Mi vida en una startup

Hace tan solo un mes inicié un cambio de rumbo en mi trayectoria profesional. Un salto al vacío que me ha llevado, a mis casi 50 años, a aventurarme en una startup.

Contrariamente a lo que podáis suponer, solo uno de mis compañeros tiene menos de 30 años.

Y ninguno había formado parte de una startup antes.

Son un equipo pequeño, como en la mayoría de startups, bien cohesionado y muy implicado. El empeño es sacar adelante esta pequeña empresa, hacer que avance con la ilusión de quien ve crecer a un hijo.

Pero les siguen sorprendiendo algunas particularidades de la vida en una startup.

Me he dado cuenta hablando con ellos de que, por mi trayectoria profesional, yo, sin haber estado antes en una empresa así, quizás estoy más acostumbrada a determinadas formas de trabajo.

Los cambios de rumbo, pivotando una y otra vez, la falta de tiempo y de recursos, y el aprendizaje continuo se convierten en tus compañeros de viaje.

Es vital ser proactivo y pensar rápido, pero actuar aún más rápido. No se penaliza el error, porque equivocarse es bueno, y cuanto antes te equivoques y más barato, mejor. De eso se aprende y se pivota. Y vuelta a empezar.

La disrupción no es para todo el mundo, eso grábatelo a fuego. Si no tienes ganas de jugar, inventar y experimentar, ni te plantees entrar en una startup. Tu lado derecho del cerebro tiene que estar dispuesto a aflorar, ahora más que nunca.

Lo que me lleva a la capacidad de adaptación. Mental y de facto. Porque puedes tratar de disimular y hacer lo que se necesita, pero quedarte encallado en aquello que tenías antes entre manos. Tendrás que arremangarte y hacer cosas que probablemente en otra empresa serían responsabilidad otra persona del equipo. Pero aquí tú eres tu equipo, para lo bueno y para lo malo. Disfrútalo.

Saber vender es vital. Porque no solo importa tu producto o servicio, importa cómo lo vas a vender y a quién.

Si estás buscando financiación, debes impresionar a los inversores, y no te servirá un antiguo Word con tipografía wordart. La idea es importante, pero también cómo la cuentas. Simplifica. Enfócate. Rodearte de los profesionales adecuados te ahorrará disgustos.

Si te diriges a un público específico, no utilices el mensaje dirigido a otro. Enfócate. Segmenta. Piensa.

Utilizar herramientas compartidas de gestión de proyectos te ahorrará muchas reuniones de status. Comparte y exige información. Intercambia puntos de vista. Haz seguimiento. Prioriza.

Tus compañeros serán tu segunda familia, así que fomentar el trabajo de equipo y las relaciones interpersonales es fundamental, la empatía con ellos será muy valorada. Piensa que todos buscáis un objetivo común y eso estrechará los lazos. En una startup, todos opinarán sobre todo, las líneas de división del trabajo (e incluso de las responsabilidades) no están tan claras como en una empresa tradicional, las jerarquías dejan de existir y se desdibujan. Todos sois a la vez jefes. Todos sois empleados. Todos sois uno: el proyecto.

Un consejo: antes de entrar en una startup, plantéate si tus valores están alineados con los suyos. De hecho, plantéatelo antes de entrar en cualquier empresa. De ello depende tu identificación e implicación en el proyecto. De ello dependerá tu grado de dedicación.

Y de momento, mi balance es muy positivo: gran equipo, buen proyecto, aprendizaje y buenos maestros. Y mucho por hacer, así que... un placer.