Nativos IA: ¿un cambio de modelo?
Hubo un tiempo en que nos fascinaron los nativos digitales. Quizás tú, lector, te consideres uno de ellos. Habiendo crecido con la internet, todo nos parecía a nuestro alcance, nada escapaba a nuestras nuevas posibilidades. Como pez en el agua, nadábamos entre los bytes descubriendo nuevas islas y tesoros. Nada nos parecía ajeno, nada estaba lejos de lo que podíamos hacer.
Pero los tiempos cambiaron. Demasiadas opciones, demasiada información para procesar. Escaso tiempo. Cansancio. Lo que una vez nos atrajo y sedujo, ahora nos generaba rechazo y apatía. Pasamos de la anorexia a la bulimia, casi sin reconocerlo. Los nativos digitales, que creyeron que todo lo podían, ahora se daban cuenta que no sabían lo que querían.
Hay quienes dicen que, cuando algo abunda, genera recelo, cuando no rechazo. El exceso de información nos generó dudas, el abuso de opciones nos generó desconcierto. De pronto, sentimos la urgente necesidad de delegar decisiones, de automatizar procesos sencillos que nos ocupaban tiempo y esfuerzo. Liberados de lo banal y repetido, conquistaríamos el tiempo perdido para aprovecharlo con menos esfuerzo. Brillante.
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La Inteligencia Artificial (IA) nos pareció una buena idea. Las tareas sencillas y rutinarias fueron el primer objetivo, al que siguieron procesos más complejos y tediosos que requerían más "inteligencia". Obtuvimos buenas victorias, algunas muy resonantes. Lentamente, un ejército de automatismos más o menos sofisticados empezó a encargarse de muchas y variadas tareas rutinarias. Delegábamos, confiábamos en ellos. Todo se volvía más rápido y sencillo: traducir textos, reconocer imágenes, caminar por tierras desconocidas, corregir nuestra ortografía, conseguir pareja.
Hoy estamos frente a un nuevo mantra: "todo lo que pueda ser automatizado lo será". De ahí el mensaje de la imagen: "¡mira todo lo que NO tengo que hacer ahora!" Los nativos IA aplican a diario este mantra. Delegan a la IA tareas de bajo valor y mucho esfuerzo, ganando el preciado tiempo que cada vez es más escaso.
¿Somos conscientes de ello? ¿Hasta qué punto? ¿Deberíamos preocuparnos por delegar un número creciente de decisiones, cada vez más complejas, a lejanos algoritmos?¿Cuánto vale nuestra "libertad digital"? ¿Qué precio estamos dispuestos a pagar por ella?
Preguntas importantes que deberemos responder para no terminar haciendo rápidamente clic en "Acepto la política de privacidad, términos y acuerdo de licencia"...