LO OPUESTO A JUGAR, NO ES TRABAJAR. SINO ESTAR DEPRIMIDO

LO OPUESTO A JUGAR, NO ES TRABAJAR. SINO ESTAR DEPRIMIDO

LO OPUESTO A JUGAR, NO ES TRABAJAR. SINO ESTAR DEPRIMIDO, de Stuart Brown, e insiste en que "nada desarrolla tanto el cerebro como jugar"

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"Ya sabes que no puedes salir a jugar hasta que termines los deberes", "aprovecha para jugar un poco ahora que después tienes que estudiar". 

¿Cuántas veces hemos escuchado estas frases siendo niñ@s? ¿Cuántas veces las repetimos después, al convertirnos en padres? 

El modelo educativo dominante traslada al mundo infantil la dualidad trabajo/ocio que heredamos. Estudiar, el trasunto infantil del trabajo, es una actividad seria, de provecho; como contrapuesto, el juego adquiere una cierta carga peyorativa, de pérdida de tiempo, de esparcimiento, de descanso necesario para coger fuerzas para retomar lo que de verdad importa, el estudio.

En un artículo publicado en The Guardian, la columnista Lauren Laverne insiste en que debemos sacudirnos una cierta herencia victoriana, decimonónica, que contempla el juego como algo accesorio, secundario, algo que se merece o se pierde en función del comportamiento (¿cuántos colegios todavía castigan a los niños sin recreo, como si el recreo fuese algo prescindible?) para recuperar el papel del juego como herramienta de diversión y creación. 

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