Navidad, tiempo de paz
Alrededor de la Navidad, es habitual formular deseos confiando que, al hacerse realidad, nos permitan disfrutar de más paz en nuestra vida; unos deseos que más de una vez no son nuevos y que, probablemente, volveremos a repetir en un futuro. Nos gustaría poder enderezar aquello que nos provoca malestar pero, demasiado a menudo, no sabemos como conseguirlo. Sobre el papel no tendría que ser difícil pero a la hora de la verdad, aturdidos por la complejidad humana, nos echamos atrás. Es el caso de aspectos que quisieran ser aclarados entre hermanos o entre padres e hijos; aquella aspereza asociada a no saber/poder gestionar mejor el final de una relación de pareja; aquella conversación pendiente que debería permitir recuperar una amistad maltrecha; aquella percepción excesivamente sesgada que nos ha condicionado más de lo que nos pensábamos durante demasiado tiempo,...
Más allá de las creencias de cada cual y de como nos posicionamos delante de una vida que nos ha venido dada, la Navidad actúa como recordatorio de la conveniencia de no minimizar las consecuencias negativas de la ausencia de paz en nuestra vida. Nunca es tarde para intentar conocerse mejor uno mismo y, aceptándose tal como se es, abrirse al diálogo.
Ser sorprendidos por la alegría que todo lo inunda cuando se produce la comprensión mutua, no tiene precio. De repente, todo se hace claro, sentimos la ligereza de un alma que ha podido cerrar una herida y descubrimos que disponemos de más energía para dedicar a aquello que da sentido a nuestra vida. Darse cuenta que vale más la pena escuchar que hablar es un aprendizaje que, a la vez que nos aproxima a los otros, nos trastorna para siempre.
Deseo que la Navidad sea una oportunidad para reencontrar una paz duradera, que nos haga mejores personas y, a poder ser, un poco más sabios. Y si creéis que no podéis conseguirlo solos, sed valientes y pedid ayuda a un mediador.
¡Feliz Navidad!
¡Feliz navidad Jordi!. Que se cumplan tus deseos.