La revelación en la injusticia

La revelación en la injusticia

La injusticia es uno de los conceptos que más he trabajado a lo largo de los años, en diferentes etapas de mi vida y con distintos grados de madurez. Y que posiblemente sigo trabajando.

He visto lo que genera el tenso silencio cuando se busca evitar una discusión, lo que provoca la represión acumulada por años y la explosión en cólera e ira que ocurre cuando se aborda sólo desde el plano emocional, y la destrucción en minutos, de años de buen trato y relaciones saludables.

Quiero compartir contigo algunos puntos de vista que me han ayudado a través de las distintas mentalidades (niño, adolescente y adulto), derivando en una mayor comprensión y respeto hacia mí y mi entorno.

Niñez

Desde los ojos de un niño, se observa claramente que cuando no se hace lo que ellos quieren y demandan, se frustran y se molestan, pues están defendiendo su verdad. Si mantenemos ese punto de vista, podría parecernos totalmente válido y aún más, si observamos profundamente veremos como esto mismo nos sucede a nosotros, los “adultos”.

¿Cómo trabajar este sentimiento? Es simple de entender, pero un poco más complejo de ejecutar. Consiste en definir claramente los límites. Los límites, para la mala comprensión de un rebelde, le generan represión porque siente que le privan de su libertad. Su libertad de decidir, de hacer, de pensar y de comportarse.

Cuando un adulto define claramente los límites al infante, reconoce cuál es su lugar, sabe qué acciones pueden generar daño en él y en su entorno y, qué situaciones conllevan consecuencias. Los límites conversados y flexibles generan un entorno más agradable, puesto que el rebelde cuando entra en sintonía con el verdadero límite ya no le genera conflicto, sino que se convierte en un círculo de protección, cuidado y amor.

Adolescencia

Este círculo, al llegar la adolescencia, debe tomar aún más flexibilidad, más amplitud, porque el niño que se convierte en adolescente necesita más espacio para descubrir su verdadera esencia. Es en estos momentos, cuando busca encontrar referentes que le ayuden a reconocerse y a reconocer su lugar.

Por eso, en esta edad, es cuando aparecen muchas “manipulaciones, tentaciones, peligros” que buscan jugar con la mentalidad de los adolescentes y les hacen pelear por causas sin sentido, moldeando su mente con referentes con pobre educación (quizás rodeado de la ilusión de la fama) y lo hacen conectando con el mal comprendido sentimiento de rebeldía.

Aquí entra el rol de los padres y educadores, ayudar a ese adolescente a encontrar verdaderos tutores y guías que le permitan reencontrarse, alejándose de desvirtuarlo con modas y tendencias distorsionadas. El tutor que le ayudará, es alguien que el propio adolescente valida en su campo y del que busca encontrar guía, atención y sabiduría.

La “injusticia del adolescente” en este período, con un buen mentor, no es reprimida sino reconducida para forjar su propia personalidad. Le orienta a redescubrir potentes cimientos que le permitan revelar su verdadero valor sin la necesidad de copiar, imitar, ni encajar a la fuerza en moldes preestablecidos. A veces, no comprenderá las acciones de otras personas y caerá en juicios excesivos, pero he ahí el rol del tutor en ayudarle a darse cuenta que, si él no hubiese tenido esta educación posiblemente estaría en igualdad de condiciones.

Adultez

Cuando se lograr alcanzar esta mentalidad (ojo, que no depende de la edad, sino del grado de madurez), este adolescente da paso a una mentalidad más amplia y cambia su mirada. Reconoce muy bien los límites y los respeta siempre y cuando estén fundamentados en principios correctos y que propicien el bien común.

Conversa con otros, sin la necesidad de imponer su pensamiento, comprende que a veces no hace falta llegar a estar de acuerdo para lograr armonía, sino que respeta las visiones y sabe donde y cuándo es necesario invertir su tiempo.

Es capaz de alzar la voz cuando la acción es incorrecta, pero discierne muy bien a la persona que tiene al frente de la verdad que defiende. En otras palabras, no vocifera con el transmisor del mensaje y tampoco lo toma personal con él, realiza un escalamiento hasta obtener una clara respuesta del verdadero autor del fundamento.

En esta edad, a pesar de sentir el fuego que genera una injusticia, controla poco a poco ese sentimiento y no se quema ni quema a otros. Reconduce esa energía hacia la verdadera causa raíz. Tampoco se oculta de la masa ni acepta situaciones “para evitar el conflicto”.  Es capaz de hacer frente, sin miedo, al conflicto desde la calma, buscando soluciones y evitando daños innecesarios.

En Star Wars se observa muy claramente como los maestros Jedi pueden entrar a pelear, pero sin sentir rabia por su adversario, sin tomarlo personal, pero no por ello acatando todo lo que le dicen. Esto para un rebelde con mentalidad de niño parece algo imposible y más con la represión de años y la competitividad que se impone.

Estoy seguro que si te has detenido en este escrito tú también estás trabajándolo. Ten paciencia contigo mismo y como decía Jiddu Krishnamurti aquello que tanto tememos reconocer, reconocer la violencia que vive en nosotros, es lo que dará el paso a reconciliarnos y a forjar ese carácter que hace a uno digno de ser llamado ser humano.

Te recomiendo la película “Star Wars: Episodio III - La venganza de los Sith” tiene muchas enseñanzas, pero en particular para que veas lo que ocasiona el no reconocer ni trabajar previamente, los miedos que habitan en uno, a pesar del dominio de las artes.

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