Mirada a "Sugar" SIN SPOILERS
Oh, wow. ‘Sugar’ está mucho más que bien. Te sorprende en varios frentes, y eso que me habían espoileado la característica más llamativa de la trama. "Y sin embargo —como habría dicho Galileo— se mueve", o más preciso en este caso: "te conmueve".
Ya que es ‘cosustancial’ a la condición humana, el drama es inmortal; pero los subgéneros se mueren como perros. Murió el western, el exploitation y ciertamente el noir. Mueren cuando sus vasos comunicantes con el tejido social se secan, ya sea por falta de nuevo talento, creatividad o plata. Su legado sigue, claro, y no falta quien les haga tributo, como Eastwood con la extraordinaria ‘Unforgiven’ en 1992, pero difícilmente vuelven al vigor de sus años mozos, cuando la gente hacía cola para verlas.
‘Sugar’ es noir, pero no se queda en el "homenaje" a un género muerto y enterrado. Mark Protosevich, su creador y showrunner, no tiene un cartel que te alertara de lo excelente que resulta esta serie. Había escrito cosas que se dejaban ver como ‘Oldboy’ (2013) o ‘I Am Legend’ (2007). Pero con ‘Sugar’ da un salto cuántico y cae tan bien parado como Nadia Comăneci o Simone Biles. Lo digo con auténtica admiración: Protosevich comete la audacia de mezclar papas, merinas y helado de lúcuma en el mismo plato, y vive para contarlo y cobrarte la cuenta, que —al menos en mi caso— pagué con gusto y con ganas de regresar pronto.
Como el noir manda, John Sugar es un solitario y enigmático detective privado de Los Ángeles al que un viejo millonario (productor de películas) contrata para investigar la extraña desaparición de su nieta querida. Sugar viste bien y anda de aquí para allá en un Corvette Stingray del '63 que te cagas (confirmando que ese año, sin duda, deberá tener un lugar especial en la historia). Hasta ahí todo lo previsible que manda la receta. Hay la voz en off de ‘Sugar’ comentando el caso, sí, pero en un tono —tanto de actuación como de lógica— bien distinto al arquetipo de Bogart. Pero eso sólo es el principio. A medida que la trama avanza, los enigmas se agrandan en diversos frentes, pero Protosevich tiene la honestidad de tirártelos a la cara desde el principio. Sin ese compromiso narrativo, no tengo dudas de que la serie se habría ido al carajo. Pero Protosevich se mantiene honesto y contenido, caminando literalmente por el filo de una navaja resbalosa hasta el final.
En el ámbito del drama, mezclar géneros muy disímiles y que te salga bien, sin traicionar todo y hacer el ridículo, es extremadamente difícil y requiere una disciplina narrativa y conceptual a prueba de tontos. La segunda pata de esa mesa, a nivel de la estructura dramática, es la fidelidad a tu protagonista, y Protosevich hace las dos cosas con una maestría que me ha volado la cabeza.
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Las otras dos patas son las actuaciones y la puesta en escena (dirección, iluminación, arte) y aquí también ‘Sugar’ funciona y se ve tan bien como el Stingray azul que maneja Colin Farrell, que, estando lejos de mi lista de favoritos, aquí lo terminé amando sin reparos (amor viril, se entiende, entre machotes bien bragados). La trama no es gran cosa a nivel de "giros" o sorpresas. Al contrario, es entre banal y confusa, y por supuesto anticlimática, todo tal como manda el noir, pero con grandes e intensos momentos, varios que te agarran por sorpresa, con una edición de tiempos (micro saltos a flashforwards y flashbacks en paralelo) que me parecieron fantásticos.
Cuando le haces un tributo a un género muerto, es recomendable ser postmoderno, es decir, hacerle saber al público que tanto tú como ellos están conscientes del tipo de historia en el que se están metiendo. Es lo que hace Protosevich sin dejar de tomar riesgos, con comentarios visuales deliciosos: insertos de películas noir de los 40s y 50s con situaciones similares, que le darán a mi amigo Oscar en la yema del gusto. Esos insertos no sólo nos recuerdan el origen narrativo de lo que estamos viendo, también nos anticipan por dónde podrán salir los tiros, mismo coro griego.
El final del tercer acto, donde se van revelando las distintas capas de la torta, es bien conmovedor, desde la cosa superficial (el descubrimiento del malo) hasta las profundidades y contradicciones que atormentan la psique de Sugar desde el inicio, "profundidades" que nos atañen a todos, claro, como hace todo buen drama.
En fin, no quiero seguir dándole vueltas al asunto, no vaya a ser que se me cuele algún spoiler. La recomiendo con entusiasmo. Dicho eso, es una propuesta tan peculiar que posiblemente le resulte indigesta a quien busque algo más convencional. Pero si eres cinéfilo y el cine negro tiene un lugarcito en tu corazón, entonces ‘Sugar’ te resultará dulce como la miel, te apuesto. Por Apple TV, 8 episodios.