Manténlo prendido, Nolan
En este episodio, para entender Oppenheimer, hay que entender a Nolan

Manténlo prendido, Nolan

Ver una película de 3 horas 3 veces en 3 salas distintas (una de ellas, IMAX digital) supondría un hartazgo tal que ya ni provocaría referirse a ella, pero el cine de Christopher Nolan logra que un suceso así sea estimulante con cada visionado. Con Oppenheimer, una vez más, nos somentemos a una narración meticulosamente bien organizada en la que nada aparece por accidente, donde el protagonismo no es de la bomba, si no del físico teórico que la pensó. Estas son mis impresiones. Con spoilers, eso sí.

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Hasta cierto punto, Oppenheimer me sabe a venganza.

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En agosto de 2020, Christopher Nolan estrenaba TeneT, una cinta que cierta crítica no demoró en calificar de inclasificable, y no contenta con eso, la tildó de ambiciosa, pero ya saben, not in a good way.


¿Querías cine? Toma Tenet

Tenet tuvo un estreno que acaparó cierto entusiasmo, ciertamente, a pesar de lo limitado de su lanzamiento, pero los rezagos del COVID-19 supusieron de todas formas que cierto público ávido de distracciones, escapismo y, sobre todo, alegrías, no coincidieran con el rompecabeza fílmico que representaba esta cinta. Nolan es lo que quieras, pero nunca ha subestimado a la audiencia, sin embargo, en un escenario global donde la industria del cine temía por su colapso (sumado al auge del streaming), el director prefirió seguir siendo un cineasta que demanda un esfuerzo en el espectador, uno mayor al salir de tu casa con un tapabocas para ingresar a un espacio cerrado esperando distraerte de toda la mierda que pasa (igual se llevó un Oscar a Mejores efectos especiales).

Nolan es un director enamorado de la manufactura del cine. Quizás por ello entendió que sí, hay una pandemia, y todos sufrimos, pero hey, no nos olvidemos de los que nos ayudan a que siga habiendo cine-como-experiencia (desde proyeccionistas hasta los que te sirven la canchita) a pesar de todo, como escribe en The Washington Post:

The past few weeks have been a reminder, if we needed one, that there are parts of life that are far more important than going to the movies. But, when you consider what theaters provide, maybe not so many as you might think.

Tenet no "salvó" al cine (esos fueron Avatar y Top Gun, mucho después, ¿no?), la cinta pudo superar a regañadientes el mote de "exigente" y "compleja" (eufemismos que usan algunos críticos para decir que no les gustó algo que no entendieron, en primer lugar), y muchas personas recién han podido redescubrirla (y hasta apreciarla) gracias a Oppenheimer, pero particularmente, porque es de Nolan, y quienes la detestan, lo hacen por esa exacta misma razón.

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Nolan concibió Tenet para la pantalla grande en vez de cualquier monitor que uses en la comodidad de tu hogar para ver películas de 2 horas. Sin pausas, sin distracciones. "No trates de entenderlo, siéntelo", nos dice literalmente en el film.

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Así que, naturalmente, ¿qué podríamos esperar de su siguiente proyecto?


Here comes the boom! Ready or not?

Muchos olvidan que Nolan era un devoto del IMAX mucho antes de Oppenheimer. Sucedió con la propia Tenet: Warner Bros. no solo insistió, bajo sus exigencias, que la gente vaya a verla al cine (el primer teaser solo se podía ver en una sala), sino que recomendaban la experiencia de los formatos de 70mm y 35mm.

Ya en una nueva normalidad, la noticia de una película de Nolan sobre la bomba atómica hizo salibar a más de uno. El hype crecía exponencialmente, más con noticias como las que sostenían que, precisamente, para el estallido de la bomba, el buen Christopher no utilizaría efectos especiales: lo que se vería en pantalla, iba a ser una explosión de verdad.

Come, come, nuclear bomb...

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Pero la sopresa mayúscula en Oppenheimer está en que la recreación de esta explosión no es el punto más sobresaliente de la cinta. Lo que hace Nolan y su compinche Hoyte van Hoytema, sobresaliente director de fotografía, con todas las IMAX a su disposición, es retratar las expresiones de los involucrados en la elaboración de la misma. Es una película que explora el rostro humano, pues este sirve de un correcto traductor de las tribulaciones mentales de sus protagonistas.

Aún en los pasajes en blanco y negro, que sirven para dividir los tiempos de los sucesos que vemos en el ecran, uno no puede evitar sentir que Nolan emplea la tecnología para remitirnos a lo más elemental de la fabricación cinematográfica: el encuadre a nuestras expresiones, nuestras voces, nuestras reacciones, son aquellas que alimentan cada minuto del metraje fílmico. Aquí son las de Cillian Murphy, Robert Downey Jr., Emily Blunt, Florence Pugh, y Matt Damon las que destacan.

En medio de todo eso, fluye la sensación de que se está construyendo algo que puede deshacer su vida por completo. Y ahí están las IMAX para capturar esas manifestaciones de contenida desesperación. Porque Oppenheimer también es la historia de estallidos que parecen interminables en la vida de un excelente matemático pero no tan mesurada persona, que vive a costa de los impactos por las constantes detonaciones en su quehacer profesional y vida familiar. La única explosión que logró manejar fue una que finalmente le fue arrebatada, así se haya esforzado en sostener, creyéndolo o no, que ni él ni quienes trabajaron en la bomba tenían la facultad de decidir qué hacer con ella.

La cinta nos muestra que la peor reacción en cadena en la vida de Oppenheimer no culminó con el falso juicio al que se sometió por una vil vendetta, sino con el hecho de no haber tenido la habilidad de identificar qué actos lo iban a sumir en una degradación perfectamente evitable: más complejo que armar una bomba atómica, es lidiar con los celos, la mezquindad y la mediocridad de tus colegas. Sucumbir a tu lascivia personal es un lastre más significativo que sentir que tienes "sangre en tus manos" por tu creación.


Come, Armageddon, come...

En una de estas 3 visitas al cine, a la salida de la proyección, bajando las escaleras que nos devolvían a las calles, no pude evitar escuchar un comentario que sonaba a sentencia:

"Sí, estuvo bien, pero yo pensé que iba a ver MÁS sobre la bomba..."

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La verdad, la cinta sí muestra los efectos de la bomba. Pero no lo hace de la forma en la que nuestro morbo nos lo demandaba. Y en este punto, los rostros nuevamente, son el factor decisivo para la apreciación de esta producción mastodóntica.

Hay un momento en donde se habla precisamente sobre las víctimas fatales que ha dejado el bombardeo en Hiroshima y Nagasaki. La cámara realiza un largo y lento paneo a los asistentes del seminario donde se está proyectando, intuimos, imágenes de los japoneses afectados durante los fatídicos 6 y 9 de agosto de 1945. Lo que escuchamos de la boca del expositor es repulsivo, pero son los rostros desencajados, al límite del arrepentiemiento, los que nos producen mayor asco. Porque sabemos que ellos sabían que eso que escuchamos, todo eso que vemos que están viendo y les causa repugnancia, iba a pasar.

En otro momento, horas después del anuncio del bombardeo, Oppie ingresa a un auditorio en Los Álamos, donde su fiel feligresía está esperando unas palabras de su líder. Cual si fuera un culto insoslayable, los rostros de cada uno de los asistentes parecen sometidos a una droga que los embriaga de un triunfalismo deshumanizante, un éxtasis colectivo que afecta a Oppenheimer al punto de soltar unas expresiones lamentables, propias del interlocutor que solo sabe decir en un estrado lo que cree que la audiencia está esperando de él, sin estar realmente convencido de lo que manifiesta, un speech abandonado por la lucidez en favor del chauvinismo descerebrado. El sonido de la aclamación de ciudadanos enceguecidos por sed de sangre se transforma en una cacofonía que musicaliza el ego. He ahí también uno de los peores efectos de la maldita bomba.

Con ustedes, el destructor de mundos.

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Nolan no emplea Oppenheimer para emitir un juicio sobre Oppenheimer, sino que nos cuenta una historia y así regalarnos la posibilidad de que lo hagamos nosotros, haciéndonos ver que el ser humano tiene la capacidad de crear y destruir en partes iguales. Eso es lo que vino haciendo Oppie a lo largo de las 3 horas de metraje en y con su vida.

No sé si quedó claro, pero insistiré: ver Oppenheimer 3 veces significa que es un film que puedes rever y disfrutar porque no se sienten las 3 horas. Una cinta construida a base de diálogos potentes, donde no hay ninguna palabra desperdiciada, y que muestra la maestría de la edición (a cargo de Jennifer Lame) como herramienta para capturar el momentum de todas esas acciones y sus respectivas expresiones reflejadas en el ecran. Esta es una película para ver más de una vez, y su duración no significa en ningún aspecto un impedimento para ello.

Quizás Nolan ya haya descifrado cómo desafiarnos en el cine, más que mostrando ciudades enteras que se doblan en el aire o creando tensiones argumentales con la teoría de las cuerdas, hurgando en la instrospección humana, sin renunciar a las maravillas que nos ofrece la tecnología audiovisual y todas las referencias cinematográficas que podamos detectar aquí (desde Stanely Kubrick hasta Terrence Malick; seguro tú ubicarás algunas más).

Oppenheimer aborda lo bélico, pero a diferencia de Dunkirk, no muestra la tensión del enfrentamiento desde el punto de vista de un soldado raso o un piloto de avión, sino que se despliega ofreciéndonos una perspectiva desde los escritorios y los pupitres, desde los laboratorios y los talleres, desde la academia y los sindicatos, desde la ciencia y el armamentismo. Y al hacerlo, decide respuetuosamente no representar los bombardeos. ¿Para qué mostrar lo irreproducible?

Veamos, la bomba y sus víctimas tiene material cinematográfico más contundente y desolador, que los cinéfilos interesados pueden revisar para saciar su cuota de violencia, especialmente desde la cinematografía japonesa, quizás la más autorizada para este tema. El anime, sobre todo, tiene ejemplos brutales sobre la devastación de Hiroshima y Nagasaki, como deja en evidencia Hadashi no Gen de Mori Masaki (1983), y más recientemente, Kono Sekai no Katasumi ni de Sunao Katabushi (2016).

(Advertencia: las escenas del bombardeo soy MUY FUERTES.)

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Ahora, créeme: si vas a Oppenheimer solo por la bomba, no te preocupes. La vas a ver. La vas a escuchar. Oh, la vas a sentir. Y la vas a detestar más que nunca. He ahí otro de los grandes logros de esta cinta. No es necesario mostrar uno, diez o un centenear de los 200,000 japoneses quemados hasta dejarlos irreconocibles. Incluso Oppenheimer evita ver esas imágenes en aquella proyección.

Dicho sea de paso, la mejor experiencia audiovisual que podremos obtener para ver Oppenheimer es en IMAX 70mm, considerada "forma certificada por Christopher Nolan" en que se debe ver el film, ya que esta ofrece la versión completa y sin recortar de la película proyectada en celuloide real, ofreciendo 10 veces la claridad de la proyección estándar.

La mala noticia: solo hay 30 salas IMAX 70mm en el mundo. Ninguna en Latinoamérica.

El resto de mortales, tendremos que conformarnos con el IMAX digital, de ser posible.

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Aquí lo explica mejor la tiktoker Umami Alex:


Apocalipsis ahora

Para completar el full circle en esta edición, así como Tenet fue la historia de una bonita amistad dentro de un plot ciertamente enrevesado, Oppenheimer nos muestra una historia de ascenso y caída (no pun intended) que se sostiene en base a relaciones intensas con diálogos indesmayables: Oppie con sus profesores y referentes académicos; con sus colegas; con sus parejas sexuales; con su hermano; con su esposa; con los militares; con su pais; y no menos importante, consigo mismo. Una travesía a estas alturas inimaginable si no es en el pellejo de la formidable interpretación de Cillian Murphy.

Son en todos esos diálogos, con sus pares y sus parejas (y consigo mismo), en los que Oppenheimer nos muestras sus vaivenes, sus pecados, sus ambiciones, sus contradicciones y, por supuesto, sus convicciones. Desde aquel estudiante entusiasmado por descubrir los secretos más intrínsecos del mundo al compas del sonido de las gotas de lluvia, hasta sentir el peso del planeta sobre su cabeza cuasi desmoralizado por entender que su vehemente descubrimiento hizo posible que supiéramos que tenemos la habilidad de destruirnos irreparablemente.

Finalmente, queda decir que Oppenheimer sale librado del juicio en la pantalla, pero le queda aún uno más por sortear: el nuestro. Durante 3 horas completas hemos apreciado, admirado, y tratado de comprender las motivaciones, decisiones, y acciones de todos los que formaron parte de las actividades en Los Álamos. Pero aún no hemos manifestado si lo que ahí produjeron estuvo bien o mal. Si su líder, o guía, o showman desató un apocalipsis prevenible y merece admiración o castigo, queda a nuestro juicio.

Sea lo que pensemos al respecto (y Nolan confía que nosotros como espectadores vayamos al cine sabiendo un par de cosas de historia universal), esperemos también que nunca más tengamos que dilucidar otra vez sobre ello.

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Oppenheimer se proyecta en cines. La sala IMAX en Lima se encuentra en Cinépolis Larcomar.

Tenet ya está disponible en streaming.


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Sara C.

OKR Coach | PMO Leader | Empower individuals and organizations to achieve their potential with OKRs and project management.

1 año

Gracias por el artículo, me encantó el análisis. Nolan es un grande y Oppenheimer es una obra maestra 🙌

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