MUY "BAD", "BUNNY"
El historiador y filosofó francés, Michel Foucault, decía que “el poder se construye a través de las prácticas, los mecanismos y los dispositivos engendrados en la sociedad, y tienen un trayecto, una técnica, una táctica, una producción, un funcionamiento de los discursos”. Ese poder se vale de unos instrumentos vertebradores de la sociedad: el lenguaje y la palabra. El psiquiatra francés, Jacques Lacan, reconocido como “el más controversial psicoanalista desde Freud”, planteaba que el orden simbólico (el lenguaje) estructura el orden de lo real: el sujeto se estructura a partir del discurso, el ser humano, desde etapas tempranas, recibe un “baño de lenguaje” que modelará su psiquismo. Es decir, el lenguaje y la palabra tienen la capacidad de transformar las cosas del mundo e incluso al hombre mismo. Lenguaje y poder van de la mano.
Pero, muy particularmente, es el lenguaje de la música el que ha permitido que las personas expresen sus emociones, motivaciones, frustraciones, problemáticas y conflictos. Es un lenguaje articulado en torno a cadencias y ritmos capaces de expresar estados de ánimo con una variedad de sutiles matices y diferencias. Su discurso sonoro es un vehículo generador de cambios en los sujetos, porque está dotado de un carácter subjetivo con capacidad para comunicar y transmitir estados anímicos a través de los sonidos y sus relaciones, llegando a sugerir, evocar o influir en las ideologías de las personas.
Precisamente, vivimos inmersos en un mundo sonoro, y la música comercial de consumo masivo es uno de los instrumentos de persuasión oculta más eficiente. Particularmente, los mensajes que transmiten las letras de las canciones en el género del “Trap”, impregnan desbocadamente nuestra sociedad, cultura y contexto, cada día más. Como ocurre en todos los tránsitos generacionales, es música para pregonar reclamos e imponer valores, creencias, pensamientos, normas, estilos de vida, pensamientos y actitudes.
Lamentablemente, el lenguaje y el discurso de la música “Trap” es realmente el de la violencia, lo que esta misma generación denomina “’maleanteo”. Es un lenguaje del poder contemporáneo, un valor-insignia nefasto. Su poder consiste en apropiase de realidades sociales (simbólicas y materiales) y expresarlas mediante un discurso irreverente y obsceno. Las líricas del “Trap” constituyen una propuesta de vida individualista, de mentalidad consumista, con estructuras de pensamiento que despiertan el ego, el hedonismo y la pasión hipersexualizada.
Para las más recientes generaciones, la música del “Trap” les genera interés, ideas, pensamientos, motivaciones e imaginarios, de forma ciega, espontánea e ingenua. Seducidos por el efecto de la música, le bailan a ídolos de lo feo y lo grotesco. Compran una lírica del desparpajo, al son cadencioso que dicta un programa de computadora. Repiten el expletivo impúdico, frasean el golpe, el disparo y el maltrato. De ahí que estén expuestos y sean vulnerables a sus efectos, convirtiéndose en un factor de riesgo para este grupo poblacional.
Pocos conocen el origen de la palabra que le sirve de identificación al género. En argot estadounidense se trata de la acción de “narcotraficar” o el lugar en las ciudades donde se realiza. Eso explica la frecuencia con la que el tema de las drogas aparece en sus letras. Eso explica su desvinculación de la praxis nacional. Ni remotamente es música reivindicativa, no piden cambios políticos. De hecho, una de las canciones más emblemáticas pregona que “estamos bien”, sin reconocer que vivimos en un Puerto Rico post-mariano, endeudado hasta las teleras.
Peor aún, la música de “Bad Bunny”, como la de otros exponentes del “Trap”, como “Maluma” y “Becky G” se vale de una nueva tecnología de distribución y difusión disquera que se extiende cada vez más, como una nueva forma de dominación, afectando con su lenguaje de poder, a la familia, la escuela, el rol de la mujer y los círculos sociales.
Lo siento por los que padecen de laxitud moral crítica, pero “Bad Bunny” es mala influencia. No importa lo que él mismo u otros famosos del “Trap” contradigan con sus opiniones torpes en entrevistas de encargo por ahí. No valen las aclaraciones ni justificaciones de doble discurso. Si el producto musical es evidentemente nocivo, es más valiente aceptarlo y reorientar las líricas para afinar los oídos de sus seguidores a valores más constructivos. Hasta es mejor estrategia de mercadeo.