Durante los muchos años que trabajé para la empresa, nunca me senté con él a charlar sobre aquella intimidante entrevista...

Durante los muchos años que trabajé para la empresa, nunca me senté con él a charlar sobre aquella intimidante entrevista...

La secretaria del CEO de la multinacional me citó a las 15. Me había pedido un taller sobre el rol del líder en la prevención de accidentes para un grupo de cuarenta directores. Llegué 5 minutos antes, y en punto, la señorita de pollera tubo y tacos aguja, me hizo pasar a la oficina de su jefe. Él, con un look casual, estiró la mano y me invitó a sentar frente a su escritorio.

-Te hice llamar porque me dijeron que sos la mejor, dijo, con una sonrisa amistosa. El tema es que mis directores son ingenieros, gente muy formada y exigente, y no aceptan así nomás un liderazgo femenino.

Una primera entrevista es de predominante escucha, de modo que yo lo hacía sin mover un solo músculo de la cara a pesar de la sensación desagradable que me invadía. Años de oficio.

Su tono era intimidante: –Antes voy a evaluarte yo. Quiero que nos des el taller a mí y a algunos de mis asistentes, después vemos. 

Lo mío en no perder nunca la talla, así que opté por no hacer muchas preguntas. Era una partida para jugar con mis mejores cartas de manera que muy amablemente recogí el guante, saludé y me fui.

Diseñé una actividad que era casi un juego de niños. Tenía muy claro que era preciso mover de sus esquemas a los participantes. Que esa sería la única forma de hacerme lugar, y sobre todo, de abrir un espacio para el aprendizaje, único objetivo de mi tarea. Debían desconcertarse, no saber, desarticularse, pensar. Debían aprender además, que las mujeres somos expertas en combarnos, en escuchar, en habitar a los otros, en cuidar y enseñar.

El Ceo quedó fascinado con la atracción que produjo el taller. Él y sus directores jugaban como chicos de cinco años y aprendieron mucho más de lo que esperaban.

Durante los muchos años que trabajé para la empresa nunca me senté con él a charlar sobre aquella primera entrevista y su desafiante evaluación. Nunca mediaron tampoco disculpas de su parte aunque sí, su confianza a partir de ese momento fue plena.

Cosas que sorteamos las mujeres a fuerza de inteligencia y trabajo. Pruebas que debemos pasar por el sólo hecho de pertenecer al género. 

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