Mi historia del diseño

“No saber lo que ha sucedido antes de nosotros es como ser incesantemente niños.”

Cicerón

Posiblemente cinco décadas de historia personal no den la perspectiva suficiente como para atreverse a escribir la propia como parte de la historia de una disciplina como el diseño en México. Coincidentemente nací en el seno de una familia que, también de forma casual, ha escrito varios capítulos de esta historia y que me tocó vivir en primera persona.

Cuando escucho la frase de que el diseño es “una disciplina muy joven en nuestro país” me gana la risa. En el año de 1962 se recibía la primera persona de la carrera de diseño industrial de una universidad en México, Maria Aurora Campos Newman fue mi madre y la primera diseñadora de este país egresada de la Universidad Iberoamericana. Es ella la referencia indispensable en mi recuento de esta historia y por supuesto el eje del que parten mis intereses e indagaciones en este mundo. Decir entonces que es algo que está “a punto de despegar” o en “fase de consolidación” a casi 60 años es, me parece, una perspectiva ingenua. Todavía más si le sumamos el hecho que el diseño gráfico, lanzado al estrellato internacional gracias a los juegos olímpicos del 68, tiene raíces más profundas a partir del los “dibujantes publicitarios” que bien recuerda Gonzalo Tassier a la menor provocación y que documenta Luz del Carmen Vilchis Esquivel en su acertadísimo libro “Historia del diseño gráfico en México”.

Insatisfecha con sus estudios mi Madre decidió buscar perfeccionar sus conocimientos en otras latitudes, primero en USC en Los Ángeles, más adelante en el Politécnico de Milán y finalmente en la afamada HfG en la ciudad de Ulm en Alemania. Años de una incansable lucha por comprender lo que se volvió su pasión, el diseño. A su regreso a México se incorporó a varios esfuerzos para dar a conocer esta novel diciplina. La creación de un Consejo de Diseñadores (CODIGRAM), la participación en exposiciones colectivas apoyadas por el Instituto Mexicano del Comercio Exterior (IMCE) y otras iniciativas del ramo. Posiblemente uno de los esfuerzos más destacables fue la propuesta a Benjamín Méndez Savage, quien atinadamente dirigía la revista Calli, de la inclusión de una sección dedicada al diseño industrial misma que editaron mi Madre y mi Padre el arquitecto Raúl Díaz Gómez. Esta sección es, sin lugar a duda, la primera publicación periódica de temas dedicados al diseño en nuestro país.

Es con estos antecedentes que lo cotidiano se mezcla con lo histórico y donde la cercanía personal momentáneamente ciega. Justo en septiembre de este año se cumplen 50 años de que María Aurora fundara, de la mano de tres socias más, Grupo di. Una empresa que a lo largo de su historia ha estado siempre ligada al diseño y en particular al interiorismo y el diseño de muebles para la oficina. Grupo di se vuelve el eje del diseño en la familia y parte clave en mi formación. Es a través de esta empresa que entiendo y vivo el diseño.

Constantemente se analiza el estado actual del diseño en nuestro país a través de su relación con la cultura y el folklore, se le sentencia eternamente ligado a la artesanía y a la mano de obra artesanal. La historiografía tiene una enorme deuda con un posible análisis desde el punto de vista industrial y económico. Me resulta muy irónico que constantemente se hable de diseño industrial sin hablar de industria ¿no es entonces de otro diseño del que se habla?

Existen, atravesadas como lanzas dolorosas, una serie de crisis económicas que desde finales de los años 70 y en particular a lo largo de los años ochenta, cambiaron y dieron forma al diseño industrial en México y que han sido muy poco documentadas. Parecería como si en la crónica del éxito de esta disciplina se saltara de los fenómenos de los años 50 y 60 a la historia del nuevo milenio dejando fuera del recuento un par de décadas clave para entender la evolución de éste en nuestro país. Son estos capítulos, sin duda poco alentadores, un eslabón clave para entender la circunstancia actual del diseño en México y que a falta de documentación nos dejan cegados en el entendimiento de lo que pasa actualmente en nuestro país.

Durante este periodo el número de egresados y la cantidad de universidades que ofrecían diseño industrial creció exponencialmente, los egresados se toparon con un país donde la industria, protegida dentro de un sistema de sustitución de importaciones, basaba su oferta en la demanda que – dados los escasos recursos económicos – siempre superaba a la oferta, razón por la cual el factor innovación y diversificación era nulo. Este fenómeno llevó a muchos de los egresados a optar por varios caminos, fueron los más los que buscaron refugio en otras industrias o crearon nichos en el mundo del punto de venta (POP) o las exposiciones, por ejemplo. Otros, los más osados, se transformaron en empresarios y en algunos casos industriales, creando interesantes historias de éxito. Hay casos de éxito en el mundo de la iluminación (Construlita, Ivonne, Toulouse) en la rama automotriz (Mastretta, Air Design) en el mobiliario (Pali, Kalmar, Uremex, Grupo di) historias todas que han quedado a un lado.

Hay, en la poca documentación y estudios relacionados con el diseño industrial del Siglo XX en México un enorme hueco, es por eso por lo que – en función de mi historia del diseño, esa que es la de mi vida – veo la carencia de una serie de relatos que expliquen la dificultad de unir diseño e industria que, aun con la apertura de finales de los 90, crean las bases y carencias del diseño del Siglo XXI. El que se declare como emergente al diseño mexicano de hoy hace evidente la inmadurez de este con respecto al de otros países. Esta carencia, retomando a Cicerón, nos hace innecesariamente niños.  

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