Latidos Olvidados: La Historia de una Fábrica Desconectada
5:00 a.m., turno de la noche. El cansancio comienza a invadir a los operarios mientras la planta sigue funcionando, sin descanso. El aire está impregnado con el ruido constante de las máquinas, el zumbido de los motores y el incesante clamor de los sistemas automatizados. La planta nunca duerme.
En un milisegundo, ocurren millones de eventos, cientos de válvulas indican el estado del proceso, al son de alarmas que suenan por una fracción de segundo, avisando que algo está sucediendo. Pero para quienes han pasado noches enteras dentro del proceso, todo eso se vuelve monótono. Es tal la contaminación visual y auditiva que nada parece importante. Y esta era una de esas noches.
Todo parecía calmado, pero dentro de esa calma, una válvula de presión comenzó a mostrar un comportamiento irregular. Los sensores registraron picos de presión que aparecían y desaparecían en fracciones de segundo. Eran picos sutiles, como una arritmia en el corazón de un ser humano, que venían y se iban sin que nadie los notara. Pequeñas alertas que, aunque muy importantes, pasaron desapercibidas. Nadie prestó atención a esos avisos.
Por un instante, el proceso continuó sin que se hiciera nada al respecto. Sin embargo, esos segundos de ignorancia se acumularon, y el tiempo fue implacable. Los picos de presión, esas pequeñas fluctuaciones que podrían haberse corregido a tiempo, siguieron ocurriendo, una y otra vez, como los latidos irregulares de un corazón enfermo, hasta que, en un momento, se detuvieron por completo.
De repente, el ruido del proceso se apagó. Las luces de emergencia se encendieron, y el sonido de las alarmas llenó el aire. Como una filarmónica de sirenas, anunciaban que algo grave había sucedido. El proceso había caído, y con él, todos los sistemas.
El tiempo había pasado, pero ya era demasiado tarde: todo estaba detenido. A cada minuto, el tiempo de detención aumentaba, el tiempo de disponibilidad se reducía, y el OEE (Overall Equipment Effectiveness) caía en picada, mientras los más experimentados en el proceso ensayaban posibles teorías sobre por qué todo se había detenido, sin saber que la causa era la válvula de presión que, en algún momento, como aquel corazón enfermo entró en línea plana.
La lección de esa noche, aunque no es más que una fábula, es más común de lo que parece, créanme. Los datos provenientes de los sistemas de control industrial, los sensores y las alarmas, nos cuentan historias sobre lo que está ocurriendo en el corazón de los procesos. Sin embargo, muchas veces, esas historias no llegan a ser escuchadas o son ignoradas.
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A veces, por caprichos y egos en la lucha encarnizada entre IT y OT y la maldita convergencia. Otras veces, por falsas creencias de que siempre hicimos las cosas del mismo modo en esta empresa. En fin, los problemas culturales y la falta de entendimiento nos llevan del sueño de la fábrica inteligente basada en datos a la fábrica negligente basada en suposiciones y fallos.
La convergencia entre IT y OT no es solo un problema técnico, es un desafío humano, cultural y organizacional. A menudo, los que vienen del mundo de OT (operaciones tecnológicas), donde los procesos ocurren a la velocidad de la luz, no ven el valor de los datos generados en tiempo real, pues estos parecen tan efímeros que se pierden en el flujo continuo. En cambio, los que provienen del mundo de IT, inmersos en lagos de datos, data warehouse y analítica, no comprenden la naturaleza del proceso industrial, la rapidez con la que los datos surgen y desaparecen, ni la importancia crítica de cada uno de esos segundos.
Los datos generados por sensores, válvulas y alarmas en tiempo real tienen un potencial inmenso, pero si no sabemos cómo capturarlos, analizarlos y, sobre todo, escucharlos, estamos condenados a perderlos, como aquellos latidos olvidados del corazón de la planta.
El desafío es claro: no se trata solo de integrar tecnologías, sino de integrar culturas, de entender que en cada máquina, en cada válvula y en cada sensor hay una historia que puede evitar una catástrofe. La verdadera convergencia no es solo tecnológica, es también un entendimiento profundo de cómo los datos pueden salvarnos de la oscuridad de la desconexión.
Si somos capaces de escuchar esos latidos olvidados, si aprendemos a ver más allá de las alarmas desactivadas y las advertencias ignoradas, podremos construir una fábrica no solo más eficiente, sino más inteligente, más conectada y, sobre todo, más preparada para el futuro.
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Data Scientists at Legal Hub | University professor
3 semanasQue linda forma de introducir la temática Dami... Es parte de lo que siempre tratas de transmitirnos pero con una narrativa super llevadera. Me encantó.