Mis hábitos
Hace más de 5 años, en marzo de 2015, publiqué un artículo llamado El efecto dominó en el que explicaba que la manera óptima de priorizar tus proyectos para obtener el máximo beneficio es ordenarlos de manera que se genere un efecto dominó entre ellos.
Es decir: “atacar” primero aquellos planes u objetivos que, una vez conseguidos, te vayan a ayudar a completar todos los demás.
En mi opinión, esta regla es muy potente, y es la que yo personalmente utilizo para decidir todo lo que hago.
Pero lo mejor de todo es que no sólo es aplicable a nuestras tareas o proyectos sino también a nuestros hábitos.
La mayoría de la gente piensa que sus hábitos son independientes unos de otros, y que hacer ejercicio no tiene nada que ver con otros hábitos como sentarse a escribir su novela o a trabajar en su negocio digital.
Sin embargo, esto no es cierto. Todas tus acciones están conectadas, y el hacer unas incrementa o reduce las probabilidades de que hagas otras. Por lo tanto, igual que hay proyectos que una vez los completas hacen que te resulte más sencillo completar todos los demás, también hay hábitos que si los sigues hacen que otros hábitos se vuelvan más fáciles de seguir.
Pero quiero ir un pasito más allá...
En mi experiencia, todos tenemos un "hábito maestro" que genera un efecto dominó en relación al resto de hábitos, y que en gran medida determina el que los sigamos o no. Por ejemplo, tengo comprobado que mi hábito maestro es dormir 8 horas.
Cuando descanso lo suficiente no sólo me despierto de buen humor y lleno de energía, sino que no me cuesta nada mantener el resto de hábitos que son importantes para mí: empezar el día trabajando en la tarea más importante, hacer ayuno intermitente hasta la hora de comer, cocinar algo sano, hacer ejercicio, etc.
Eso hace que tenga un día súper productivo, y que me vaya a la cama satisfecho y con la sensación de que he aprovechado bien el tiempo. Sin embargo, cuando me voy a la cama tarde o duermo mal ocurre todo lo contrario.
Me levanto de la cama de mala leche, lo primero que hago es leer las noticias y molestarme aún más, luego bajo a la panadería a comprarme una empanada, en el trabajo estoy súper distraído, y por la tarde me invento alguna excusa para no ir a entrenar.
Como digo, este es mi hábito maestro, dormir 8 horas y tener un sueño de calidad.
Pero en tu caso puede que sea otro diferente: levantarte temprano, hacer ejercicio, meditar, escribir en tu diario, no beber alcohol...
Lo importante es que identifiques cuál es y que lo protejas a toda costa.
Por ejemplo, yo en los últimos años me he vuelto cada vez más estricto con todo lo que me ayuda a descansar bien.
Ese es el motivo por el que cada vez hago menos planes nocturnos, apenas bebo (especialmente en días de diario), trato de cenar temprano, dejo el celular cargando en otra habitación antes de irme a la cama y cuando voy de viaje llevo siempre conmigo tapones para los oídos y un antifaz.
Sé que puede parecer exagerado, pero te aseguro que es mucho más fácil y efectivo proteger un sólo hábito que sabes que hará que el resto ocurran sin esfuerzo que tratar de mantener todos tus hábitos a la vez.
Por eso, te animo a que dediques unos minutos a pensar en cuál es tu hábito maestro y a que de ahora en adelante lo defiendas con uñas y dientes.
Pregúntate…
¿Cuál es esa primera pieza de la secuencia de dominó que forman tus hábitos?
¿Cuál es ese hábito que hace que todos los aspectos de tu vida “vayan bien”?
¿Y qué es lo que vas a hacer durante las próximas semanas para asegurarte de que no te lo saltas ni una sola ocasión?
Cuando lo sepas, responde a este e-mail y cuéntamelo.
Un abrazo,
JC