Mi hijo adolescente me dio una gran lección...
Hace un par de semanas, mientras me planteaba dar el salto y apostar por mi proyecto personal como coach y mentora, decidí hacer una lista de "pros y contras", la llamé ¿por qué si o por qué no emprender?
Así que me lancé a llenarla con los pros y los contras entre emprender o quedarme como estaba, porque según yo sería mucho más sencillo tomar una decisión; ¡nada que ver!, fue peor y mientras más llenaba la lista menos claridad tenía.
"Soltar lo seguro" era abandonar todo el esfuerzo, el tiempo y la dedicación a lo que para mi era una buena carrera, llena de aprendizaje y de muchas experiencias que me hicieron crecer; era arrojar por la borda años de crecimiento y todo lo que había construido.
Una tarde mientras yo rumiaba sin parar sumergida en mi confusión de quedarme como estaba o emprender, mi hijo miraba la lista, y justo ahí me la soltó;
¡te falta una pregunta!, o bueno mamá una afirmación, depende de cómo lo mires...
yo con mis aires de mamá que todo lo sabe le respondí, ¿cuál?, porque allí está todo, no falta nada hijo...
pues si mamá te falta algo, respondió el;
¿eres feliz?, ¿te sientes hoy feliz con lo que estás haciendo?, ¿eso que siempre haz hecho y amas tanto hoy te sigue haciendo feliz?...
En ese preciso instante un frío intenso me recorrio desde los pies hasta la cabeza, yo no lo había pensado, ¡no se me había ocurrido hacerme esa pregunta!, la lista parecía interminable y esto que mi hijo preguntó ¡no estaba, ni siquiera lo pensé!
Me dió un fuerte abrazo y me dijo; mamá no te compliques tanto, haz lo que te haga feliz aunque implique dejar todo, ¿qué es comenzar de nuevo?, ¿realmente se comienza desde cero?, piénsalo ma...
Y así sin más mi adolescente le había dado un giro totalmente inesperado a mi predicamento, mi foco estaba en lo obtenido y en lo que quería obtener, pero no en cómo me sentía con lo que hacía.
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Y la respuesta era obvia, no me sentía bien, ya no era feliz y reconocer esto me hizo olvidar por completo esa lista, me hizo entender que ya no quería seguir siendo infeliz en una zona "cómoda" que más bien parecía una camisa de fuerza.
En ese instante supe lo que tenía que hacer, la guía sorpresiva de mi hijo me mostró la respuesta que tanto buscaba.
Ahora pregunto...
¿Cuántas veces nos quedamos en empleos o en situaciones en las que no estamos cómodas o no somos felices?; queremos cambiarlo y comenzamos a sobre pensar, hacemos listas de pros y contras solo para quedarnos en los pros aunque signifiquen incomodidad.
Las palabras de mi hijo no sólo me sacaron de la rueda de ratón en la que sola me metí buscando respuestas, sino que me mostró también cómo muchas veces nos complicamos innecesariamente.
¿La lección de mi hijo?, deja de complicarte, si no es lo que quieres o te hace feliz ¿déjalo ir!, piensa más en qué hacer, cómo hacerlo y hazlo...
Así que gracias a mi adolescente, a sus palabras y a su particular forma de "no ver complicaciones", decidí emprender nuevamente y esto no quiere decir que no tenga miedo o no me sienta inquieta, pero eso te lo cuento en otra historia ;)
¡Aquí voy emprendiendo y aprendiendo!