NAVIDAD SIN CHAMBA Y CHIHUÁN
Me decía esta semana un amigo, cineasta y dj peruano que radica en Madrid hace 15 años, mientras termina 'Samichay, en búsqueda de la felicidad', su primer largo que ha rodado en Quispicanchi, Cuzco, a más de 4 mil metros de altura, que era especial pasar esta navidad en Lima, después de tanto tiempo se había acostumbrado a soportar el dolor de no una sino miles de ausencias. Entonces su familia se hicieron los amigos, los regalos se cambiaron por cerveza y el pavo pasó a ser un delivery chatarra para picar mientras bebían hasta el 26.
Contaba que las primeras navidades fueron muy duras. Además de frías en extremo. Somos de un país de apariencia tropical, pareciera que para el mundo todos los días cocinamos un cebiche bailando con las maracas en la mano. Pero el día a día del peruano, sea poderoso o un anónimo, es complicado por un país que se evidencia corrupto e informal, en especial una clase política con una reputación deficiente.
Como por ejemplo Leyla Chihuán, destacada deportista que incursionó en la política con la bancada fujimorista. Pero unas declaraciones públicas se convirtieron en el exabrupto que la han posicionado en la cultura popular. Ella dijo que el sueldo de congresista no le alcanzaba, cacheteando la dignidad de millones de pobres de Perú, porque ahora el panadero te dice 'estoy chihuán', el policía te entiende si un ladrón se excusa de la flagrancia diciendo 'estaba chichuán', el gerente le dice a su empleado que no le va dar aguinaldo porque la empresa está chihuán. Y así al punto que la Tigresa del Oriente, artista peruana considerada un fenómeno del pop regional, sacó una canción que rápidamente se viralizó tanto como la irritación de la congresista que la terminó amenazando notarialmente.
El caso 'Chihuán' generó tanto revuelo que hasta la RAE se pronunció y no descartó incluir la palabra como una variedad lingüistica de uso en Perú haciendo referencia a un estado por el cual una persona se encuentra sin dinero. Osea, misio.
Para darle cerecilla al pastel de la desgracia de la congresista, apareció una noticia que hablaba de la existenciade un pueblo en la sierra del país de nombre Chihuán, siendo uno de los más pobres del Perú.
Esa pobreza que denota nuestra patria también se ve en épocas navideñas, donde la cultura de consumo, de la banalidad y el espectáculo, hace que el peruano promedio destruya sus finanzas en nombre de la fiesta, de engreír a la familia y pasarla bien. Entonces llegamos a enero y sentimos que los días son más lentos, que conseguir clientes es un hecho inútil y las cuentas están echadas a su suerte.
Para los que vivimos de manera independiente, o mejor dicho dependemos los clientes que consigamos en el devenir de las relaciones públicas, las fiestas son tan duras como las que pasó por quince años mi amigo peruano-español, cineasta y dj que esta navidad la pasará en familia, pero con unas raras ganas locas de querer pinchar música y alborotar a la masa.
De su testimonio resalto que escribí en mi cuento 'El artista de la familia' el penoso caso de mi tío abuelo, que tuvo que pasar noche buena en el hospital Rebagliati. Fuimos a dejarle ropa con mi mamá, yo aún era adolescente y la vida de mi abuelo no me interesaba nada. Pero recuerdo mucho que mi mamá lloraba en silencio y sin mostrarle su quebrar a mi papá Víctor. Le dio indicaciones para que se ponga una pijama nueva y sus pantuflas, pero él no quería nada, quería estar afuera.
La idea de que el mundo se acaba a fin de año y que los políticos serán amnistiados por navidad son parte del poder de los medios para persuadir la atención de la masa. Y de paso persuaden para que ese aguinaldo, esa poca o mucha plata que la empresa te reconoció la extermines en las cosas más superfluas de la vida, por más justificación que se le ponga no puede haber tanto exceso, tanto por parte del consumidor como de los vendedores de productos. Estamos llegando a un punto que vemos como positivo el usar una tarjeta de crédito para comprar la cena y pagarla en 24 cuotas. Y 36 meses por juguetes de plástico que durarán menos que los pollitos que en mis épocas se canjeaban por botellas de vidrio.
Más allá de la reflexión navideña, compartir un momento con la familia es lo más valioso que puede existir, sea en un hospital, entre amigos exiliados comiendo canapés o un espumante barato con vasito de plástico, no existe nada más importante y vital que un abrazo y desear el bienestar del prójimo. Pero ya es momento que esta fenómeno económico comience a regularse, no se puede anteponer el interés comercial de nadie por sobre el fomento de la dignidad y el autoestima de nuestra sociedad.
Para los sin 'chamba' y los que están 'chihuán', feliz navidad. Aquí hay alguien que no se olvida de ustedes.