LO NUEVO Y LO NO TAN NUEVO DE LOS “NUEVOS” DIAGNÓSTICOS EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA (Bigorexia*, ortorexia…)

LO NUEVO Y LO NO TAN NUEVO DE LOS “NUEVOS” DIAGNÓSTICOS EN TRASTORNOS DE LA CONDUCTA ALIMENTARIA (Bigorexia*, ortorexia…)

Aunque términos como “Bigorexia” y “Ortorexia” se nos han presentado en los últimos años, ninguno de ellos está aún reconocido en las clasificaciones internacionales de diagnóstico clínico.

Es perfectamente posible, por otra parte, el integrar definiciones operacionales de estas entidades clínicas.

Tales definiciones corresponderán, casi sin dudarlo, al modelo categórico de diagnóstico clínico en psiquiatría (checklist), tal como hasta ahora están plasmados el resto de los criterios diagnósticos de las enfermedades o trastornos mentales.

Seguramente serán de utilidad si nos facilitan incluir poblaciones que anteriormente podríamos haber pasado por alto (por ejemplo, varones), estudiar su epidemiología, las incidencias, prevalencias y los factores de riesgo diferenciales, en comparación con los Trastornos de la Conducta Alimentaria actualmente reconocidos como diagnósticos categóricos en las clasificaciones de uso internacional (DSM - CIE).

Serian de utilidad también si nos proporcionan marcadores de gravedad, curso y pronostico diferenciales.

Y aquí se acabaría (por ahora) la novedad.

Sin demeritar las ventajas del sistema de diagnósticos categóricos, desde un punto de vista de psicopatología dimensional y de constructos trans diagnóstico, estos “nuevos” trastornos se fundamentarían en las mismas dimensiones psicopatológicas que ya definen al resto de los Trastornos de la Conducta Alimentaria.

Tomando como ejemplo a la bigorexia encontraremos un trastorno de integración de la imagen o experiencia corporal, posiblemente en las esferas sensorial (percepción de simetría – volumen).

Cognitivamente podríamos encontrar distorsiones, con relación al tipo de alimentos que se consideren seguros o aceptables o a los beneficios esperables del ejercicio.

Encontraremos pensamientos obsesivos relacionados a la imagen corporal y a la alimentación.

Seguramente encontraremos que la imagen corporal está sobrevalorada en la integración del autoconcepto.

En la esfera conductual casi seguramente identificaremos compulsiones (por ejemplo, en la duración del ejercicio o en su utilización como regulador emocional).

Encontraremos rigidez cognitiva, perfeccionismo y minuciosidad elevadas.

El control inhibitorio definirá el mantenimiento de dietas y rutinas de ejercicio, pero también el que se pierda el control sobre estas.

También encontremos factores familiares - ambientales que actuaran como riesgos o mantenedores de trastorno.

Todos estos elementos y dimensiones ya están descritos para la Anorexia Nervosa, para la Bulimia Nervosa y para otros TCA.

Se trata entonces de trasladar los conocimientos actuales a fenotipos conductuales distintos a los que se han considerado tradicionalmente. Esto ya ha pasado antes, paso recientemente con el Trastorno por Atracón y décadas atrás, con la diferenciación de la Bulimia Nervosa con respecto a la Anorexia Nervosa.

No se trata aquí de restarle valor clínico a estos nuevos diagnósticos categóricos.

De sus definiciones operacionales dependerá la creación- adaptación de las estrategias terapéuticas que sean ideales para reducir el sufrimiento que experimentan estas personas.

De manera inicial, seria valido aplicar las estrategias ya probadas con otros TCA.

Por ejemplo, los pensamientos obsesivos y la conductas compulsivas pueden ser objeto de tratamiento farmacológico y de estrategias psicoterapéuticas cognitivo-conductuales o dialéctico – conductuales.

La rigidez cognitiva puede abordarse con estrategias de remediación cognitiva, o de apertura radical, que facilitan la flexibilidad cognitiva.

La orientación nutricional puede adaptarse a las necesidades específicas de estos sujetos, sin desviarse demasiado de lo que ya se hace con los diagnósticos categóricos reconocidos.

Las estrategias de entrevista motivacional también pueden adaptarse sin problemas para facilitar que el sujeto asuma la responsabilidad de sus conductas y emociones y en el camino identifique si son congruentes con sus propios objetivos y valores.

Las intervenciones basadas en la familia seguramente serán de utilidad.

Por último, es conveniente recordar que, en el contexto clínico, muchas veces no es practico o incluso ético, el esperar a que se formalice (por ejemplo, que se publique en CIE o en DSM) un diagnostico categórico específico, para proporcionar al individuo los auxilios que la evidencia científica ya nos ha mostrado que son efectivos, sin dejar de lado el informar al paciente de las limitaciones probables de las intervenciones o estrategias sugeridas.

* Aunque lo encontramos casi siempre en español como “vigorexia” esta es un ejemplo de una traducción errónea. El termino original en idioma ingles se refiere a “BIG” por grande, en relación con las masas musculares que buscan desarrollar quienes presentan esta entidad clínica, mientras que en español se le identificó, con “VIGor

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