Me declaro un idiota emocional
Durante los primeros 30 años de mi vida, nadie me habló de #SaludMental. Yo creía que ir al psicólogo era lo mismo a que te leyeran la mano. Eso de la #InteligenciaEmocional es nuevo para mí.
Cuando a media pandemia me diagnosticaron “depresión bioquímica” sentí como si fuera algo terrible y mortal, uno de esos casos raros en el mundo. Pero resulta que es bastante común:
Todo empezó en 2015, cuando hice el Triatlón IRONMAN 70.3 Cozumel. Aunque califiqué al Mundial por terminar en el Top 10 de mi categoría, preferí dejar el entrenamiento y descansar unas semanitas… que se extendieron sin darme cuenta, junto con la panza.
Años después, yo estaba desesperado y no entendía por qué. Aunque lo tenía todo, estaba inconforme con mi vida. Intenté muchos cambios, probé diferentes entrenamientos, dejé el alcohol, contraté a un coach de negocios... pero nada parecía mejorar.
Resulta que el problema era yo. Después de acostumbrar a mi cuerpo a altos niveles de endorfinas, dopamina y otras hormonas de bienestar segregadas con el ejercicio, lo suspendí de la noche a la mañana. Esa dependencia, para mi cerebro, fue como si le quitara una droga.
Pero la caída desde el Triatlón hasta el COVID (5 años después) no se detuvo en el punto “inicial”. Siguió en picada debajo de esa línea y se convirtió en números rojos, es decir, en una depresión. Esto fue afectando otras áreas de mi vida.
El estado de ánimo va cayendo taaan leeento que se vuelve imperceptible. Y más aún, cuando en la bajada se mezclan picos de emoción positiva. Yo tuve una buena racha con el anillo, la boda, nos ganamos una segunda boda, otra luna de miel, nos cambiamos de casa, nuestra primera hija, luego el segundo morro y después… pandemia.
Vaya que en 2020 las cosas se complicaron rápido. Encerrados con 2 bebés, nuestros negocios tenían una pata en la tumba y nuestra Dálmata metió las 4. Como a muchos comercios, la crisis mundial nos llevó al límite y nos obligó a reinventarnos, pero esa es historia para otro día. Lo primero que tenía que salvar era a mí mismo.
Recomendado por LinkedIn
Aunque por Zoom, la terapia que me recomendó mi esposa fue una luz al final del túnel. Un año después de haber terminado el tratamiento psiquiátrico, puedo hablar abiertamente y reconocer que esta no fue la primera depresión en mi vida, sólo la primera que hago consciente.
Las anteriores las había sobrevivido -desde mi ignorancia- con fiesta, viajes o deporte (que sí ayudan), pero si hubiera agregado atención profesional a tiempo, estaría contando una historia más corta.
No quiero decir que mi vida ya está resuelta. Esto es apenas el inicio de un nuevo mundo que acabo de descubrir y tengo mucho trabajo personal que hacer, pero ya con un poco de conocimiento y consciencia.
Comparto esto porque sé que, como yo, muchas personas crecimos en una era donde no se le daba importancia a la salud mental ni en las mejores escuelas y se decía que el psicólogo era para locos.
Debes saber que no todo depende de ti o se arregla con fuerza de voluntad. Es algo que le puede pasar a cualquiera y está bien pedir ayuda.
Soy muy afortunado y estoy muy agradecido de haberme encontrado con profesionales. Pero sobre todo, muchas gracias mi esposa por su invaluable guía, comprensión y amor.
Como dijo 🐨 Mr. Moon (película "Sing"): «Lo bueno de tocar fondo, es que sólo se puede ir hacia arriba». 🦾