No llegar tarde!
En el libro 21 lecciones para el siglo XXI el historiador Yuval Noah Harari[1], brinda una explicación práctica para comprender cómo los cambios tecnológicos seguirán modificando la sociedad en el siglo XXI. Parafraseando su explicación, el impacto de un cambio tecnológico o una innovación tiene tres grandes momentos. En un primer momento, el protagonista y principal motor será el visionario (ingeniero, emprendedor, físico, químico, diseñador, etc.) quien crea, mejora o adapta un nuevo “algo” (ya sea este un nuevo hardware o software: un objeto electrónico o mecánico, un microchip, una nueva medicina, etc.). Se podría decir que la motivación principal de este actor sería, principalmente, el “amor a la ciencia o la continua búsqueda de la evolución humana”. En un segundo momento, el protagonista será el inversor (banquero, financista, etc.) quien desde una visión de negocio, se encarga de dar el impulso económico necesario para que este “algo” impacte y se masifique en la sociedad. Se podría decir entonces, que su principal motivación es la generación de ganancias económicas convirtiendo este “algo” en un producto o servicio rentable. Una vez estas dos etapas se han dado y la sociedad ha interiorizado ese “algo” al punto de transformar su forma de vida, tiene lugar el tercer momento. En este, el protagonista será el científico social quien buscará explicar los cambios sociales, culturales, políticos, económicos, o éticos entre otros, que este nuevo “algo” ha generado en la sociedad. La motivación de este actor principalmente, sería de la de interpretar y en el mejor de los casos, predecir, las transformaciones que seguirán dándose en sociedad. Sin embargo, dice Harari, este último siempre será el último en aparecer en escena. Es decir, NO será el protagonista de ningún cambio, ya que no creará ningún “algo”, así como tampoco será quien le dé el impulso financiero. En cambio, su rol será primordialmente interpretativo, aunque sus teorías puedan motivar posteriormente algún tipo de cambio social o política pública. Con ello, lo que el autor plantea es que quienes venimos de las ciencias sociales, -apasionante área del conocimiento-, siempre llegaremos tarde!
Y en este punto, uno podría preguntarse: interesante, ¿pero, y eso que tiene que ver conmigo y con pensar el desarrollo en el siglo XXI? Y, tiene que ver en que, quienes trabajamos directa o indirectamente en desarrollo y en formulación de políticas públicas (ello incluye, tomadores de decisión, académicos, políticos, técnicos, analistas, asesores, gerentes, etc.), estamos condenados, inevitablemente a llegar tarde –al igual que los científicos sociales-. Y por tanto, nuestra labor terminará oscilando entre interpretar y/o –en el mejor de los casos- regular estos nuevos escenarios a través de políticas públicas o proyectos de desarrollo. Pero no a protagonizarlos.
Pero esto no implica necesariamente algo negativo, diría el autor. Lo negativo, realmente sería correr el riesgo de no llegar a comprenderlos en su complejidad, pero si reaccionar a su impacto desde una comprensión limitada. Como suele suceder con frecuencia en los sectores públicos y el mundo del desarrollo.
En otras palabras, el desafío que nos plantea Harari es que la acelerada trasformación de los cambios digitales, físicos y biológicos de este siglo nos obliga a aprender a no llegar tarde. Y no llegar tarde implica desarrollar la capacidad intelectual y profesional de adelantarnos a comprender la complejidad del mundo en el que vivimos, previendo el impacto que los avances tecnológicos, biotecnológicos y científicos tendrán en la sociedad en el corto plazo, para aprender así a encausarlos en políticas públicas o proyectos de desarrollo más eficientemente y de mayor impacto. En otras palabras, prepararnos para accionar y no reaccionar.
[1] Harai, Yuval Hona, (2017), 21 lecciones para el siglo XXI. Madrid, España, Debate