LOS COMPADRES
Mi primo Miguelito, entre otras características, una muy particular y reconocida en el resto de la familia, era los noviazgos que siempre lo acompañaron en el transcurso de toda su vida. Aunque a estas alturas, en plena etapa septuagenaria, ya viviendo prácticamente el reposo del guerrero, solo queda recordar los cuentos y las múltiples aventuras vividas, de la ya lejana adolescencia.
Un hecho muy particular y que recordé en conversación reciente con uno de sus parientes, fue la historia de sus compadres, a quien en aquella época visitaba regularmente.
Cuando iba algún fin de semana, era motivo suficiente para que la comadre Juana Niño, en un alarde de generosa anfitriona como lo era, elaboraba el más suculento de los sancochos, en una mágica combinación de carne salada, plátano maduro y verde, una variedad de tubérculos, por supuesto con la perfecta combinación de guandules verdes y sazonado con especias de la costa colombiana y por supuesto como aperitivo, algunas cervezas heladas vestidas de novia, “Águilas, sin igual y siempre igual”, para ponerle el toque maestro, en honor a la visita.
Cuando el ahijado fue creciendo, era un secreto a gritos el hecho de que los sendos remolinos que aparecían en el medio de cada ceja, y cuyo distintivo era la característica imperdible de toda la descendencia del primo, pero nadie dijo nada, ante la magnitud de semejante evidencia.
En un fin de semana en que estaba pautada la visita a los queridos compadres, finalmente en el último momento Miguelito tuvo que excusarse de la asistencia al delicioso sancocho, ante lo imprevisto de otro compromiso, de manera que la hermosa morena de la comadre Juana Niño decidió aplazar el sancocho y más bien decidió viajar a buscar mercancía por cuestiones de su trabajo como diligente emprendedora independiente, con tan mala suerte que un accidente de tránsito le cegó la vida, en pleno camino al aeropuerto.
Lo curioso del concurrido funeral, era que la mayoría de las visitas que llegaban a dar el pésame, primero se lo daban a Miguelito, mientras el compadre inmerso como estaba en el profundo dolor que lo embargaba, decía en medio del llanto desconsolado, “¡Compadre, si usted hubiese venido el fin de semana, Juana Niño no se va de viaje de viaje y con seguridad todavía estuviera viva!”