Liderazgo y géneros: aceptarnos diferentes para poder complementarnos

En el contexto actual hemos podido ver cómo las mujeres del último siglo hemos dado grandes pasos para colocarnos a la par  de los hombres. Pero a pesar de estos pasos tan agigantados y evidentes, aún encontramos restricciones sociales impuestas a cada sexo, generándose una falta de equidad constante.

Pero esta competencia no es por diferencias naturales sino provocadas por condicionantes externas. Es muy difícil encontrar trabajos o tareas en las que un género esté por encima del otro, pero sí existe el estereotipo de que un género es mejor que otro o por lo menos vale más.

Los estereotipos condicionan cómo ejercen el liderazgo los hombres y las mujeres. Por ejemplo: cuando una mujer empieza a crecer en el ámbito corporativo y tiene cada vez más injerencia en las tomas de decisiones del negocio, esta situación suele incomodar o ser destacada en las conversaciones, pero cuando esto sucede con los hombres, está naturalizado como algo “normal y habitual”.

A pesar de que en las últimas décadas se fueron abriendo más puertas para las mujeres, creo que el siguiente paso consiste en eliminar estos prejuicios que limitan nuestro campo de acción. Las mujeres debemos entender que posicionarnos en lugares de poder no tiene que ser una lucha, sino el resultado de nuestros esfuerzo y talento más allá del género que tengamos. Debemos ver en qué cosas o aspectos propiamente femeninos cada una puede marcar una diferencia que aporte un  valor cada vez más significativo.

Actualmente y con tantos estudios realizados sobre el tema, hoy se habla de la adopción del estilo de liderazgo andrógino, en el cuál se conjugan los mejores rasgos de los estilos masculinos y femeninos. Y, sin duda alguna, estas combinaciones puestas en práctica nos ayudarán a optar por el equilibrio dejando atrás los prejuicios y las dañinas posturas extremistas. Debemos aceptarnos diferentes para poder complementarnos.