La senda del tiburón blanco
Desde hace algún tiempo observo que en las empresas grandes y medianas existe la preferencia por contratar para cargos ejecutivos de alto nivel a veinteañeros recién graduados de prestigiosas escuelas de negocios.
Ocasionalmente asisto a reuniones en las que les escucho hablar con impertinencia, petulancia y prepotencia sobre temas de importancia. Temas sobre los que dada su poca experiencia, solo tienen referencia por lo que les han enseñado en las aulas, han leído en case studies o en alguna revista de negocios.
Sin ninguna vergüenza, con mucho desparpajo y haciendo gala de una ignorancia monumental, se dirigen a su público con propiedad, sueltan cuatro estupideces y por supuesto se sienten muy orgullosos de sí mismos. Estos mismos niños que ostentan cargos directivos, han sido educados en lo que he decidido denominar “la senda del tiburón blanco”, porque no se me ocurre otra expresión para bautizar a ese joven depredador que va por el mundo empresarial preocupado por sí mismo, pendiente de apuñalar por la espalda a alguien cuyo puesto de trabajo desea y diciendo tonterías en spanglish en reuniones y comités.
Valoro que la gente joven quiera ascender, tenga sueños y aspiraciones. También valoro que quieran amortizar los treinta, cincuenta u ochenta mil euros que les costó su MBA, y por supuesto que deseen hacerse un nombre en el mundo corporativo. Pero, ¿es “la senda del tiburón blanco” el camino correcto?
Esto ya se veía venir a finales de los noventa y principios del milenio. Yo particularmente recuerdo haber sido entrevistada por un Global Manager con pinta de skater cuya pregunta estrella fue si el cargo para el cual me postulaba no me daba miedo. Yo pensé: “miedo me da tenerte a ti de jefazo”. Y así le fue a la empresa que años después gracias a las ideas de bombero del skater se fue a pique.
Esto más que un artículo pretende ser una reflexión sobre qué está pasando en las empresas, qué tienen en la cabeza los reclutadores, y sobre todo qué están enseñando en las escuelas de negocios.
A mí se me ocurren varias respuestas:
Sobre las empresas, es simple, a corto plazo sale muy económico tener un top executive que habla tres idiomas, ha estado en cinco intercambios universitarios (esto lo convierte en multicultural) y ostenta un MBA de una prestigiosa institución académica con solo 25 años de edad. Pero, ¿y a mediano y largo plazo? Las decisiones tomadas por alguien sin experiencia pesan y afectan la productividad. Eso sin entrar en detalles sobre el clima organizacional que generan los tiburones blancos, que con su actitud depredadora y egoísta desconocen conceptos como el respeto y la compasión por el otro.
En cuanto a los reclutadores, ahí mi respuesta se complica. ¿Hay un creciente esnobismo que los lleva a contratar bolsos Louis Vuiton y trajes Armani? ¿Se trata de una nueva tendencia del mercado de los Recursos Humanos en el que la rotación rápida es más importante que la estabilidad? Porque estos jóvenes perfectamente programados para llegar de un salto cuántico a CEO o VP, van a huir despavoridos si no lo consiguen en los tiempos prometidos durante su formación. Y la pregunta que más me preocupa ¿Hay una preferencia por la formación en las universidades y escuelas carérrimas a la experiencia? Entiendo que innovar es importante, las nuevas generaciones traen nuevas ideas, estas nuevas ideas benefician a las empresas y las ayudan a crecer, pero más allá de dejarlo todo ello en manos de tiburones blancos, ¿no sería más sana la búsqueda de un equilibrio entre la experiencia y lo novedoso?
Acerca de las instituciones académicas la cosa es aún más seria, y más si se trata de las escuelas de negocios: ¿Qué están enseñando? Visto lo visto, la opinión de quienes hemos padecido a los tiburones blancos es unánime, nos decantamos por la formación de killer en las que el ejemplo claro son películas de Hollywood sobre corruptos pero exitosos y multimillonarios especuladores de bolsa. Esta formación se ha olvidado de la parte humana y se ha centrado en el depredador, ese maravilloso egocéntrico carente de empatía que va arrasando con tal de conseguir su objetivo. El énfasis en la agresividad, la necesidad de imponerse y la consigna de comerse el mundo cueste lo que cueste son más que obvios. Y si no lo están enseñando con palabras textuales, atención, estos son los resultados que están arrojando al mundo.
Se entiende que las instituciones académicas agobiadas por los rankings quieran sacar al mundo empresarial sobrecalificados ejecutivos potenciales que entren de inmediato a grandes empresas a ocupar cargos altos, pues entre las tantísimas formas de medir el éxito de una universidad o escuela, está el ranking de empleabilidad. Pero ¿merece la pena? Formar para la competitividad y el liderazgo no puede ser el objetivo último, no todos los seres humanos son competitivos o tienen madera de líderes, y lo que está ocurriendo gracias a esta orientación de killer es que cada año salen al mercado laboral hordas de desubicados con las cabezas llenas de información pero vacías de valores, carentes de respeto y por supuesto imprudentes hasta el punto de la exasperación.
Llevo muchos años involucrada con el mundo académico y el mundo corporativo, soy consciente de que no todos los recién graduados se ajustan al perfil que aquí describo, pero es un perfil que cada día abunda más y que es peligroso a nivel humano y corporativo, porque después de todo, las empresas están formadas por personas. Y por ello cierro con algunas preguntas: ¿Es lo que queremos en las empresas? ¿Son estas personas a quiénes queremos como compañeros de equipo? ¿En nuestro afán competitivo somos responsables de alguna manera por este tipo de formación?
Personalmente, no quiero ser devorada a dentelladas por un tiburón blanco, ¿y ustedes?
Ingeniera Industrial especialista en Desarrollo Gerencial
8 añosMuy buen artículo.
Founder & Director at WISE LEARNING SYSTEM
8 añosmarjorita, que bue articulony que cierto....estos jóvenes millenials son aborrecibles.... te molesta si pongo este articulo en mi grupo de facebook?