Los robots ya saben elegir regalos
Somos un poco más predecibles de lo que realmente creemos. Nuestras filias y nuestras fobias afloran muchas veces al cabo del día, en esa mueca casi imperceptible o en esa frase que repetimos a menudo y que siempre quiere decir lo mismo. Por eso la gente que pasa mucho tiempo con nosotros sabe interpretarnos de maravilla, haciendo casi traducción simultánea de lo que pensamos y sentimos en función de nuestros gestos. A base de observarnos se convierten en auténticos prestidigitadores de la intuición, anticipándose a nuestros deseos, gustos o intereses. “A María le voy a regalar este jersey blanco, a que le va a gustar”. María no ha mencionado nunca ese jersey, ni tan siquiera suele hablar de ropa o de moda, pero su familia y amigos que la conocen tan bien, saben qué cosas le gustan y suelen acertar cuando le quieren comprar un regalo. Pero… ¿cómo lo hacen?, ¿es esa intuición tangible o intangible?, ¿cuándo serán las máquinas capaces de hacer algo tan humano como escoger un regalo?
Estamos ante algo muy tangible aunque suene un poco mágico. El día a día de cada uno de nosotros deja un rastro ineludible de elecciones y preferencias, gustos, apetencias y disgustos, montañas de información disponible y dispuesta para ser registrada, archivada y utilizada. Sacar conclusiones a partir de tanta información dispersa puede ser una tarea exigente, pero seguro que tendremos unos cuantos candidatos encantados de hacerlo entre aquellos que más nos quieren, así es el apego entre personas. Pues bien, este proceso natural de recabar y ordenar datos para conocer mejor a quienes amamos puede cambiar, y mucho, en los próximos años. Nuestro rastro diario de elecciones está cada vez más digitalizado porque estamos conectados a dispositivos electrónicos y a Internet una buena parte de nuestro tiempo. Y no solo eso, el modo en el que vivimos, lo que pensamos, en definitiva, lo que somos, ha adquirido una dimensión mucho más pública a través de redes sociales, apps o bases de datos. Con toda esa información disponible, las herramientas de inteligencia artificial y de inteligencia colectiva abren posibilidades inéditas hasta la fecha: conocer nuestros hobbies y cuándo nos gusta practicarlos, saber qué leemos, cuál es nuestra serie favorita o cómo nos relacionamos con nuestros amigos. Puede sonar a ciencia ficción, pero estamos hablando de posibilidades reales.
Las máquinas pueden resultar bastantes más certeras que nuestro padre o que nuestra abuela a la hora de predecir qué regalo nos va a gustar más. Por observadores que estos sean, la máquina tiene todas las de ganar, porque seguramente dispone de muchos más datos y de información más actualizada que la abuela más devota. Además también tiene acceso a las publicaciones mostradas por los miembros de nuestro círculo, así que ya ha identificado que buena parte del grupo ya se ha apuntado al mismo club de montañismo. Que un robot se anticipe a las necesidades de María y le ofrezca un jersey blanco de montaña antes de que ella misma lo haya pensado, es ya una realidad en apps de moda que usan este sistema de inteligencia artificial como TrendyAdvisor