A MIS AÑOS VIVIDOS...
A mis años vividos, que no son muchos, ni pocos, simplemente estoy cierta que la edad es cronológica. Sin embargo, sé que me quedan menos por vivir.
Hoy me he dado cuenta que no envidio la piel y el rostro juvenil, porque fui joven y tuve esa piel y ese rostro. Y cuando tuve esa edad a veces no me sentía tan plena y feliz como hoy he aprendido a ser y estar.
Ahora veo mi cuerpo y ¡me encanta! porque se transformó por tener el privilegio de la fertilidad al gestar a cinco hijos. Aprendí lo que es amar profundamente cuando los tuve en mis brazos y supe lo que era el milagro más grande, perfecto y sublime al dar vida a una vida independiente de mí. Fui creciendo junto a cada uno de ellos. Hoy son seres únicos que viven su vida y están ejerciendo el derecho de elegir sus propias experiencias. Agradezco a mi cuerpo porque me ha enseñado que la perfección no existe. Pero que la hermosura radica en la elegancia de la sensualidad y femineidad que poseo.
Soy una mujer que tiene una edad madura y me siento en total plenitud, porque no tengo complejo alguno al amar mi cuerpo como es. Mi cuerpo es mi templo, ya que sin él no hubiese conquistado todas las batallas durante este tiempo ya recorrido. Aplaudo la resistencia y la valentía de mi cuerpo por acompañarme en mis desvelos, enfermedades, tristezas y momentos de profundo dolor, donde mi corazón me recordó que ahí estaba, aunque herido, incluso roto y pausado; pero también expectante y dispuesto para volver a galopar ante el amor, las sonrisas y alegrías por vivir. También agradezco su bondad por haber atesorado los momentos más valiosos de mi vida. Las líneas que hoy se asoman en mi rostro son las huellas de mis sonrisas y carcajadas de esos momentos y anécdotas inolvidables.
Hoy me congratulo de saber qué y a quién elijo tener en mi vida. No tolero desaires, ni permito me digan qué debo hacer, ya que hoy soy la mujer que he aprendido y me gusta ser.
A mis años he aprendido a ser libre por decisión porque elijo dar desde mi derecho divino llamado” libre albedrío” y doy amor, lealtad y amistad, etc. No permito que me manipulen.
A mis años he aprendido que la opinión de los demás es sólo eso, su opinión. Lo tomo o lo dejo, pero no permito dañe mi autoestima. Porque sé que puedo ser el peor juez o la mejor amiga de mi misma y reconozco mejor que nadie mis valores, fortalezas, logros, insatisfacciones o debilidades.
A mis años disfruto de mis momentos de soledad, de gratitud, de caminar con el viento en mi espalda y el sol en mi rostro; de acompañamiento, de diversión, de intimidad, de romance, de lectura, de trabajo, de una buena película o serie tumbada en el sillón comiendo lo que me apetece; de silencio, de ejercicio, de interesantes y largas charlas, ya que estoy dispuesta y cierta que nunca dejaré de aprender. Si me equivoco, lo asumo, ya que saber elegir, no garantiza dejar de equivocarse, sin embargo, ya aprendí a encontrar los para qués, y dejar guardados los absurdos por qués.
A mis años, abro los brazos y el corazón para recibir abundantemente todo aquello que quiero, sueño y deseo. No estoy para suplicar, estoy para gozar.
A mis años, he aprendido a confiar en Dios y reconocerlo siempre, porque él no me ha dejado durante mis vivencias tristes, dolorosas, felices y sublimes.
A mis años, he aprendido a escuchar como cuando era niña. Sin filtros y conversaciones internas anticipadas que sólo contaminan la buena comunicación conmigo misma y con los demás.
¿Qué cuantos años tengo?... no sé, porque no poseo garantía de cuantos me queden por vivir, y eso es lo que hago ¡VIVIR! Momento a momento, día a día, porque es lo único que me llevaré al partir.