"Mea culpa"​
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"Mea culpa"

El 19 de junio hubo un derrumbe cerca del kilómetro 24 de la ruta interamericana. El deslizamiento de tierra bloqueó aquella vía. Ayudantes y pasajeros de un bus botaron unos arbolitos que había en el camellón y lo cruzaron para buscar una salida al atolladero que ya había durado horas.

Mi primera reacción, en Twitter, fue: ¿Y esto se puede hacer?…Digo, para saber. A manera de crítica contra lo que en pensé que era una acción vandálica. Unos días después lo comenté con mi cuate, Ricardo, y él me preguntó: Si hubieras estado detrás de la camioneta, ¿hubieras pasado por la brecha que abrieron? Y no dudé en contestar que sí; y aunque posiblemente no hubiera tenido la iniciativa de botar los arbolitos, no hubiera dudado en pasar.

Y…como dicen en México…Ahí me cayó el veinte. La gente tenía horas de estar varada en la carretera sin que autoridad alguna diera muestras de ayudarlos a salir del problema. Nadie de Provial, de la PNC, de alguna policía municipal, ni del pomposo Ministerio de Comunicaciones, Infraestructura y Vivienda, nadie de ningún lado. En un momento de emergencia y de crispación por las horas perdidas, ¿El hambre?, y quién sabe qué circunstancias apremiantes, y hasta peligrosas, todo el aparato estatal que se auto atribuye la construcción y mantenimiento de las carreteras y de la vialidad le falló a aquella gente. Gente que paga impuestos directa, e indirectamente.

Luego de horas de espera, ¡Para nada!, la gente optó por ayudarse a sí misma y cortar unos arbolitos para resolver el problema y seguir su camino para ir a sus casas, atender negocios, o lo que fuera. ¡Ah, qué precipitadamente juzgué mal aquella situación! Mea culpa, por no atender la lección de Bastiat con respecto a lo que se ve, y lo que no se ve.

En este caso vi el corte de los arbolitos; pero dejé de ver el daño que el estatismo le hace a las vidas de las personas cuando los políticos y burócratas se atribuyen facultades que son incapaces de ejecutar con mediana decencia.  Mea culpa, mea gravissima culpa.

Falta hablar del manejo de emociones, y del daño a la propiedad; pero ya se me acabó el espacio.

Columna publicada en elPeriódico.

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