Liderazgo para el mundo con IA

En el mundo que viene, la ingeniería informática y la robótica permitirán a los seres humanos una capacidad ilimitada de producir bienes y servicios (las máquinas van a fabricar máquinas). El uso de asistentes virtuales para buscar información, analizar datos, redactar documentos, etc. harán que el mundo personal y productivo se comiencen a fusionar paulatinamente.

Las máquinas y los algoritmos estarán presentes en todo momento. El trabajo y el mundo personal se intercambiarán con naturalidad y frecuencia. El uso de nuestra información personal estará en manos de algoritmos con varias placas de redes neuronales encriptadas, lo que hará difícil en control que garantice un uso ético de nuestra información. La humanidad tendrá que confiar en que los líderes de las grandes corporaciones. Confiar que harán su trabajo por el bien común, protegiendo aquellas cosas que valoramos los humanos. Las máquinas ejecutarán tareas complejas, obedeciendo fielmente la instrucción de sus creadores.

A través de los algoritmos, el marketing penetrará cada rincón de nuestras decisiones, empujándonos a trabajar duro para ganar dinero y consumir. El consumo del futuro será personalizado, con tal precisión, que los productos y servicios por los cuales paguemos nos entregarán placer y bienestar extremo. Si no mantenemos viva la conversación por el sentido, nos perderemos paulatinamente en un mar de algoritmos entrenados para alienarnos.

Los líderes del futuro se enfrentarán cada día al dilema de beneficiarse, sin que nadie se entere, de usar la información para beneficio personal. Los líderes del futuro deben poner cortapisas a la tentación de instruir a las máquinas a hacer cosas que vayan contra el interés mayor de la sociedad.

El desarrollo de la robótica y la inteligencia artificial harán que la humanidad supere las limitantes del entorno natural. Se inaugura “la época de los desafíos del espíritu”. Donde los sistemas de recompensa de corto plazo del cerebro entrarán en disputa, oculta y silenciosa, con los sistemas de planificación de largo plazo (procrastinadoras vs estoicos). La oxitocina de los abrazos se podrá sustituir por la dopamina del videojuego. La euforia de un concierto en vivo se podrá sustituir por la experiencia de la realidad virtual. La profunda insatisfacción con el presente podrá ser aplacado con un fármaco de última generación. Todo aquello que nos molesta en el presente, podrá ser oculto y silenciado con alguna tecnología o fármaco.

En el mundo que viene, lo que va a escasear no es el dinero ni el placer. Lo que va a escasear es el propósito, el vínculo genuino, el abrazo fraterno, el diálogo en busca de entendimiento.

Si los líderes del futuro no mantienen viva esta conversación, y cultivan su espíritu para comprender los desafíos de la sostenibilidad, el resultado será una sorpresa. No puedo anticipar si el resultado será mejor o peor que donde estamos hoy. Por ahora, debemos formar líderes con propósito y comprensión profunda de aquellas cosas que la humanidad quiere preservar.

El tiempo para la reflexión, el cultivo del espíritu, las humanidades y las artes está garantizado por el ahorro que significa la incorporación de la robótica y la informática a las tareas cotidianas. Ese tiempo libre que nos irá quedando, podemos dedicarlo al hedonismo egoísta o al cultivo de la virtud, la reflexión, y el diálogo fraterno. La tarea es mantener viva la conversación sobre aquellas cosas que queremos preservar como civilización.

El dinero es capaz de inyectar motivación extrínseca a los trabajadores para que éstos se esfuercen persiguiendo objetivos y placeres de corto plazo. Pero el dinero no es capaz de mantener un efecto de largo plazo en la motivación. Lo que la gente inicialmente hace por dinero, una vez que esa dinámica se internaliza como derecho adquirido, pierde su efecto en la motivación. El propósito, el sentido de pertenencia y el respeto, ofrecen mayor probabilidad de lograr motivación estable y de largo plazo.

El dinero debiera ser un medio, no un fín. El capital permite controlar el ambiente para que la naturaleza no imponga sus términos frente a la vida humana. Pero el dinero se transforma en un fin en sí mismo cuando los líderes pierden de vista el propósito. Los seres humanos nos organizamos (creamos empresa) para protegernos, para cuidarnos, para preservarnos. Pocos líderes son capaces de transmitir a las personas el por qué nos organizamos.

El líder del futuro debe ser un promotor de vínculos humanos, al mismo tiempo que comprende el contexto en el cual se inserta el negocio y el rol del negocio en la sociedad en su conjunto.

Las grandes corporaciones son dirigidas por líderes que algún día fueron personas como tú y como yo. El liderazgo en valores y el desarrollo de las virtudes, es un imperativo de la humanidad para prepararse para los tiempos de la IA.

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