Momo y el chocolate espeso

Momo y el chocolate espeso

El primer libro que le leí a mi hija fue ‘Momo’, de Michael Ende.

Hay gente que dice que se me fue la mano. Cuando lo acabamos, tenía dos meses y medio.

Entiendo el argumento de que no entendió una sola palabra. Pero yo quería dejar las cosas claras. Y el chocolate espeso desde el mismísimo comienzo. Sabía que el mayor peligro de su vida serían los hombres grises. Y quería que le fuesen sonando antes de que tuviera uso de razón.

No sé si recuerdas a Momo. Una niña desarrapada y abandonada que vive sola en un anfiteatro. Ni siquiera sabe cuándo ha nacido, pero no lleva una vida triste. Va rodeándose de infinidad de amigos, como Beppo Barrendero y Nino el Tabernero, porque tiene el raro don de escuchar.

Momo renuncia a que alguien cuide de ella para que la cuiden entre todos. En torno a ella nace y crece la comunidad. Los amigos de Momo cultivan el infinito placer de compartir, de formar parte de algo más grande que ellos mismos. Derrochan tiempo juntos y son inmensamente felices escuchando las historias de Gigi Cicerone.

Hasta que aparecen los hombres grises a robarles su tiempo sin que se den cuenta. Porque los hombres grises te engañan. Te invitan a que ahorres tiempo y lo guardes para el mañana. Para ese lejano día en que te puedas jubilar.

Los hombres grises te tientan para que seas todo el rato tremendamente productivo. Para que no malgastes un solo segundo con las cosas que antes te gustaba hacer, como leer y compartir las historias que habitaban en los libros con quienes tenías más cerca. Los libros no pagan facturas. Los libros no amortizan la hipoteca.

Así que les damos a los hombres grises lo más preciado que tenemos, eso que ni los más ricos pueden comprar y vender: nuestras horas, nuestros minutos, nuestros segundos. Nos cargamos de obligaciones, de tareas, de compromisos. Nos volvemos apáticos y grises. Mientras ellos se ríen de nosotros y se fuman literalmente nuestro tiempo.

¿Y cómo resuelve Momo este tremendo entuerto? Deteniendo el tiempo con ayuda de la tortuga Casiopea (atentos, ni un guepardo ni una liebre, sino de una lenta tortuga), del maestro Hora y devolviéndoles el tiempo robado a sus amigos para que puedan disfrutarlo AHORA, juntos, en torno a las historias que se cuentan alrededor de una hoguera.

HOY Ángel María Herrera y yo queremos ir a la casa de Ninguna Parte para, con la ayuda del maestro Hora, devolverte tu tiempo y las historias que te gustaba leer.

Para que vuelvas a disfrutar de los libros y a aprender de ellos, aunque sólo dispongas de 10 minutos a la semana para ello. Y para que puedas poner en acción tus aprendizajes al calor de una comunidad.

Por eso, Ángel María y Luz te presentamos Luminact, nuestra comunidad privada de lectores sobre crecimiento personal y espiritual.

Leemos juntos, crecemos juntos, aprendemos juntos.

¡Os esperamos con Momo en el viejo anfiteatro!

Nacho D.

Conector, divulgador y profesor en Telefónica España

1 año

El mejor de los éxitos en este proyecto, Luz! Muy necesario en los tiempos que corren 😉

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