Lo que aprendí sobre productividad tocando el ukelele
Todos tenemos el mismo tiempo: 7 días a la semana, 24 horas al día y 60 minutos cada hora.
La única diferencia es como lo utilizamos.
Piensa en ese compañero de trabajo que todos tenemos. Que además de ser un crack en lo suyo, tiene 2 hijos pequeños, va al gimnasio a diario, mantiene un blog personal y además sabe tocar el piano.
Cuesta creer que el día de ese muchacho tenga las mismas horas que las de ese otro compañero, que también todos tenemos, al que un día a duras penas le llega para quitarse el pijama mientras se mueve entre la cama y el sofá.
La gestión del tiempo es algo que no te enseñan ni en el colegio ni en la universidad.
Pero es un conocimiento básico para la vida.
Y te da una ventaja competitiva increíble.
Por eso hace años me formé bastante en este tema: cómo gestionar mejor las tareas diarias, cómo optimizar el calendario, cómo utilizar mejor los canales de comunicación, ...
Fui creando y perfeccionando un sistema para ser cada vez más productivo.
E incluso cree una formación propia, que imparto desde hace ya unos 15 años: Gestión del Tiempo y Productividad Personal.
Pero no quiero profundizar hoy en esto.
El caso es que hace unos 6 años tuve una revelación.
Creo que fue cuando me di cuenta que en mi tiempo libre solo leía libros y artículos relacionados con el trabajo.
Incluso en vacaciones.
Me di cuenta que casi todo lo que hacía en la vida buscaba un objetivo.
Todo tenía una utilidad.
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Se me había ido la mano.
Pensé en salir a tomar una copa por Madrid, en las partidas de mus con mis amigos, en los aperitivos en la plaza de mi pueblo, las sobremesas interminables, las conversaciones casuales con desconocidos, los buenos libros de ficción ...
¿Acaso no disfrutamos con estas cosas aunque no tengan, aparanetemete, ninguna utilidad práctica?
¿Acaso esas cosas sin utilidad no terminan luego conectando y te sirven para algo encuentras en el futuro?
Asi que para salir de esa espiral de exceso de utilitarismo y productividad decidí buscar algo que hacer que no tuviera ninguna utilidad.
Por eso empecé a tocar el ukelele.
Un instrumento que solo escucharlo me daba buen rollo, y que siempre me había llamado la atención.
Tocar el ukelele es una experiencia analógica.
Lejos de pantallas digitales.
Que me ha permitido experimentar esa sensación tan guay que se siente al empezar de cero con algo nuevo de lo que no tienes ni idea.
Lo toco sin ninguna pretensión, sin ningún objetivo, sin ninguna planificación, sin ninguna formación, y sobre todo,
sin ninguna prisa.
Es un entretenimiento inútil solo para disfrutar el camino.
Un cable a tierra.
Un contrapeso ante todas las cosas útiles que hago durante el día que sí tienen un objetivo y que están organizadas en mi sistema de tareas.
Y tú, ¿cuál es tu ukelele?