Me rendí y dejé de sufrir
Ayer salía de casa a las 6am, en una mañana de invierno y para colmo por una de las ciudades más frías de la Alcarria.
Mi amigo Juan dice que mi pueblo tiene dos estaciones: la de tren y la de invierno.
Imagínate, a 5ºC y a esas horas... lo único que apetece es un buen café caliente.
Para colmo me dirigía hacia un gimnasio de Madrid.
Había quedado con mis mentores, que hacía casi un año que la vida nos había separado.
Quizá no es algo común y corriente el motivo por el que quedamos.
Desde luego, nada de fútbol, ni cervezas, ni peli en cine.
Con ese frío solo se nos había ocurrido una cosa: bañarnos en hielo a 1ºC.
Y así lo hicimos.
Creamos un ambiente empoderante de emprendedores, personas que vibran en la misma frecuencia y que tienen un propósito común.
Elevar el nivel de consciencia a través de jugar al emprendimiento.
El reto del día de ayer no consistía en meterse en agua con hielo.
Eso tan solo fue la experiencia que elegimos para cumplir con un objetivo y una intención.
Verás.
La gran paradoja de la vida es que tú y yo venimos del mismo lugar y vamos al mismo lugar.
Somos uno.
Pero.
Tenemos que vivir una experiencia de separación: tenemos cuerpos diferentes, mentes diferentes y por tanto egos diferentes.
Y al ego le encanta anticipar, hacernos pensar que el pasado fue mejor, o que lo podríamos haber hecho mejor, o quizá que el futuro será mejor.
¿Pero sabes qué?
Eso se llama apego, y es algo que nos saca del momento presente, que es lo único que existe.
Por culpa del ego queremos un coche mejor, una relación mejor, más salud y energía...
Y eso no está mal, de hecho es así perfecto.
Pero tenemos un reto, que es el de desapegarnos.
Y un buen arma que tenemos para conseguirlo es hacer uso del primero de los significados que la RAE ha decidido darle a la palabra rendirse:
''Someter a una persona o una cosa al dominio o la voluntad de alguien o algo, venciendo su resistencia.''
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Es decir, ayer el reto era rendirse a la vida, entregarse a la experiencia y desapegarse de todo lo externo.
En mi mente trataba constantemente de repetir las frases de:
Soy mucho más que mi cuerpo, no soy mi mente, me entrego de forma total e incondicional a esta experiencia.
Y así lo hice durante 5 minutos.
Es imposible explicarte lo que se siente, pero puedo reflejarlo de forma pragmática.
Meterte en hielo es como sentir un aluvión repentino de navajas sobre tus carnes.
Pero tan solo durante los primeros instantes: aquellos en los que tu mente más primaria trata de salvarte de una experiencia ''potencialmente peligrosa.''
Aunque gracias a la ciencia conocemos los múltiples beneficios de la práctica.
El caso es que cuanta más fuerza ejerces, más tratas de controlar tu cuerpo, más sufrimiento experimentas.
Porque no es lo mismo el sufrimiento que el dolor.
El dolor parte de una incomodidad, pero el sufrimiento es una de las múltiples interpretaciones que podemos darle al dolor.
Y ahí aparece la virtud estoica de la templanza.
Te rindes a la experiencia, te entregas y de forma ecuánime la vives.
Llega un momento en el que te fundes con el agua helada, y quizá seas capaz de observar tu ego de forma directa.
Al menos es lo que yo pude experimentar.
Salir de tu mente y ver cómo nada realmente importa.
Simplemente la experiencia es, la vida es y me entrego de forma total e incondicional.
No existe más que el momento presente, y decido vivirlo poniendo todos mis recursos en él.
Desde ahora te invito a que renuncies a todo lo que tu ego cree que es mejor para ti.
Entiende que todo es perfecto.
Experimenta la plenitud del presente, y agradece el don de la vida.
Ningún problema es permanente.
Solo nuestras almas son permanentes.
Agradece la vida.
Te amo.
Mario.-
Economista-coach. Gestora Administrativa. Conferenciante. Experta en asesorar a empresas y emprendedores.
2 añosGrande Mario. Gran experiencia para “ver el ego” y sentir el poder de la mente. Gracias por compartir 😘😘😘