LITERATURA ROMÁNTICA Y NUEVOS LECTORES

LITERATURA ROMÁNTICA Y NUEVOS LECTORES

Cuando comencé a leer romántica, a finales de los 80, las pocas novelas que nos llegaban venían de Estados Unidos, donde se habían convertido en el género de moda, especialmente la romántica histórica de regencia, con sus aristócratas ingleses y sus bailes de salón.

¿A qué llamamos novela histórica? Hay división de opiniones, desde los que opinan que aquellas cuya acción transcurra en periodos anteriores a la Primera Guerra Mundial, los que opinan que la Segunda Guerra, y, la que más me convence, según María Antonia de Miquel en su guía "Cómo escribir una novela histórica": todo lo que sea anterior a la vida del autor, y que se cuente desde la actualidad. Es decir, las novelas de Jane Austen no son históricas porque cuando ella las escribió, hablaban de su época, eran contemporáneas. Pero si yo escribo ahora una novela sobre la década de los 50, sí es histórica.

Cuando un lector se adentra en un libro que transcurre, por ejemplo, en el siglo XIX, sabe que se va a encontrar con personajes que tenían otras ideas culturales, morales, otras normas de conducta que hoy vemos anticuadas y en desuso. De igual modo, sabe que su vocabulario tampoco es el de este siglo XXI, por más que el autor trate de hacer la lectura ligera, tiene unas normas a las que atenerse, y no puede, o no debe, caer en el habla coloquial contemporánea. De hecho, en la misma guía de escritura que he citado, se aconseja ser lo más fiel posible a la época, sin que ello suponga obligar al lector a unos conocimientos excesivos, puesto que todo lo que debe saber debería incluirse en la novela, ni dificultar la lectura con un vocabulario por completo adaptado a la época. Lo que sería un término medio, para entendernos.

Todo esto viene a cuento de que, efectivamente, una novela romántica histórica debe cuidar el vocabulario, como debe cuidar la trama y los personajes, para darle una pátina de credibilidad a su historia.

Todo lo contrario ocurre en la contemporánea. Aquí todo está permitido, los protagonistas pueden hablar algún argot callejero y decir todos los tacos que se les pasen por la cabeza. Incluso en la narración no está del todo mal visto, dependiendo del estilo que se le quiera dar a la novela, el uso de un vocabulario coloquial y hasta barriobajero.

¿Significa esto que una novela histórica es por fuerza de mayor calidad que una contemporánea? En absoluto. Un buen autor de contemporánea sabrá utilizar todas las herramientas literarias para que disfrutemos de la lectura, sea en la época que sea, y la protagonicen los personajes más normales o estrambóticos que haya elegido.

Entonces, ¿por qué da la impresión de que la contemporánea es más descuidada? Porque de unos pocos años para aquí, lo está siendo. Y lo está siendo porque algunos autores han descubierto un nicho de mercado inexplorado: los que llamamos nuevos lectores. Lectores con prisa, lectores que buscan emociones fuertes, lectores que no les importa el fondo ni la forma, sino solo y exclusivamente la acción.

Estos lectores buscan unos protagonistas cercanos con los que identificarse (o soñar con llegar a ser así algún día). Los quieren atractivos, y con historias llenas de sexo y risas, o sexo y lágrimas. Disfrutan leyendo cómo se pelean y cómo lo arreglan en la cama, y en absoluto les interesan las descripciones, ni lo bonito que está el cielo al amanecer, cuando el sol tiñe las nubes de rosa…

Y los autores que han descubierto este filón se frotan las manos, porque pueden despachar novelas escritas en dos, tres meses, sin el menor esfuerzo, y casi redactadas sobre una plantilla, sabiendo que esos lectores-consumidores, las devorarán como si fueran comida rápida.

Hace ya algunos años comparé estas novelas con hamburguesas de MacDonalds en el Congreso de Literatura Romántica de A Coruña. Hasta yo, que soy algo sibarita, me como alguna de vez en cuando, y sí, te quitan el hambre, pero no les llamo comida. El símil culinario sigue vigente.

Dicen que hay un lector para cada libro, y aunque yo no sea lectora de consumo rápido, no voy a criticar, ni mucho menos censurar, esta nueva forma de hacer literatura. Solo lamento que sirva de argumento para los muchos críticos de la literatura romántica, que solo con mirar portadas, títulos y sinopsis, siguen etiquetándola como género de segunda, o de tercera división.

A esos críticos les pediría un poco de rigor, y un acercamiento objetivo a las grandes obras de la actual literatura romántica, antes de emitir su veredicto. En las librerías se puede encontrar buena, mala y regular novela histórica, policíaca, negra, fantástica, etc., y exactamente eso ocurre con la novela romántica.

El lector exigente encontrará novelas de su interés, lo mismo que las encuentra el lector apurado que solo busca puro entretenimiento.

En este mes de abril se ponen a la venta por los sellos románticos en España unos ochenta títulos. Busquen, comparen, y seguro que encuentran algo que les satisfaga.




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