Lider reflexivo: el catalizador de cambios
¡Una búsqueda en Google sobre liderazgo reflexivo produjo más de 63 millones de entradas! Eso nos hace preguntarnos qué entendimiento queremos tener sobre este término. Nos gusta la expresión de Tony Schwartz y Emily Pines :
"Los grandes líderes son reflexivos y deliberados, no impulsivos ni reactivos".
Entonces, ¿Qué es un liderazgo reflexivo en nuestro ecosistema de productividad? Trabajamos con una definición bidimensional: una vista estática y una dinámica.
Definición estática: un líder reflexivo es una persona conocida y respetada por sus cualidades de ser auténtica, ética, valiente, inclusiva y capaz de pensar cuidadosamente sobre las necesidades de otras personas y sobre cómo hacer las cosas de manera efectiva. Él/ella no es un superhéroe, sino una persona normal que es capaz y está preparada para inspirar a otros (a través de una comunicación efectiva) de una manera que involucre a las personas a actuar hacia una visión y un propósito compartidos. Lo más importante es que los líderes reflexivos lideran haciendo lo que predican... son dignos de confianza.
"Líderes queridos hablan claro y toman medidas. Estos líderes lideran desde el corazón. Atienden los miedos, los sentimientos y la historia de su equipo". Brené Brown
Definición dinámica: convertirse en un líder reflexivo es un viaje largo y en expansión. Convertirse es la palabra clave. No comienza necesariamente con un puesto formal de supervisión o gestión; comienza cuando los seguidores empiezan a confiar en ti, es un camino interminable, doloroso, estresante y angustioso, salpicado de muchas experiencias regocijantes de crecimiento. La resistencia y la adaptabilidad para manejar el cambio con flexibilidad son imprescindibles. Estos son los pilares del camino.
Una vez que aceptemos los desafíos que implican emprender ese camino, el crecimiento (personal y profesional) estará garantizado. No se trata de estatus ni de dinero; se trata de propósito, autorrealización, expansión de uno mismo. ¿Cuál es el premio por tomar ese camino? ¡Tu mejor yo!
El tramo más difícil del camino es hablar contigo mismo: es tu autoconciencia. Se trata de tu capacidad para analizar tu historia: de dónde vienes, tus motivaciones, acciones, tendencias, hábitos, valores... En pocas palabras, la forma en que percibes y afrontas la vida. Significa tener una comprensión profunda de tus emociones, fortalezas, debilidades, necesidades e impulsos: tu narrativa interna y sus efectos... tu propósito en la vida.
La autoconciencia alimenta la confianza en uno mismo, la seguridad sobre tu autoestima y tus capacidades. Como líder reflexivo, además de los conocimientos básicos y la competencia técnica, debes desarrollar tus habilidades maduras de Inteligencia Emocional (EQ) y tu Inteligencia Cultural (CQ), necesarias para comprender, empatizar, influir y negociar mejor con otras personas.
Un líder con una fuerte conciencia de si mismo no es demasiado crítico ni tiene expectativas irreales. En este viaje también es necesario aprender a autorregularse; trabajar en tu carácter, confiabilidad, autenticidad, empatía e integridad. Y, por cierto, nunca subestimes tu competencia técnica.
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El liderazgo está en dar. Cuanto más maduro seas como líder reflexivo y habilitador, más valiosa será tu contribución para las personas que te siguen, para aquellos que se sienten inspirados por tu visión y tus acciones, y para toda la organización.
Permitir la creación de valor
Las organizaciones prósperas entienden que el propósito de cualquier negocio es crear valor para los clientes, empleados, inversionistas, la sociedad, etc., y que los intereses de estos grupos están inextricablemente vinculados. Por lo tanto, no se puede crear valor sostenible para un grupo a menos que se cree para todos ellos. Dado que el propósito del negocio es la creación de valor, se deduce que la misión de cualquier empresa debe definirse en términos de sus principales actividades de valor agregado. Este es tu papel como líder reflexivo.
Tengamos en cuenta que el líder, normal y mortal, no lo hace todo. Suena demasiado trivial, pero es sorprendente ver cuántos supervisores, gerentes y ejecutivos recurren a la micro gestión para liderar. Las razones son innumerables. El problema es que ella perjudica la capacidad de los equipos y de toda la organización de aprender, crecer y rendir al máximo.
Lo que se debe hacer es mejorar el desempeño y aumentar la productividad involucrando, delegando, empoderando, entrenando, desarrollando e inspirando. Liderar desde el corazón, ser auténtico, exponerse a la empatía es un signo de fortaleza más que de debilidad, como nos recuerda constante y vehementemente Brené Brown:
"Sea audaz, abierto y asertivo. Escuche los miedos, los sentimientos y la historia de tu gente... así como los tuyos propios".
Dado que los equipos son el entorno social para el desempeño y el aprendizaje organizacional, los individuos deben ser buenos trabajando en equipo. Sin embargo, tanto los individuos como el equipo necesitan un nivel adecuado de empoderamiento para desempeñarse y producir los resultados deseados: exhibir una alta productividad. Como líder habilitador, debes confiarles la tarea de actuar. Bríndales poder para decidir, ser creativos, experimentar, fracasar, aprender de los errores y crecer. Necesitas ayudar a tu gente y a tus equipos a sentirse audaces, decididos, motivados, reconocidos y llenos de energía. Ésa es la prueba del verdadero liderazgo.
En tiempos VUCA, los fundamentos del liderazgo son cada vez más vitales para llevar a la organización al siguiente nivel de desempeño. Aquí queremos hacer referencia al concepto de El Ciclo Virtuoso que Rafael Jaén Williamson cubre en su e-book The Productivity Ecosystem, herramienta fácil de aplicar, desarrollada por RJW Consulting, para ayudar a las organizaciones con un enfoque sistémico al proceso de creación de valor sostenible. El éxito del Ciclo Virtuoso depende de un liderazgo reflexivo y habilitador.
Involucrar, motivar, delegar y empoderar. Crear sensación de urgencia. Garantizar la rendición de cuentas por los resultados. Realizar un seguimiento eficaz para garantizar que los planes vayan por buen camino. ¡Medir todo obsesivamente! Fomentar un diálogo sólido, en un entorno de bajo riesgo, para sacar a la luz las realidades del negocio. Fomentar una cultura de no aceptación de excusas.