¿Mataría una IA a un recién nacido?

Hoy en día entendemos por IA como la capacidad de dotar a una máquina de procesos y acciones lógicas para fines determinados. Todo esto se desarrolla y diseña por perfiles cualificados, que estructuran el razonamiento y las funciones que deberá tener; por lo general, centrados en cubrir una lógica de negocio específica.

El problema reside a la hora de dotar las máquinas con acciones más complejas. Una máquina puede ser entrenada sobre patrones y datos pero, hoy en día, desarrollar conceptos más complejos como la imaginación o los sueños son algo impensable.

Sentimientos, emociones o pensamientos abstractos, son cualidades intrínsecas a la naturaleza humana y que matemáticamente no han sido representados ni pueden programarse. Cuando se establece que la IA puede llegar a “superar la inteligencia humana”, es como decir que nosotros podemos llegar a ser más listos que un ser capaz de entender el universo en 11 dimensiones.

Hasta ahora hemos conseguido crear inteligencias que nos superan en determinados procesos mecánicos: operaciones matemáticas, análisis de datos o ejecución de operaciones simultaneas; pero una máquina es incapaz de obtener un resultado que no se contemple en su código.

Supongamos, tal y como se plantea en la película “Operación Swordfish”, tienes el poder de salvar a toda la humanidad, pero para ello, has de matar a un recién nacido. ¿Qué harías?

El 99,9% de las máquinas, por no decir el 100%, tras ejecutar todas las posibilidades, incluso considerando factores de incertidumbre controlados, tomarían la opción más clara: matar al bebé.

Su lógica es indiscutible, al no tener sentimientos de culpabilidad por sus actos, establecería que la mejor opción es pensar en el colectivo; uno a cambio de siete mil millones, las cuentas cuadran.

Tranquiliza saber que la naturaleza humana no es así. Aunque es probable que para poder salvar a toda la especie acabáramos sacrificando al inocente, existen millones de factores que nos harían discutir de manera larga y tendida.

Y sí, teniendo algo de fe en nosotros mismos, siempre queda la esperanza de que, antes de ejecutar la acción, el niño muriese de viejo. Por suerte para él.

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Álvaro Gonzalo Guedán - CDBO of Commons.fm

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