La vida antes de la gracia

La vida antes de la gracia

Efesios 2:1-3

Efesios 2:1-3 (LBLA)

1 “Y El os dio vida a vosotros, que estabais muertos en vuestros delitos y pecados,

2 en los cuales anduvisteis en otro tiempo según la corriente de este mundo, conforme al príncipe de la potestad del aire, el espíritu que ahora opera en los hijos de desobediencia,

3 entre los cuales también todos nosotros en otro tiempo vivíamos en las pasiones de nuestra carne, satisfaciendo los deseos de la carne y de la mente, y éramos por naturaleza hijos de ira, lo mismo que los demás”.

    Gracia es el amor inmerecido que Dios muestra a los pecadores. Él manifestó este amor mediante la muerte de su Hijo. Y esa gracia llega a ser nuestra cuando confesamos que somos pecadores y recibimos a Cristo como nuestro Salvador. En virtud de la gracia, somos perdonados por Dios y adoptados en su familia.

    El pasaje de hoy describe nuestra vida antes de la gracia —estábamos muertos en delitos y pecados. Esto significa que toda persona nace muerta a las cosas de Dios, pues venimos a este mundo sin vida espiritual. Nuestra naturaleza está inclinada a alejarse de Dios, y nuestro pensamiento y nuestra conducta siguen las cosas del mundo que están bajo el control de Satanás. Su plan siempre se opone al de Dios, y nos lleva a rebelarnos contra los mandamientos divinos.

    Antes de tener un encuentro con la gracia, Pablo era muy religioso, pero ciego a la perspectiva y al plan del Señor. Estaba activamente opuesto a quienes seguían a Cristo (Hechos 26:9-11).

Hechos 26:9-11 (LBLA)

9 “Yo ciertamente había creído que debía hacer muchos males en contra del nombre de Jesús de Nazaret.

10 Y esto es precisamente lo que hice en Jerusalén; no sólo encerré en cárceles a muchos de los santos con la autoridad recibida de los principales sacerdotes, sino que también, cuando eran condenados a muerte, yo daba mi voto contra ellos.

11 Y castigándolos con frecuencia en todas las sinagogas, procuraba obligarlos a blasfemar; y locamente enfurecido contra ellos, seguía persiguiéndolos aun hasta en las ciudades extranjeras”.

    Con el fin de destruir la iglesia, trató de erradicar la fe cristiana, que él consideraba falsa. Pablo siguió persiguiendo a los creyentes hasta que se encontró con Jesús en el camino de Damasco (Hechos 9:3-6). Solo entonces el futuro apóstol rindió su voluntad a la de Dios, y se convirtió en un fiel seguidor de Cristo.

Hechos 9:3-6 (LBLA)

3 “Y sucedió que mientras viajaba, al acercarse a Damasco, de repente resplandeció en su derredor una luz del cielo;

4 y al caer a tierra, oyó una voz que le decía: Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?

5 Y él dijo: ¿Quién eres, Señor? Y El respondió: Yo soy Jesús a quien tú persigues;

6 levántate, entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer”.

    Si usted no ha puesto su fe en el Salvador, entonces está muerto espiritualmente, separado de Dios, y bajo su condenación. Al igual que Pablo, usted puede ser muy religioso y, sin embargo, carecer de una relación personal con Jesucristo. Dios le ofrece la salvación hoy por medio de la fe en Él. ¿Cómo responderá usted?

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