La vulnerabilidad de los adultos mayores ante estafas digitales
Nota: el siguiente artículo es una dramatización de un caso real y no contiene nombres de personas o empresas reales. Este cambio se ha realizado con el fin de mantener la privacidad y seguridad de los individuos involucrados. Este artículo es informativo y no tiene la intención de comunicar detalles técnicos referentes al incidente como indicadores de compromiso (IoC) o tácticas, técnicas y procedimientos (TTPs) usadas por los criminales.
La pequeña gran estafa
Hace por ahí de un mes recibí una llamada de una persona muy querida que vamos a llamar la “tía Conchita”. La inesperada llamada me sorprendió, porque yo de mi tía Conchita lo más que recibía eran piolines y tazas de café humeante deseándome los buenos días por WhatsApp. Pero esta vez fue una llamada de la nada. Mmmh.
Mi tía ya tiene sus buenos setenta y tantos años y, como cualquier adulto mayor que incursiona en la era digital, se sentía muy “cool” de poder utilizar la tecnología para mantenerse conectada con sus seres queridos. De alguna forma, la tecnología la empoderaba y la hacía sentir cerca de sus hijos y nietos, incluso más después de que enviudó.
Aquella llamada fue breve. Podía notar en su voz un tono de vergüenza y, con un nudo en la garganta, me describió cómo Maricarmen, su amiga de toda la vida, le había mandado un mensaje aquella mañana que decía: "Querida Conchita, estoy en un apuro terrible. He tenido un accidente y necesito dinero urgente para cubrir los gastos médicos. Por favor, ¿podrías ayudarme? Mi número de cuenta es XXXX en Banco X. Te prometo que lo devolveré en cuanto pueda."
Mi tía Conchita, seguramente con el corazón acelerado y preocupada por la seguridad de su amiga, no dudó en hacer una transferencia de dinero a la cuenta indicada en el mensaje. Lo que no sabía en ese momento era que no era su amiga quien le había enviado ese mensaje. Era una estafa, perpetrada por delincuentes que se hacían pasar por personas de confianza para aprovecharse de la bondad y preocupación de sus víctimas. En cuestión de minutos, el dinero que mi tía Conchita había destinado para la emergencia de su amiga se perdió en las manos de un par de criminales.
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La llamada de mi tía terminó con un: “mi amor, ¿hay alguna forma en la que pueda recuperar ese dinerito?” A lo que tristemente le tuve que contestar que no.
Un estudio de la American Association of Retired Persons (AARP) muestra que las personas mayores de 65 años son más susceptibles a ataques de phishing y suplantación de identidad. Aproximadamente el 25% de los adultos mayores son víctimas de phishing, en comparación con el 15% de la población general. Más aun, de acuerdo con el Consumer Financial Protection Bureau, los adultos mayores son casi dos veces más propensos a ser víctimas de fraudes de suplantación de identidad en comparación con la población más joven.
Los casos como el de mi tía Conchita son más comunes de lo que pensamos. ¿Quién no ha estado en una plática de sobremesa donde alguien cuente sobre algún familiar que fue la nueva víctima? Los estafadores son cada vez más creativos y sofisticados en sus ataques, y para los adultos mayores es difícil distinguir qué es verdad y qué no. Si esto sucede con estafas relativamente sencillas de suplantación de identidad por WhatsApp, ya no hablemos de casos más sofisticados como el uso de Deepfakes o manipulaciones de audio con IA.
Los adultos mayores son particularmente vulnerables por la brecha digital que enfrentan. Ellos no crecieron con el Internet o la aparición de nuevas tecnologías que, para el resto de nosotros, parecen ya existir por default. La falta de familiaridad con la tecnología y la ausencia de buenas prácticas de seguridad en línea los vuelven un blanco muy fácil para los criminales.
A mi tía Conchita le explicamos cómo los estafadores pueden suplantar la identidad de personas conocidas. También le enseñamos a verificar mensajes y llamadas antes de tomar decisiones importantes. Aunque el dinero no se pudo recuperar, mi tía Conchita fue recuperando de a poco la confianza en la tecnología y encontró consuelo al saber que su experiencia serviría para prevenir que sus amigas caigan en la misma trampa.