Liam Echavarría Molloy

Liam Echavarría Molloy

HOMERO REHEN DE LA PALABRA.

31 de enero de 2011 a las 17:24

No tengo dudas que el primer acto al hablar de Homero es nombrar a Borges como un homérida, tranquilamente alguna tarde de Buenos Aires, tan distante de la amable Esmirna un ciego le pudo haber dictado a otro: "   

Esas cosas Homero las refirió, como quien habla con un niño. También me refirió su vejez y el postrer viaje que emprendió, movido, como Ulises, por el propósito de llegar a los hombres que no saben lo que es el mar ni comen carne sazonada con sal ni sospechan lo que es un remo. Habitó un siglo en la Ciudad de los Inmortales. Cuando la derribaron, aconsejó la fundación de la otra. Ello no debe sorprendernos; es fama que después de cantar la guerra de Ilión, cantó la guerra de las ranas y los ratones. Fue como un dios que creara el cosmos y luego el caos".

Algo me inquieta, es la poca lectura de las nuevas generaciones y entonces perderemos el hábito de saludar a los grandes creadores de la literatura con la sospecha que nunca fueron un sólo hombre, sino un conjunto de hombres que no encuentran un sentido a la vida sino a través de libros, páginas y metáforas que logran vencer la incomunicación de un siglo con otro, que logran extender el humanismo a través de una línea, que importa si recta o sinuosa - me inclino más por esto último- que deposita alguna forma de entendimiento con aquellos que recién llegan a la vida, al mundo, sospechando que hay una única gramática que evita la muerte, el olvido, esa forma cruel de muerte de los que ya les corresponde dejar su lugar a a los nuevos. Sin leer romperemos la tendencia a pensar que Borges no era un hombre, sino un conjunto de hombres como lo fue Shakespeare en el Siglo de Oro isabelino, y tampoco sospecharán, que es lo que nos interesa aquí, sospechar que Homero no fue un hombre, sino un conjunto de hombres, una cofradía atrapados por el arte de tejer la oralidad de la palabra en las hebras de un pergamino, igual que la noche, que teje sueños abrochando imágenes en un cuaderno que se borra todo el tiempo, en un soplo, tan breve, que no entraría dentro de la categoría del tiempo.

Así es Homero, un rehen de lo escrito para superar la íntima fragilidad de la oralidad del canto, del poema, alguien que por la mañana esquiva el gusto del café negro por fijar la lábil labranza del sueño, vaya a saber sobre que lienzo.

Homêro tiene varios significados: " hijo de rehén", que eran prisioneros de guerra condenados a entender las acciones heroicas de los grandes jefes griegos, prefirieron con los rehenes que fueran leales a la pluma y no la espada. " Los hijos de rehenes" no sólo se acostumbraron a un nuevo rigor, con el tiempo se transformó en un arte que deleitaba a los nobles, a los capitanes, como Ulises entre los feacios, a llorar al escuchar nombres y las detallas vicisitudes de la guerra. Con el tiempo sino fue antes, las Musas se interesaron por estás páginas y trajeron aquello de lo que entienden como memoria activa de los dioses y los humanos: la historia, la música, el drama, la comedia e hicieron a los rapsodas, cantar y memorizar.

Tambièn Homero es una suerte de broma; sabemos que oscuridad de los ojos nos obliga a ocuparnos de todos los caminos internos, alejados de lo intrascendente. "ho" "me" "horón" significa el que no ve. Milton no ve otro paraíso y otro Adan y Eva que el dictado por aquello que evitó sus poros.

F. M. Conford comenta algo por estilo de un aedo kirguíz: " Puedo cantar cualquier canción. ìes Dios ha puesto e don de la canción en mi corazón. Me pone la palabra en la lengua sin que yo tenga que buscarla. No he aprendido ninguna de mis canciones, todas brotan de mi interior". La ceguera es como una lluvia para el arte de escucharlas y retenerlas, sabiendo que son ajenas, claro está, excepto en que la Musa sube nuestros pasos para llegar a la garganta o la mano.

Para hacer creíble que hubo un Homêro, lo hicieron nacer en Jonia, en Esmirna, le dieron como padre un río, el rio Meles y como madre a la ninfa Creteida. Le dieron una roca y el mar y el hombro de un niño y le quitaron la muerte de su lado y como fin. Homêros bien hoy podría querer decir, El Que Vive: Z.

 

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