Los trabajos soñados
Cuando tenía 34 años estaba trabajando en una de las casas productoras más creativas y originales del país, cuando crees que estás bastante bien donde estás, aparecen oportunidades increíbles que obviamente no se pueden dejar pasar.
Me llamaron de una agencia internacional con la sede central en Nueva York, para optar al cargo de productora regional para LATAM con un cliente multinacional de manera exclusiva, y claro que sientes que es el trabajo soñado.
Aunque la idea era armar un mini equipo (de 3 personas) en el país y sumarlo al equipo regional, pues igual había que pasar por un proceso de selección que en mi opinión, fue bastante turbio y engorroso, diez (10) personas con quien tuve que conversar durante 4 meses que duró el proceso de selección y contratación, pero como mencioné antes, era un trabajo soñado y tenemos la idealización latinoamericana que para que algo (lo que sea) valga la pena pues hay que sufrir, pasar mucha roncha, estirar el chicle todo lo que se pueda.
Una de las entrevistas la hice con la que sería mi superior en el ámbito local, y aquí comenzaron los problemas, porque era una persona que tenía mucho tiempo (más de 15 años) en un cargo de director de producción audiovisual en otra agencia, y se había acostumbrado a mandar, a relacionarse de manera digamos, particular.
En esta entrevista que yo imaginaba sería mucho más técnica y profesional, la recuerdo como una de las más mediocres y poco profesional. Todo se centró en el tiempo que había trabajado en otros lugares, con énfasis e insistencia en que contara el motivo verdadero (chisme) por el cual había cambiado de trabajo.
Hasta ese momento nunca me había sentido tan incómoda en una entrevista de trabajo, porque esa persona me hizo sentir como una paria por no cumplir sus propios y acostumbrados patrones de estabilidad laboral.
Al final y después todo lo largo y engorroso del proceso, me contrataron y durante casi 4 años tuve unos de los trabajos más divertidos y excitantes que te tenido, pero como todo en la vida, de lo bueno poquito, porque siempre hay dardos envenenados, y quienes tiran la piedra y esconden la mano, en la multinacionales no hay tiempo para las honestidades, sino para quien se arrima mejor al jefe.
Mucho tiempo después llegó otra oportunidad que también entraba en el perfil de trabajo soñado. Me contactaron de una ONG Internacional que tenía sede local, pero que se vinculaba con toda Hispanoamérica, era un trabajo bastante corporativo, mucho menos creativo del que venía desarrollando, pero que suponía un reto profesional y un vínculo con esas organizaciones que impactan en la vida de otras personas en diferentes vías, y sólo eso ya era para mi un sueño a cumplir.
Y nuevamente otro proceso de reclutamiento y contratación largo, tedioso y burocrático, que también duro algo más de 3 meses, un montón de entrevistas por niveles de organización, tuve que hacer al menos 3 pruebas psicotécnicas, incluso un día me citaron para reunirme con la Presidenta, que luego de hacerme esperar casi hora y media, llegó con un séquito de personas para que yo me “defendiera” (ese fue el término utilizado) en 15 minutos ¿por qué ellos debían contratarme?
Seis semanas después de esa entrevista “defensa” comencé a trabajar, pero menos de 6 meses, tardé en darme cuenta que no se trataba de un trabajo soñado, o un reto profesional, distaba mucho de serlo, entre otras cosas por que nunca tuvieron claro mi posición, la mala gestión en su estructura organizativa y la toma de decisiones derivadas en un embudo estresante, sin prioridades y objetivos poco claros.
Hoy en día, estoy en una posición muy distinta y ya no creo en los trabajos soñados, ideales o perfectos, pero tampoco creo que los procesos largos, burocráticos y engorrosos funcionen para escoger al mejor talento, por lo contrario solo desgastan.
Puede que para las corporaciones y grandes organizaciones es importante las pruebas o los test psicotécnicos, las entrevistas con el supervisor inmediato o los reclutadores de RRHH. Yo creo en las conversaciones honestas de doble vía, esa comunicación humana, verbal y no verbal, directa, con objetivos y prioridades del cargo claras, esto en definitiva debiera ser la guía más importante para contratar o no, desde un operario de primer nivel hasta un director ejecutivo.
Es solo un consejo de una amiga comunicadora, nos vemos en el próximo y seguimos.