La semana de las pensiones, el salario mínimo y los alquileres

La semana de las pensiones, el salario mínimo y los alquileres

La caprichosa Fortuna ha querido que esta semana cohabiten en esa pista de baile llamada actualidad tres referencias elementales para el bolsillo de una mayoría entre el común de los mortales: las pensiones, el salario mínimo y los alquileres. Solo las dos primeras ya impactan directamente en la renta de más de 11 millones de personas en toda España e indirectamente en un número tan elevado como inabarcable de calcular. ¿Cuántos hogares siguen viviendo o manteniendo su nivel de vida gracias a la pensión del abuelo? ¿En cuántos sectores las subidas del salario mínimo sirven de palanca para luego reclamar actualizaciones?

Vayamos por magnitudes. Nueve millones de pensionistas sabrán este jueves cuánto subirá su pensión contributiva a partir del 1 de enero del año que viene. Según las reglas establecidas ya hace tres años por el entonces ministro de Inclusión y Seguridad Social y hoy presidente del Banco de España, José Luis Escrivá, cada año las pensiones se revalorizan de manera automática con la media de los datos de IPC interanual de los últimos 12 meses, a contar desde noviembre de un ejercicio respecto al anterior.

Y este jueves está previsto que el Instituto Nacional de Estadística (INE) publique el dato adelantado de inflación de noviembre, que permitirá saber el dato de incremento de 2025. A falta de conocer esa última pieza, de momento la revalorización pinta que será del 2,6%, décima arriba, décima abajo. Lo que dejaría el importe de las pensiones contributivas entre una horquilla de 641 (la mínima) y 3.260 euros (la máxima), aproximadamente. Es decir, el incremento mensual será de entre 16 y 92 euros.

Para conocer la subida de las pensiones no contributivas, que dependen de la discrecionalidad del Gobierno, habrá que esperar a los Presupuestos Generales del Estado o a la decisión que tome, en su ausencia, el Consejo de Ministros.

El jueves se sabrá el dato de pensiones y el martes, es decir, mañana, se empezará a cocinar la subida del salario mínimo interprofesional (SMI). El Ministerio de Trabajo ha citado a su comisión asesora en la materia para que empiece a elaborar una propuesta, que luego deberá someterse a la negociación con patronal y sindicatos. ¿Cuánto subirá el SMI el año que viene? Esa respuesta es más complicada y, hoy por hoy, nadie la tiene.

A diferencia de las pensiones y pese a que el Gobierno se comprometió a ello, el SMI carece de un mecanismo automático de revisión, como sí existe en otros países de la UE. Sin ir más lejos, en Francia lo revisan cada año en función del IPC. ¿No tendría sentido que hacerlo aquí también como con las pensiones? ¿Cómo justificar que a un jubilado tres mileurista sí o sí se le preservará el poder adquisitivo y a un trabajador que gane el mínimo no necesariamente? Que nadie se coja esta pregunta como una invitación a bajar las pensiones ni a justificar que ese jubilado no se ha ganado con años de cotización la pensión que hoy disfruta, ni mucho menos.

Sirva, únicamente, para invitar al debate y reseñar la paradoja. Si realmente, como sociedad, valoramos a los jóvenes y a los inmigrantes y consideramos que son el futuro, ¿no deberíamos aplicar, como mínimo, una vara de medir similar en una de las rentas que más habitualmente perciben estos colectivos? Ala, ya tiene, querido lector, un par de argumentos –que estoy seguro que no necesita- para la cena de empresa o la comida de Navidad con la familia si surge el peliagudo tema de la brecha generacional.

¿Cuándo sabremos qué propone al Gobierno ese comité asesor para que luego este empiece a negociar con los agentes sociales y acabe definiendo la cifra final de aumento? Me temo que tampoco puedo darle respuesta a día de hoy a esa pregunto, querido lector. El proceso puede alargarse semanas, ya que la velocidad de la comisión de expertos suele variar de un año a otro, curiosamente, acompasada a los plazos políticos que mejor le convienen al Gobierno. El año pasado directamente no se hizo público el informe, a diferencia de hace dos ejercicios.

Probablemente a mediados de diciembre se haga pública la propuesta, ya sea por canales oficiales o extraoficiales, y entonces empezará el juego negociador. Este año ya no está Nadia Calviño en el Gobierno, quien solía encarnar una postura contraria dentro del Consejo de Ministros a las tesis de Yolanda Díaz y dilataba las negociaciones. Habrá que esperar a ver si el espíritu de Calviño toma ‘Cuerpo’ en su sucesor y se repite el cruce de reproches, en privado y público sobre una materia que afecta a la nómina de 2,5 millones de personas en toda España, unas 300.000 de ellas en Catalunya. Es posible, como ya ha pasado otros años, que las negociaciones se dilaten más allá del 31 de diciembre y la suerte de esas nóminas se acabe decidiendo de manera retroactiva entre finales de enero o febrero.

Entre el SMI y las pensiones se suman unos 11 millones de nóminas, es decir, los ingresos directos de casi una de cada cuatro personas en España. Una proporción similar de la gente que vive de alquiler (18,1% de los hogares, según los últimos datos del INE). Este pasado fin de semana asistimos a una manifestación multitudinaria en Barcelona que reunió a decenas de miles de personas –los organizadores hablan de 170.000, la Guardia Urbana lo rebaja a 22.000-. Desde la efervescencia del ‘procés’, si no me falla la memoria, que no salía tanta gente a la calle.

Hoy en día es imposible hablar de salarios y pensiones sin hablar de la vivienda. Durante el último año y medio hemos asistido a unos incrementos de ingresos abultados en los hogares, que prácticamente no se han dejado notar en los bolsillos. Y es que gran parte de ese incremento lo interceptan los caseros (o las hipotecas, en caso de vivienda de la propiedad). Si más de uno se ha sonrojado estos pasados meses con el encarecimiento del aceite de oliva, aquí le dejo una cifra pasmante: el precio del alquiler medio en la ciudad de Barcelona ha crecido un 178% en lo que va de siglo, según datos del Incasol; mientras que el salario mínimo ha hecho lo propio un 154%. Ya no le hablo del salario medio, que en las últimas dos décadas ha crecido un 36%, según el INE. Es decir, los alquileres han subido cinco veces más que los salarios en lo que va de siglo.

De poco sirve que los sueldos se revaloricen si esa ganancia se la queda otro, venían a decir los miles de manifestantes, que antes se vieron precedidos por marchas en Madrid u otras grandes ciudades. De poco sirve el esfuerzo que puedan hacer las empresas para garantizar ese aumento, pues esa economía productiva por la que puedan velar la está devorando sin esfuerzo una capa rentista. De ello empiezan a ser conscientes en las esferas económicas y administrativas. No es casualidad que este tema esté siendo eje de muchos discursos estos días en el congreso que celebra UGT en Barcelona.

✍️ Por Gabriel Ubieto

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