La reflexión y la filosofía son necesarias para el Liderazgo
La dirección empresarial es una profesión orientada a la acción. Una de las principales características de un buen directivo es poder tomar decisiones rápidamente, gestionar reuniones de manera eficiente y, en general, impulsar y mejorar la productividad. El tiempo es uno de los recursos más escasos y valiosos del mundo de la gestión y, por tanto, debe administrarse de forma eficiente. Entre las mejores prácticas del presidente de un consejo de administración está el finalizar las reuniones a su debido tiempo y haber cubierto todos los temas del orden del día.
Asimismo, una de las ventajas competitivas que intentan desarrollar las empresas innovadoras es el “time to market”, la rapidez con la que se ponen a disposición de los clientes nuevos servicios o productos. La mayoría de los líderes empresariales estarían de acuerdo en que esta velocidad y capacidad para maximizar el uso del tiempo hasta el punto en que los competidores copian productos o servicios es la mejor manera de proteger una innovación. Agilidad y rapidez definen al director innovador y a las empresas de éxito.
Pero hay poco tiempo para la reflexión en un mundo empresarial donde hay que formar opiniones y tomar decisiones sobre la marcha, y parece contradictorio cultivar el interés por la filosofía, una actividad que requiere pararse y tomarse un tiempo para pensar las cosas.
La filosofía aborda las cuestiones básicas de nuestra existencia y de nuestra identidad, nuestro papel en el mundo y los modelos de vida que pueden inspirar nuestras acciones. También nos impulsa a explorar los valores fundamentales que compartimos de nuestra sociedad, como los ideales de libertad, justicia e igualdad, el modelo de democracia liberal, el estado de derecho y el libre mercado.
En nuestro mundo hiperconectado y tecnificado, los directivos se enfrentan a un importante desafío: encontrar el tiempo para la reflexión, para la introspección, pensar en los temas realmente importantes y hacer planes futuros. Antes de la pandemia, algunos utilizábamos largos viajes en avión para encontrar esos momentos de calma en los que podíamos pensar en cuestiones importantes. También podemos aprovechar un fin de semana para distanciarnos de las presiones del trabajo y la vida cotidiana. También existe la opción de asistir a un curso dirigido por un entrenador profesional capaz de guiarnos a través de estas preguntas; desarrollar técnicas de atención plena es otra opción.
Sea cual sea el enfoque que adoptemos, si queremos llevar a cabo nuestras tareas profesionales y funcionar mejor a nivel emocional, debemos encontrar el equilibrio entre la orientación hacia la acción y la reflexión, dar sentido a nuestra vida y a nuestro trabajo.
La reflexión y la acción no son partes separadas de nuestras vidas, sino dos caras de la misma moneda. Como señaló la filósofa británica Iris Murdoch: “La tarea de la atención continúa todo el tiempo y en momentos aparentemente vacíos y cotidianos estamos 'mirando', haciendo esos esfuerzos de imaginación”. Casi inconscientemente, estamos formando y formando permanentemente recalibrando nuestro sistema de valores personales.
Creo que la presencia de la filosofía, de nuestros valores y principios, en todos los aspectos de la vida humana es inevitable, incluso cuando practicamos la gestión. Es fundamental, por tanto, que entendamos que las decisiones empresariales no solo se basan en teorías neutrales o modelos imparciales, sino que también reflejan una cosmovisión de cómo deben operar las empresas, en definitiva, siguen una determinada filosofía de gestión. De hecho, cada teoría de la gestión y cada modelo de negocio se derivan de supuestos sobre la función de las empresas y el papel de los gerentes, así como de un panorama amplio sobre el significado de los negocios.
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Incluso negar cualquier conexión entre la gestión y los principios o valores es una posición filosófica en sí misma, que puede estar asociada con el nihilismo, el cinismo o el relativismo, opciones filosóficas que muchos pensadores descartan por auto-refutarse.
En los últimos años, los educadores y directivos han reconocido cada vez más la importancia de construir teorías y modelos de gestión sobre la base de valores y principios. La creciente conciencia de todos los “stakeholders” sobre la necesidad de conectar gestión y filosofía ha animado a las escuelas de negocios a introducir cursos de Humanidades en sus programas. Al mismo tiempo, la literatura sobre management y filosofía ha experimentado un crecimiento exitoso y ha sido bien recibida.
La escritora estadounidense Ayn Rand, ilustró esto en una conferencia pronunciada en la Academia de West Point en 1974: “Sin ideas abstractas, no sería posible lidiar con problemas concretos, particulares y de la vida real. Estarías en la posición de un recién nacido, para quien cada objeto es un fenómeno único y sin precedentes. La diferencia entre su estado mental y el tuyo radica en el número de integraciones conceptuales que ha realizado tu mente. El recién nacido no tiene elección sobre la necesidad de integrar sus observaciones, sus experiencias, su conocimiento en ideas abstractas, es decir, en principios".
Por tanto, si nuestro comportamiento y nuestras decisiones en el trabajo y en nuestra vida personal responden siempre a determinados valores y principios, ¿no sería buena idea identificarlos y analizarlos, para hacerlos más explícitos, así como para comprender mejor si nos comportamos de manera consistente o contradictoria?
En definitiva, la filosofía mejora nuestra visión del mundo, nuestra capacidad para tomar mejores decisiones y para encontrar un mejor equilibrio personal.
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ESTUDIANTE DE TÉRMINO DE LA UAPA
1 añoExcelente.
Socio Fundador en Atenea, S.L.U. | 🔵 Arqueólogo 🔵 "No debemos esperar nada de la vida, la vida es la que espera algo de nosotros" Cit. Viktor Frankl 🔵 #culturateal
1 añoInteresante artículo Santiago Íñiguez. Tradicionalmente se ha pensado que son los directivos quienes deben estar preparados para tomar decisiones. Para ello, deben cultivar todo tipo de habilidades y conocimientos para ser unos buenos "líderes" (incluido como bien dice la filosofía). No obstante, ¿Y si diéramos la vuelta a la clásica estructura piramidal de la organización? ¿Y si fueran las propias personas de la organización quienes tomarán la mayor parte de las decisiones de una forma libre y autogestionada en base a sistemas de consejos? ¿Y si la filosofía se enseñara, no sólo a los directivos, sino también a todas las personas que componen la organización, guiados por un mismo #proposito?. Es más... ¿Y si no hubiera directivos en la organización? En definitiva, ¿Y si formamos a las personas a ser líderes? ¿Qué pasaría?. Se me ocurren una serie de resultados: 1. Se tomarían más y mejores decisiones. 2. El equipo estaría mucho más comprometido y pleno. 3. Los directivos no serían directivos que tengan que tomar todas las decisiones, sino facilitadores al servicio de su equipo. Muchas gacias por compartir. Un cordial saludo.
Economia, Negocios Internacionales y Globalizacion
1 añoMuy cierto
Director Natura Medio Ambiente
1 añoTotalmente de acuerdo profesor con todas estas ideas, muchas gracias.
Head of Talent&Culture (CHRO) BBVA Spain - ISF2 de IASE - Coach ejecutivo
1 añoBuen artículo. Sin duda, la filosofía es una de las disciplinas más antiguas de la humanidad, desde la cual se han cuestionado diversos aspectos de la realidad y la existencia. Gracias a la misma podemos desarrollar un pensamiento crítico, comprendernos mejor y guiar nuestro obrar.