MARIE CURIE Y EL MARKETING FEMINISTA
Llevo más de 30 años trabajando en empresas que ofrecen servicios de marketing (agencias y consultoras). He realizado proyectos para algunas de las marcas más importantes de nuestro país y, como cualquiera puede suponer, en este tiempo he cometido muchos errores relacionados con la imagen de las mismas: he usado logos antiguos en presentaciones al cliente; he escrito mal el nombre de la marca en los documentos destinados a las mismas; he osado poner el logo sobre un color de fondo no permitido por su siempre exigente manual de marca e incluso una vez, fuimos a presentar a una empresa con el logo de la competencia en lugar del suyo. Algunos de estos errores pueden parecer banales para el profano, pero cualquiera de ellos tuvo siempre una gran importancia para los afectados. Por eso, cuando se acerca el día de la mujer y todas las compañías empiezan a modificar aquello que defienden con uñas y dientes, esto es, sus marcas y logotipos y los tiñen de color violeta, no puedo evitar cierto rubor y sospecha de oportunismo.
Por supuesto, entre las empresas que llenan sus redes sociales de logos color púrpura, se encuentran también muchas de las de servicios, esas que, como decía al principio del artículo, conozco muy bien. Entre ellas, alguna que incluso ha formado parte de mi carrera, donde las exigencias de “compromiso” y disponibilidad” son tan inconciliables con la vida personal, que hacen que sea heroico para una mujer promocionar y ascender en ellas.
Algunas de las empresas que viran su logo a malva, son esas empresas que no retornan a su anterior puesto de trabajo a las mujeres que vuelven de una baja de maternidad, cuando piden una reducción de jornada y las arrinconan en tareas de menor responsabilidad, porque no pueden “dar el 100 por cien” (en realidad se refieren a dar el 200%). En alguna de ellas, a mí mismo me han preguntado por personas de mi equipo, que estaban disfrutando de su permiso de maternidad o paternidad: “¿Pero va a tomarse toda la baja? ¿Podré, por lo menos, llamar para que me de información sobre este o aquel tema?”.
Los logos morados nos van a inundar, un año más y a mí me volverá la urticaria de tener que ver alguno de ellos, brillando en las redes sociales, felicitándose de los avances de la sociedad y, cómo no, de los suyos propios, con estadísticas que, en el mejor de los casos, sólo ponen un ligero velo sobre el verdadero problema que tienen como estructura y que es irresoluble mientras mantengan los índices de sobreexplotación que, a su vez, son los únicos que pueden mantener los niveles de ingresos de los socios y propietarios de dichas empresas.
Una vez más, algunas compañías construyen su propia versión de la historia a espaldas de su propia realidad. El “marketing feminista” no es nada nuevo. Lo aplican las empresas y lo han aplicado siempre las naciones. Todas. Incluidas algunas de las que consideramos ejemplo de libertad y derechos, aun cuando su verdadero comportamiento deja mucho margen de mejora.
En 1789 estalla la Revolución Francesa, que acabó con el absolutismo y sentó las bases del estado actual, con avances tan relevantes como La Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano o las bases del Estado de Derecho, que dio origen a la Separación de Poderes, fundamental en el ordenamiento de las democracias actuales.
Por estos incontestables hechos históricos, Francia es considerada la cuna de las libertades y ostenta el honor de ocupar ese puesto, de manera prominente, entre todas las naciones. No importa que la revolución desembocase en un régimen de terror, durante el cual Robespierre mandó guillotinar más de 30.000 personas, ni que dicho terror terminase en un golpe de Estado el 18 de Brumario de 1799, liderado por Napoleón, el dictador que provocó la primera guerra de magnitud mundial (llevó el caos y la guerra a Europa, África y América). Tampoco afecta a esa imagen de nación liberal, el hecho de que, en 1871, el Estado Francés reprimiese a sangre y fuego la Comuna de Paris (primer experimento de comunidad socialista) o que mostrase al mundo su antisemitismo, pocos años más tarde, con el escandaloso caso Dreyfuss. A la imagen de Francia, ni siquiera le afectó su alianza con Hitler: “La Francia de Vichy”, que colaboró con los nazis, aportando trabajadores y soldados al ejército alemán y realizando inestimables labores de apoyo en el exterminio masivo de los judíos residentes en el país galo.
Fue a esa Francia, “abierta y libertaria”, a caballo entre los siglos XIX y XX, a donde emigró y donde desarrolló su vida y su carrera, Maria Salomea Skłodowska, que pasaría a la historia como Marie Curie, afrancesando el nombre y adoptando el apellido del marido al casarse (bajo mi punto de vista, otro ejemplo de falta de respeto hacia la mujer, que Francia y otros muchos países mantienen a día de hoy) a la que yo, con permiso del lector, llamaré María, que era su nombre polaco, su país de origen.
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Como tantas veces ocurre, Francia presume hoy en día de la eminente científica, primera mujer y único ser humano en conseguir dos premios Nobel. Como se suele decir, los fracasos son huérfanos y los triunfos tiene muchos padres. Y es que la vida de María estuvo plagada de injusticias por ser mujer.
Algunos dicen que nunca la oyeron quejarse, aunque es más probable que nunca la escuchasen. Lo que es seguro es que su vida como científica y mujer, en el país que la acogió, no fue nada fácil.
Como ya hemos dicho, fue la primera y única persona en recibir dos premios Nobel por dos disciplinas diferentes, es cierto. Pero el primer premio, el de Física, por el descubrimiento de la radioactividad, fue realmente un premio compartido, a partes iguales, entre Henri Becquerel y ¡el matrimonio Curie! Vamos, que le concedieron un 25% del Nobel (también de la dotación económica) Pero no sólo eso, sino que ni siquiera fue invitada a la ceremonia. Sólo asistió porque su esposo, Pierre Curie, se negó a ir si ella no era invitada (ya había tenido que amenazar con no presentar la candidatura si ésta no incluía a su esposa) y para colmo, María tuvo que soportar, durante el discurso del presidente de la Academia Sueca, una cita del Génesis: “No es bueno que el hombre esté solo. Le haré una ayuda idónea para él”.
Su segundo premio Nobel, en este caso de Química, lo recibió en 1911 por sus investigaciones sobre el radio y sus compuestos. Tampoco fue fácil en esta ocasión. Su esposo y valedor, había fallecido cinco años antes y ella estaba rehaciendo su vida con otro hombre, por lo que la pacata sociedad francesa de la época, le tildó de todo menos de bonita y la viril comunidad científica, que tampoco soportaba su éxito, trató de boicotearla. Lord Kelvin, gran amigo y admirador de su ya fallecido marido, puso en duda todo el trabajo de su vida: el que la hizo merecedora del Nobel ya recibido y el que estaba realizando en ese momento y que le llevaría a recibir el segundo (eso sí, previa carta, de nuevo, de la Academia Sueca, pidiéndole que se abstuviese de asistir a la ceremonia de entrega). Sólo se decidió a asistir cuando su amigo Einstein la animó a hacerlo (Por cierto que Einstein, el único apoyo de María en esta época no era francés, sino alemán, ese país bárbaro, cuna del nazismo, del que nadie valora que fuese el origen del movimiento romántico ni el que mayores aportaciones ha realizado a la historia de la música y la filosofía).
Francia no fue un camino de rosas para María. Se la trató de polaca (lo era) judía (¿recuerdan el caso Dreyfuss?) rusa (también lo era, porque en aquel momento Polonia pertenecía al imperio ruso) y atea (¿judía y atea?). A pesar de sus dos títulos universitarios, su doctorado y su premio Nobel (en aquel momento tenía uno sólo) en 1911 la Academia de Ciencias de Francia le negó el ingreso y le otorgó el puesto a Édouard Branly, un ayudante de Marconi, inventor del telégrafo inalámbrico, apelando a la “tradición de no admitir miembros femeninos”.
Pero la realidad es tozuda y un genio como el de María no puede ocultarse. Por mucho que intenten enterrarlo siempre subirá a la superficie. Francia escribe su propia historia (cuánto tenemos que aprender en España) y aprovecha la ocasión. El 20 de abril de 1995, fue enterrada en el Panteón de Paris, el máximo honor que puede recibir un francés. Un monumento de estilo neoclásico construido en el siglo XVIII para acoger los restos de las mayores glorias patrias que en Francia hayan existido y en cuyo frontispicio se puede leer, ironías del destino: “Aux grands hommes la patrie reconnaissante”.
A los grandes hombres, la nación agradecida
Email Delivery Manager & International Analytics at Rebold
9 mesesFormidable!
CFO GLOBAL GRUPO CECOP, INTERIM CFO, EXPERTO EN M&A, PROFESOR ASOCIADO FINANZAS VARIAS BUSINESS SCHOOLS
1 añoMuy sabio artículo, como siempre, Eduardo. A mí me gusta el feminismo de verdad, es decir, el de las mujeres que luchan mano a mano con los hombres por hacer un mundo mejor: más próspero, más sano, más feliz...En definitiva, más humano. Las personas competentes siempre llegan arriba, con independencia de su sexo. Me quedo con las personas, hombres o mujeres, que luchan por la salud y la promoción de las niñas en el tercer mundo, por la equiparación salarial de la mujer, por la igualdad de oportunidades educativas y laborales para hombres y mujeres, o por la conciliación entre la actividad profesional y personal que, por cierto, es necesaria para hombres y mujeres. Todos tenemos madres, hermanas, esposas, novias, hijas, abuelas, tías, amigas...que comparten con los hombres de sus vidas el camino de la existencia de la mano, sin frentismos, con su lucha y con su ejemplo, como hizo Mme. Curie, que igual era una crack de la investigación, que una madre ejemplar de sus dos hijas, o una voluntaria sufrida durante la Primera Guerra Mundial. Como decía la canción: "las chicas son guerreras". Ese es el feminismo en el que creo: el de la lucha desde la cooperación, sin frentismos y con unidad. Feminazis no, gracias.
Managing Partner at Reputation Lab
1 añoLo más triste de la hipocresía corporativa (este mes toca feminismo y el próximo lucha contra el cambio climático), no es pretender engañar a la opinión pública, sino a los colaboradores de la organización que viven la realidad.
Fundadora y CEO de Formedia
1 año¡Cómo me suena lo que cuentas! Igualito que los CEOs que reparten en entrevistas titulares del tipo ¡lo más importante para nosotros es nuestro equipo humano!