Liderazgo y construcción de contextos efectivos

Construir y sostener una cultura de alto desempeño es el principal objetivo de un líder efectivo y requiere la canalización del potencial de construcción de valor que reside en las personas para generar una ventaja organizacional específica y difícil de copiar. 

En este camino hay que tener siempre presente que la construcción de una cultura de excelencia es un proceso donde los resultados mandan. Habitualmente, la obtención de estos blinda la construcción de la cultura. Parece paradójico, pero el espacio para trabajar las dinámicas relacionales efectivas se obtiene mostrando números positivos, los que emergen de buenas dinámicas relacionales. Por lo tanto, un líder efectivo es consciente de que necesita ir avanzando en el cumplimiento de las metas al mismo tiempo de ir construyendo la red que sustenta esos logros.

La construcción de una cultura de alto desempeño requiere de la ampliación de paradigmas y creencias. De partida, saber que es posible. Luego, entrenar y habilitar a otros líderes y articuladores redárquicos para que incluyan estas premisas y prácticas en su trabajo diario, entendiendo que el impacto de su ejercicio a nivel organizacional puede lograr resultados sobresalientes y sostenibles en el tiempo. 

La experiencia organizacional muestra que no se trata de «copiar y pegar» dinámicas relacionales de una cultura organizacional a otra. Los patrones conductuales no se pueden imponer ni decretar. Por lo tanto, se debe aprender a leer el contexto organizacional para identificar espacios fértiles que permitan la incorporación de nuevas matrices relacionales efectivas, al mismo tiempo de reconocer patrones conductuales individuales y de equipo donde se requerirá un trabajo firme y deliberado para la toma de consciencia. Solo a partir de ese tipo de intervenciones se pueden abrir espacios de aprendizaje hacia nuevas posibilidades.

En este delicado proceso de lectura de dinámicas organizacionales, la figura del liderazgo redárquico emerge como clave para habilitar nuevos contextos relacionales que permitan a los equipos incorporar patrones de conducta de excelencia. Esto implica, aunque parezca obvio, conocer muy bien al equipo y sus dinámicas. No solo conocer a cada persona, sino que las dinámicas y relaciones que se producen entre ellas en el día a día laboral y social. Los estudios de John Van Maanen sobre redes de equipo de trabajo en empresas, es decir, de redarquía aplicada, muestran que las jefaturas conocen, en el mejor de los casos, el 30% de las dinámicas y relaciones que ocurren al interior de sus equipos. ¿Y el otro 70%?

El ejercicio del liderazgo requiere conocer a las personas y la red que conforman, realizando una acabada comprensión de los dominios relacionales y emocionales como fuente de recursos y energías que abren posibilidades para el desempeño de alto estándar. Solo así se puede orientar el accionar de los equipos de trabajo hacia el logro de la excelencia. Una forma directa de realizar esto es por medio de la interacción con otros, poniendo foco en los patrones conductuales «en el aquí y el ahora». Desde ese lugar, el primer rol del líder efectivo es demostrar por medio del ejemplo y, desde ahí, cómo se despliegan los patrones conductuales de excelencia. 

En cuanto al trabajo deliberado de intervención con sus equipos, el rol del líder es de habilitador. Un líder efectivo otorga a sus equipos los espacios de seguridad y confianza que potencian la conectividad entre sus miembros, es decir, facilita la creación de esa red de conexiones e interacciones que les ofrece seguridad para ir más allá de lo habitual y romper los estándares preestablecidos. Solo así se prepara el terreno para que los grupos puedan reconocer patrones conductuales inefectivos tanto a nivel individual como colectivo. Y, por supuesto, ese mismo espacio se transforma en un terreno fértil para comenzar el aprendizaje de nuevas prácticas efectivas de relación.

Ignacio Fernández y Rodrigo Zambrano

(parte del libro "Liderazgo Redárquico", a publicarse en junio de 2024).