Mujeres y Poder

La participación de las mujeres en el ámbito político ha sido catalogada desde hace siglos como una labor no “propia de su sexo”, no obstante, la historia nos confirma que el papel de la mujer en la vida de los grandes gobernantes ha sido determinante.

El poder es uno de los más ardientes afrodisiacos.

Alejandro Magno, un hombre que la historia nombró como invencible entre los hombres, se siente finalmente realizado cuando se casa con una princesa oriental y con ello logra la unión entre Europa y Asia.  Julio César encuentra en Cleopatra la bienvenida a las páginas de la historia. Napoleón sabe que su imperio francés no será reconocido sino hasta que haga las paces con la historia al contraer matrimonio con María Luisa de Austria, heredera de una de las principales casas reales de Europa y así consolidar su imperio.

A lo largo de los siglos las mujeres hemos desarrollado una capacidad para distinguir muy bien entre un gobernante y un tirano, quienes se inclinan más por la gloria que por el poder.

Afortunadamente hoy más mujeres ocupan puestos de poder y lo ejercen desde diferentes trincheras, ya sea con cargos políticos, como consejeras, directoras generales en grandes corporativos, empresarias, etc., y han cambiado radicalmente su destino de damas de compañía para tomar un rol protagónico como mujeres poderosas, demostrado que la debilidad no es sinónimo de ser mujer.

En el mundo sólo el 7% de los líderes globales son mujeres, de acuerdo con estadísticas de la Unión Interparlamentaria publicadas por la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 2019. A pesar de que son pocas, su forma de gobierno sobresale en muchos ámbitos políticos y sociales como lo ha sido la crisis pandémica, en donde han destacado por su capacidad de prevenir y controlar el coronavirus y hoy, son un gran ejemplo de disciplina, planeación, prontitud para hacer pruebas, ejecución y empatía con la población que dirigen, a quienes convencieron de que afrontar una situación con miedo no es el camino correcto.

En México, hace sólo 65 años que la mujer ejerció su derecho al voto en demanda de más autonomía e igualdad civil, justo dos años después de que se adicionara el artículo 34 constitucional: “son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos: haber cumplido 18 años, siendo casados, o 21 si no lo son, y tener un modo honesto de vivir”.

Desde entonces las mujeres hemos evolucionado el empoderamiento femenino y pagado el alto precio que representa el lograr romper el “techo de cristal” y hacernos escuchar.

Sin embargo, en pleno siglo XXI, existen en el gobierno mensajes misóginos que se traducen en acciones en contra de los derechos de la mujer, la minimizan y bromean sobre los niveles récord de violencia contra las mujeres en México; desmantelan programas que durante años se crearon para forjar una sociedad más igualitaria y justa, argumentando un comportamiento tiránico que busca defender la consolidación de un régimen hacia la dictadura.

Las mujeres hemos sido en muchos sentidos el motor histórico de la igualdad y la libertad.

Las ONU Mujeres, lanzó que como parte de su agenda 2030 la campaña “soy de la generación de la igualdad”, con la que levanta nuevamente la voz para exigir al mundo “justicia económica y derechos para todas las personas, autonomía sobre los propios cuerpos, derecho a la salud sexual y reproductiva, la erradicación de la violencia de género, tecnología e innovación para la igualdad, y empoderamiento político y liderazgo feminista”.

De cara a las elecciones del 2021 las mexicanas debemos permanecer unidas y en sinergia para trazar y seguir construyendo el camino hacia la democracia y la igualdad, mediante la incorporación segura y efectiva de la participación de las mujeres en la política. ¡Somos mayoría!