Los límites del lenguaje: una reflexión sobre la comunicación humana

Los límites del lenguaje: una reflexión sobre la comunicación humana

He escrito mucho acerca del lenguaje, de su inmensa capacidad para transformar nuestras vidas y relaciones, y de cómo influye en la forma en que experimentamos el mundo.

La ontología del lenguaje, disciplina que estudia nuestra naturaleza lingüística, nos enseña que somos seres que viven y crean realidades a través del lenguaje. Desde este enfoque, el lenguaje no es solo un medio de expresión, sino el marco que define nuestra existencia, nuestra identidad y nuestras relaciones con los demás. Vivimos inmersos en el "mundo del lenguaje," una realidad construida a través de palabras.

 

Sin embargo, en mi exploración del poder transformador del lenguaje, he tocado pocas veces un tema igual de crucial: los límites del lenguaje. Nuestra comunicación verbal tiene restricciones inherentes que nos impiden transmitir completamente la totalidad de nuestras experiencias.

Estos límites, además, nos confrontan con una realidad en la que, aunque el lenguaje moldea nuestro mundo, no puede abarcar todo lo que sentimos, vivimos o experimentamos.

 

Uno de los límites más evidentes es la dificultad de las palabras para capturar la experiencia subjetiva. Las palabras, al fin y al cabo, son etiquetas que hemos construido a lo largo de nuestra evolución para describir lo que percibimos, pero no son la experiencia en sí misma. Por ejemplo, podemos utilizar términos como "ácido," y aquellos que han experimentado dicha sensación gustativa pueden reconocerla e, incluso, revivirla momentáneamente. Pero para una persona que nunca ha probado algo ácido, la palabra no logra transmitir la experiencia completa. De este modo, el lenguaje puede describir, pero no puede reemplazar el acto de sentir.

 

Este fenómeno no se limita a los sabores. Ocurre también con las emociones, los colores, los olores, y todos los estímulos que percibimos a través de nuestros sentidos. El lenguaje es una herramienta de aproximación, nunca de exactitud absoluta. Incluso cuando intentamos describir emociones complejas como la melancolía o el éxtasis, nuestras palabras son solo intentos de representar aquello que, en esencia, es profundamente personal y subjetivo.

 

En ese sentido, cuando otras personas comparten experiencias emocionales particulares es importante recordar que nuestra comprensión es limitada y por lo tanto, la escucha empática no debe usar frases de consuelo como “te entiendo”, si en realidad no he vivido algo semejante. Por ello también los grupos de apoyo se basan en personas que conozcan y tengan familiaridad con situaciones adversas semejantes.

 

 

Recursos del lenguaje para mitigar los límites

 

Ampliar la capacidad del lenguaje para expresar la complejidad de la experiencia humana  es un desafío que debemos abordar si reconocemos estos límites.

 

No se trata de inventar nuevas palabras o formas de expresarse, sino de utilizar recursos como la comunicación gráfica, la simbología, las metáforas, las analogías y los juegos de palabras para acercarnos a la riqueza de la experiencia subjetiva. El lenguaje poético, por ejemplo, intenta trascender estas barreras al evocar imágenes y sensaciones que apelan tanto al intelecto como a las emociones.

 

El Dr. Donald Hoffman, profesor de ciencias cognitivas, aborda este tema desde una perspectiva diferente en su libro The Case Against Reality: How Evolution Hid the Truth from Our Eyes. En su obra, Hoffman argumenta que lo que percibimos como "realidad" es una construcción humana diseñada para ayudarnos a sobrevivir.

 

Nuestra evolución no nos permite ver la realidad tal como es, sino que nos proporciona una versión funcional de la misma, una manera simple que ayuda a la supervivencia humana. Según Hoffman, nuestra percepción y el lenguaje son mecanismos adaptativos, una interfaz que nos conecta con el entorno, pero que no refleja su verdadera naturaleza. En palabras de Hoffman: "Nuestros cerebros están programados para ver una versión de la realidad que maximice nuestras posibilidades de sobrevivir, no para ver la verdad."

 

Desde esta perspectiva, el lenguaje también es limitado porque está diseñado para cumplir una función evolutiva específica: ayudarnos a sobrevivir en lugar de descubrir la verdad última del mundo.

 

Sin embargo, no debemos ver estos límites como una barrera insuperable.

 

Reconocer las limitaciones de nuestra percepción y nuestro lenguaje abre una puerta hacia una comunicación más consciente, intencional y profunda.

 

En este contexto, la escucha, tal como la describe el Dr. Rafael Echeverría, cobra una relevancia esencial. Para Echeverría, la escucha no es solo oír, sino interpretar. Y en este proceso de interpretación, siempre habrá una distancia inevitable entre lo que se dice y lo que se entiende. Como él mismo expresa: “La escucha, en la medida que es una interpretación de lo que el otro dice, siempre será una aproximación, más o menos certera de lo que el orador ha buscado expresar. Pero nunca será más que una aproximación.”

 

Aquí radica uno de los mayores desafíos en la comunicación humana: el entendimiento siempre será parcial, condicionado por nuestras experiencias y filtros.

 

Conocer estos límites no es una señal de derrota, sino una invitación a enfrentar el reto de comunicarnos de manera más efectiva y consciente.

 

Esto requiere que pongamos mayor énfasis en la atención, en la intención y en la empatía.

 

Las organizaciones, los equipos de trabajo y las personas, al entender los retos de nuestra naturaleza y nuestra comunicación, podrían adoptar un compromiso serio con el desarrollo de competencias conversacionales.

 

Porque es la conciencia de nuestros límites la que nos permite acercarnos a una acción por la solución, aun cuando esta seguirá siendo parcial. Porque, si bien nunca podremos eliminar completamente la brecha entre lo que decimos y lo que el otro escucha, sí podemos reducirla a través de la intención, el respeto y el esfuerzo genuino por comprender y ser comprendidos.

 

Para cerrar, es importante reconocer que la subjetividad cognitiva, esa lente única con la que cada individuo interpreta el mundo, hace de la comunicación un desafío constante. En este contexto, la escucha activa y consciente emerge como una herramienta clave para reducir la distancia entre las personas, permitiéndonos conectar con el otro de una manera más auténtica.

 

Pero no basta con escuchar; es imperativo que ampliemos nuestros recursos lingüísticos, aprovechando metáforas, analogías, y otros mecanismos que enriquezcan y amplifiquen el sentido de lo que decimos.


Al hacerlo, podemos trascender los límites del lenguaje común y acercarnos a una comunicación que no solo transmita información, sino que también capture la complejidad de nuestras emociones y experiencias, generando así conexiones más profundas y significativas.

 

María Avilán


Miguel De Narvaez

Director General MIGUEL DE NARVAEZ MÚSICA Y ESTRATEGIA

2 meses

Buen consejo

Claudia Olano Arana

Coach certificado con énfasis en coaching de vida y sanación

2 meses

Muy útil este artículo. Me gustó mucho

Dr. Bethany Bilodeau

CEO at CORE-Methods, The Behavior Bootcamp

2 meses

Great advice

While a picture paints a thousand words, a single smell can transport you through time back to your childhood memories. Words can never adequately describe those emotions.

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