras estaban prácticamente vacías. 

Un gimnasio de lujo cerca de donde vivo está a punto de cerrar porque el coste de mantener todo aquello es desorbitado. Para mantenerse a flote, tuvieron que pedir a sus abonados que siguieran pagando las mensualidades pese a no poder acudir al establecimiento. No creen ser capaces de sobrevivir mucho tiempo si tienen que seguir pagando los costes fijos del gimnasio sin ningún ingreso. 

La otra versión de esta historia son los restaurantes y bares clandestinos que están abriendo por toda la ciudad. Traen a sus clientes habituales y les sirven de comer o de beber a puerta cerrada. Es un respiro tanto para el cliente, que puede volver a tomarse una cerveza en su bar de siempre, como para el local, que necesita ingresos para pagar la renta. 

En fin, esta crisis está cambiando el estado de las cosas. 

Las ayudas no sirven y no son suficientes. No quiero ni pensar en la cantidad de dinero que habrá perdido el estado para sufragar negocios que han terminado por cerrar. Ese dinero sale del bolsillo de los contribuyentes y ha ido a parar a los bancos y los grandes propietarios de inmuebles. El negocio de barrio que recibía las ayudas se ha ido igualmente a pique, pero unos meses más tarde. 

La recuperación no será tan fácil. Sobre todo por los niveles de deuda que estamos acumulando y el mordisco que va a recibir el PIB. Cuando acabe la crisis, la reconstrucción de todos estos negocios será lenta y muchos no volverán a aparecer, dominados por las grandes cadenas, que serán las ganadoras de esta crisis. 

El porcentaje de la deuda sobre el PIB, ese indicador que utilizamos para medir la sostenibilidad a largo plazo de la deuda nacional, alcanzará niveles estratosféricos. Esperemos que, gracias a los bonos y la protección europea, ningún inversor se asuste y huya despavorido. 

La vida después de la pandemia será muy diferente. No creo que vaya a ser mejor o peor, eso depende de cómo se posicione cada uno con respecto a la misma. Pero las cosas van a cambiar. Sólo cuando miremos atrás nos daremos cuenta de lo que perdimos para siempre.



Daniel Alonso Viña

1.12.2020

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