La regla de los 90 minutos, una vacuna contra el suicidio adolescente
Publicado en Público, 26-10-2024. Por Laura G. De Rivera
“Un grito de dolor. Hasta el último segundo antes de consumarse, es un grito que pide ayuda”. Así describe en su informe publicado este mes Aldeas Infantiles SOS el suicidio adolescente. Hablamos de algo terrible, pero también evitable, ya que “la mayoría de las muertes por suicidio se pueden prevenir”, asegura el informe.
Sin embargo, “los padres no estamos preparados para prevenir esto, ni sabemos cómo actuar. Tampoco sabemos ver lo que les pasa a nuestros hijos. No sabemos si está encerrado en su cuarto porque ha tenido un problema con los amigos o con la novia y ya se le pasará o si es algo más”, dice a Público José Carlos Soto Madrigal , codirector de los Grupos de Apoyo Mutuo para Supervivientes de Suicidio/ Formación Prevención de Suicidio.
Aún así, existen unas directrices básicas que todos padres, profesores y allegados deberían grabarse a fuego a la hora de tratar con personas que dan muestras de estar sufriendo, sobre todo, si son adolescentes.
“No entrar a criticar o culpabilizar. Limitarnos a escuchar lo que esté dispuesto a contar. Estar cerca”. Son algunos de los consejos que nos da Juan José Escudero Barrera , superviviente de suicidio y presidente de la Sendas, Asociación para la Prevención del Suicidio y de la Salud Mental . “Puedes decirle: , `parece que lo estás pasando mal´, pero sin presionarle. Es muy importante no juzgar y no hacer comentarios del tipo “estás dramatizando” o “anda, si tú lo tienes todo”....”, recalca.
No es algo, además, que se pueda hacer con prisas. Escudero nos habla de la “regla de los 90 minutos”, un tiempo que puedes pasarte en silencio a su lado, sin ponerte nervioso, sin hacer otra cosa, demostrando que no hay nada más importante en el mundo para ti que escucharle, esperando a que se abra. “A los adolescentes les cuesta hablar, sobre todo, con sus figuras parentales o de autoridad”.
La escucha activa es, como dice a Público Juan José Escudero, “la vacuna contra el pensamiento suicida”. Y una práctica en la que deberían formarse padres, profesores y, también, los propios alumnos. En sus palabras, consiste en dar a entender que entiendes que lo está pasando mal. Repetir lo que la otra persona te dice. Dejar que sus propios conceptos vayan fluyendo.
“Nunca decirle `yo haría esto, yo haría lo otro´. Esto no se debe hacer jamás en momentos en que se está abriendo, está totalmente prohibido porque pueden entender que no les estás escuchando. Ya lo harás en otro momento. Pero cuando te están hablando, debes evitar cualquier crítica, cualquier deberías...”, resalta.
Es más, aconseja hacerlo “aunque resulte desagradable. A lo mejor te habla de cosas que a ti no te gustan. Igual te dice que disfruta mucho con la droga, que se quiere morir, que va a dejar los estudios o cualquier otra cosa. Tú, calladita. Recuerda que no puedes juzgar, solo escuchar”. Ya buscarás soluciones y le propondrás consejos después, en otro momento”.
“Se encierran en sí mismos porque no encuentran esa escucha activa. Necesitan entender que de verdad les quieres escuchar”, señala por su parte Carlos Soto, que imparte cursos de formación para profesionales de salud mental sobre el tema.
“Debes comprender que el problema que tiene tu hijo es lo más grande del mundo para él. No quitarle peso con frases como “es una tontería”, “se te pasará”, “lo que tienes que hacer es...” etc. Eso futuribles para él no existen”.
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“A veces, no entendemos los adultos que el mundo cambia y cuestionamos todo lo que pasa. Tenemos una educación diferente”, nos recuerda Soto. “Si tratamos de juzgar su comportamiento y ayudarles desde lo que nosotros aprendimos cuando éramos jóvenes, pensarán “pero esto qué es? ¿En qué mundo vive?... Perderíamos credibilidad para ellos”.
Por otra parte, en situaciones delicadas, conviene medir las valoraciones que hacemos. “La crítica de un padre o un familiar muy cercano son como bombas para un adolescente que está pasando por una situación díficil”, advierte Escudero.
¿Qué queremos enseñar a nuestros jóvenes?
Como padres, ¿sabemos perdonar y pedir perdón? ¿Sabemos dialogar? ¿Gritamos cuando estamos enfadados?... Son algunas de las preguntas que pueden darnos pista de la clase de ejemplo que estamos dando.
“Aprender a regular las emociones es un proceso interactivo en que participamos todos. Así, vas aprendiendo cuál es el modelo de respuestas que más te protegen, las que más te hacen crecer. Se trabaja con el ejemplo en el día a día”, apunta Escudero.
De la misma manera, Carlos Soto opina que “Si nosotros no contamos nunca nuestros problemas a nuestros hijos, ¿cómo queremos que ellos nos lo cuenten? Lo que podemos hacer es compartir con ellos eso que nos preocupa y, después, hacer comentarios del tipo “Hablarlo me ha venido muy bien” o “Cuando cuentas las cosas parece que pierden peso””. Son algunos trucos que propone para que se animen a abrirse. “Una vez que empiezan, ya van a hacerlo siempre”, dice.
Ayuda profesional especializada
Además de ese “Estamos preocupados, te queremos” que la familia siempre debe transmitir al adolescente, el chico o chica necesitará ayuda profesional especializada. “La persona con pensamiento suicida tendrá que hacer un trabajo interno interesante. La ayuda psicológica es muy importante, porque te encuentras sumergido en una situación emocional que no sabes cómo manejar”, apunta a Público el sobreviviente de suicidio Salvador Ríos.
En este sentido, “para un terapeuta, lo importante no es convencer al paciente para que no se mate. Sería un enfoque demasiado simple, inefectivo para un problema demasiado complejo”, dice a Público el psiquiatra especializado Alejandro Rocamora, profesor del Centro de Humanización de la Salud.
“Lo que hay que conseguir es, a partir de la situación en la que está, trasformarla. Por eso, más que preguntar “por qué te quieres suicidar”, que no aporta nada, hay que preguntar “para qué te quieres suicidar”. Esta es una pregunta que va al sentimiento profundo de la persona, no tanto a la circunstancia y permite al terapeuta poner medios para superar su sufrimiento”, afirma este experto, que trabajó más de 40 años como voluntario en el teléfono de la Esperanza.
Puedes leerlo en Público.
Superviviente por el Suicidio de mi hijo. Presidente de Sendas, Asociación para la Prevención del Suicidio y de la Salud Mental
1 mesHoy en día sabemos que la neuroplasticidad cerebral en la etapa infanto-juvenil es determinante para el futuro de cada uno. Toda emoción, toda sensación, toda agresión en dichas etapas puede afectar la forma de evaluar la vida de uno mismo, la forma de sentirse en uno mismo. Hoy en día, la educación emocional es un factor determinante pues vivimos en sociedad globalizada, con tecnologías que impiden procesar las emociones mentalmente y desbordarlas según la situación personal de cada cual. En mi etapa de adolescente también he pasado por momentos muy complejos emocionalmente, incluso con ideas suicidas. Eran otras épocas, no existían tantos conocimientos como ahora. Y ahora es el momento de que tanto en los colegios como para las familias empiecen a desarrollarse programas de formación emocional, incluso con asignaturas curriculares.
ACTIVISTA EN SALUD/ Paciente Crónico EoE, Multi alergico, Meniere/ Discapacidad Invisible/ Divulgar y Visibilizar Enfermedades invisibles/ Humanizar el sistema sanitario. Graduado en CAFD (COL: 60467)
1 mesAún recuerdo mi primera depresión a los 16 años. Nadie sabia como actúar. Y un joven rebelde que veía el mundo injusto. En ese momento mis abuelos tambien morían de cancer. Yo invadido por la rabia y el odio por ciertos momentos injustos, solo quería volverme invisible. Y como bien dice, nuchas veces no sabemos ni que hacen n que piensan...