¿Los NPCs están cobrando vida?

¿Los NPCs están cobrando vida?

El NPC, o Personaje No Jugable o No Jugador, originalmente confinado a los márgenes de los videojuegos como un extra sin diálogo, pareciera haber trascendido su código binario para infiltrarse en el zeitgeist contemporáneo. Este ascenso meteórico desde los bytes olvidados hasta la cúspide de la relevancia cultural no es solo una curiosidad; es un fenómeno que merece nuestra atención crítica y, quizás, nuestra admiración reticente.

Imagina un mundo donde ser un extra en el drama de la vida no solo es aceptable, sino deseable. Un universo paralelo donde la "mediocridad" no es un insulto, sino una aspiración. Bienvenido al reino de los NPCs, donde la ausencia de protagonismo es la nueva superioridad moral.

El NPC comenzó su viaje como el patito feo digital, relegado a repetir las mismas frases insulsas ad infinitum en los confines de los RPGs. "Solía ser un aventurero como tú, pero entonces me dispararon una flecha en la rodilla", exclamaba con entusiasmo, ignorante de que el jugador ya había escuchado esa frase de otros 50 guardias en Skyrim en la última hora. Pero como todo buen antihéroe de una novela posmoderna, el NPC se cansó de su papel prescrito y decidió reescribir su propio guion.

En un interesante giro, el término "NPC" fue secuestrado por la derecha política como un insulto, una forma de deshumanizar a sus oponentes ideológicos. "¡No piensan por sí mismos!", gritaban, irónicamente al unísono, como si fueran... bueno, NPCs en un juego mal programado. Pero he aquí el giro inesperado: en lugar de ofenderse, la llamada generación Z decidió abrazar el insulto con el fervor de un NPC.

De repente, ser un NPC se convirtió en la última moda. En TikTok, jóvenes con más ironía que sentido común comenzaron a imitar los movimientos robóticos y las expresiones vacías de sus contrapartes digitales. "Mírenme, soy un NPC", declaran con orgullo, mientras realizan una coreografía que parece una mezcla entre un ataque epiléptico y una rutina de aerobics de los 80.

Pero, ¿qué hay detrás de esta fascinación por lo inanimado, por lo programado? ¿Es simplemente otra moda pasajera en el ciclo interminable de la cultura de internet, o hay algo más profundo en juego?

Para entender el fenómeno NPC, debemos sumergirnos en las aguas turbias de la metacrisis contemporánea. Vivimos en una era donde la realidad parece estar constantemente al borde del colapso. Pandemias, crisis climática, guerras, colapso económico... la lista de calamidades es tan larga que parece no terminar. En este contexto, la idea de ser un NPC, un ser sin "agencia real" en el gran esquema de las cosas, no solo es atractiva; es un mecanismo de defensa.

Imagina por un momento que eres un NPC en el gran videojuego de la vida. De repente, todas esas presiones abrumadoras, todas esas expectativas aplastantes, simplemente... desaparecen. No necesitas salvar el mundo; tu única responsabilidad es estar de pie en una esquina y ocasionalmente ofrecer una frase pregrabada a los transeúntes.

Pero aquí es donde las cosas se ponen interesantes. Al abrazar la estética NPC, la generación Z no está simplemente renunciando a su agencia; está realizando un acto de rebelión pasiva-agresiva contra un sistema que le exige constantemente ser excepcional. Porque, siendo honestos, vivimos en un mundo obsesionado con la explotación y el extractivismo, donde cada momento debe ser productivo y cada acción debe contribuir a tu "marca personal", por lo que decidir ser un NPC es un acto de desafío radical.

Es como si toda una generación hubiera visto "El juego del calamar" y decidiera que "Si no puedes vencer al sistema, conviértete en el sistema" se hubiera convertido en un mantra colectivo. Pero en lugar de simplemente rendirse ante la opresión capitalista, han optado por participar en sus propios términos, convirtiendo la aparente sumisión en un acto de rebelión performativa. Al igual que los participantes del juego mortal que bailan al son de una melodía siniestra, esta generación ha decidido bailar al ritmo del algoritmo, pero con un guiño irónico que desafía la misma estructura que pretenden emular.

Esta performatividad es crucial para entender el fenómeno NPC. Los bailes de TikTok que imitan los movimientos robóticos de los personajes de videojuegos no son solo una broma; son una crítica encarnada de la deshumanización de la era digital. Al moverse de manera mecánica y repetitiva, estos jóvenes están haciendo una declaración: "Así es como nos ven, como autómatas sin pensamientos propios. Bien, les daremos exactamente eso, pero en nuestros propios términos".

Es un acto de apropiación cultural inversa. Si la cultura dominante insiste en tratarlos como NPCs, como seres sin importancia en la gran narrativa, entonces se convertirán en los mejores NPCs que el mundo haya visto jamás.

Pero vayamos más allá. El fenómeno NPC no es solo una respuesta a la alienación digital; es también un comentario mordaz sobre la naturaleza del trabajo en el siglo XXI. En una economía cada vez más explotadora y automatizada, donde incluso los trabajos de "cuello blanco" están siendo amenazados por la inteligencia artificial, ¿qué significa ser humano? Si nuestros trabajos pueden ser realizados por máquinas, ¿no somos todos, en cierto sentido, NPCs en el gran juego del capitalismo tardío?

Al adoptar el concepto del NPC, estos jóvenes están haciendo visible lo invisible. Están poniendo de manifiesto la naturaleza repetitiva y sin sentido de gran parte del trabajo moderno. Cuando un influencer de TikTok repite los mismos movimientos una y otra vez, ¿no es eso un reflejo de los millones de trabajadores que realizan las mismas tareas monótonas día tras día? La única diferencia es que el influencer ha decidido convertir esa monotonía en una forma de entretenimiento.

Pero no nos dejemos llevar por el pesimismo. Hay algo profundamente liberador en la idea de ser un NPC. En un mundo que constantemente nos exige ser especiales, ser protagonistas de nuestras propias vidas, hay una cierta paz en aceptar que, a veces, solo somos extras en el drama de la existencia. No todas las personas pueden ser el héroe o la heroína que salva el mundo; alguien tiene que ser el tipo que vende pociones en la tienda del pueblo.

Y aquí es donde el fenómeno NPC revela su verdadero potencial. Al abrazar lo que parecería "mediocridad", al celebrar lo ordinario, estos jóvenes están desafiando las narrativas capitalistas de éxito y fracaso. Están diciendo: "No necesito ser especial para tener valor. No necesito ser el protagonista para que mi existencia tenga sentido".

Es un rechazo radical de la meritocracia tóxica que ha dominado el discurso social durante décadas. En el mundo NPC, no hay una jerarquía basada en logros o talento. Todos son igualmente insignificantes y, por lo tanto, paradójicamente, igualmente valiosos. Es una forma de comunismo existencial que ni Marx pudo haber imaginado.

Pero seamos claros: el fenómeno NPC no está exento de problemas. Existe el peligro real de que esta celebración de la pasividad pueda llevar a una apatía genuina, a una renuncia real de la agencia política y social. Después de todo, si todos decidimos ser NPCs, ¿quién quedará para luchar contra las injusticias del mundo?

Además, hay algo profundamente irónico en el hecho de que esta supuesta rebelión contra la cultura digital se esté llevando a cabo precisamente en las plataformas que perpetúan esa cultura. Cuando bailas como un NPC en TikTok, ¿estás realmente desafiando al sistema o simplemente proporcionando más contenido para el insaciable algoritmo?

Sin embargo, quizás esa es precisamente la genialidad del movimiento NPC. Al utilizar las herramientas del opresor para burlarse del opresor, están realizando un acto de subversión. Es como un caballo de Troya digital, pero en lugar de soldados griegos, está lleno de adolescentes haciendo el floss.


Creación propia

En última instancia, el fenómeno NPC es un espejo que refleja las contradicciones y ansiedades de nuestra era. Es una respuesta irónica a un mundo que parece cada vez más absurdo e incomprensible. Es una forma de reclamar la humanidad en un paisaje digital que constantemente amenaza con borrarla...

...Porque en el gran juego de la vida, tal vez todos seamos NPCs. Y eso, paradójicamente, podría ser lo más humano de todo.

Adriana Espino del Castillo

Mediadora científica y desarrollo de talento STEM | Mentora de innovación para la sustentabilidad | ¡Te ayudo a vender tu ciencia!

2 meses

La lectura de este artículo me acaba de abrir una ranura en la cabeza, y me están cayendo muchos veintes. Increible lo que escribes Fernanda Rocha. Siempre es grato leerte y aprender de ti. Usaste en tu artículo la palabra "mediocridad", ¿En qué momento esta apropiación cultural inversa de la que hablas logra que la mediocridad se convierta en protagonista? ¿qué tanto son conscientes o no los actores del efecto que buscan tener? Quieren o no ser protagonistas? o es una acción de inacción simplemente para demostrar que no es necesario ser protagonista para existir? Me resulta por demás interesante el tema y entender este fenómeno, sobre todo ahora que vivo la docencia en temas de innovación para las nuevas generaciones, pues implica un cambio cultural que posiblemente enfatiza la individualidad y la personalización, pero al mismo tiempo está poniendo en riesgo el sentido de comunidad, que si bien nunca ha sido nuestro fuerte como sociedad, lo amenaza cada vez más. Me llevo tu lectura como reflexión de cabecera. Gracias

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